domingo, 12 de octubre de 2014

Madrugada de octubre


once upon a time i was falling in love
now i'm only falling apart

Pasa ya de la media noche, o sea, en realidad ya es mañana, aunque siga oscuro como si jamás fuera a salir el sol de nuevo. Andrea se ha pasado el día pegada a la computadora. ("Ordenador" diría Bruno, pero Bruno ya no dice nunca nada.) Entre un párrafo y otro de la traducción se ha dado a la tarea, tan ingrata como inútil, de ir buscando los chats que sostuvieron ambos durante los últimos meses. Empezó con el último, del 26 de septiembre, y ahora ya va llegando a mediados de marzo. "Cómo tarda esta mierda en cargar" se lamenta por dentro, pero no ceja en su empeño. En su obsesión. Y encima a cada tanto le sale el maldito letrero ese: "Las páginas siguientes no responden. Puedes esperar a que vuelvan a responder o puedes cerrarlas". Faltan 24494 chats para llegar al primero y ella, por supuesto, pulsa el botón que dice "esperar". No podría ser de otro modo. La vida se le va en ello. Si tan solo logra llegar a enero, quizá entienda lo que pasó, quizá se le pase esta sensación de total desamparo.

Las lágrimas le empiezan a correr por el rostro y no se da cuenta. Hace ya un rato que cerró la traducción y ahora pone toda su atención en las palabras que ella y Bruno fueron intercambiando durante casi nueve meses. Va leyendo cachos aislados de conversaciones y cada uno le escuece más que el anterior. Pero sigue. "Que se conecte, por favor, que se conecte." En automático hace el cálculo de las horas que los separan. Mientras ella se sigue adentrando en la madrugada, él está por despertar, seguro. "Media hora más y cierro" se promete, aunque sabe que no cumplirá su promesa. La ausencia de Bruno le oprime el pecho.

Alrededor de las 2 de la mañana, a Andrea le da un vuelco el corazón cuando se percata de que Bruno, a sus casi 9, aparece como conectado. Ya no hay símbolo de celular ("móvil" diría él, pero ya no dice nunca nada), sino el ansiado circulito verde. Se le acelera el pulso. "Ahora sí le escribo algo. Ya no aguanto más." Es la 1:57. Cuando den las 2. Mientras tanto, prende la tableta y echa a andar el skype, para ver si ahí se ha conectado también. Le tiemblan las manos. 

No se decide. Aparece nuevamente el símbolo de celular junto al nombre de Bruno. Pero aparece como conectado en la tableta. "Lo llamo. Ahora sí lo llamo y luego ya dios dirá."

Al final, apaga computadora y tableta. Ni siquiera pudo llegar a enero en la búsqueda de chats. Está agotada. Se dirige a la cama con la agridulce sensación de haber ganado una batalla en la lucha consigo misma. Es más agria que dulce. Dulzona (y traicionera), la sensación de que, por lo menos, estuvieron conectados al mismo tiempo durante unos minutos. (Cuándo habrá aprendido a conformarse con tan poco.)

"Qué estúpida soy", murmura antes de acomodar la cabeza en la almohada.

nothing i can do
a total eclipse of the heart


2 comentarios:

  1. Cuando te dejé 30 años antes de volverte a ver, vibrábamos en la misma frecuencia que vibraba nuestra juventud, nuestra carne, nuestros deseos para nosotros y para el mundo.
    Cuando te volví a ver 30 años después, llevábamos como equipaje el recuerdo fresco de lo que fue. Así lo vivimos. Más el tiempo me despertó con un baldazo de agua fría de la realidad. Ya no estamos en el mismo lugar. Ya vibramos en frecuencias diferentes construidas en ese caminar donde nuestras manos ya no se entrelazan.

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  2. Bruno lee eso y seguro que se le humedecen los ojos. Lágrimas saladas. Y seguro que recuerda aquella despedida en Buenavista, cuando arrancaba el tren y la mano de Bruno pugnaba por mantener el contacto con la mano de Andrea...

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