sábado, 19 de noviembre de 2016

confiar 3


En casi nada podemos (ni debemos) confiar realmente, aparte de nuestra propia naturaleza búdica, como dicen las enseñanzas. Lo demás (las personas, el clima, los sueños, las promesas, la familia, nuestro auto) acabará por fallarnos porque esa es su naturaleza: cambiante y, las más de las veces, impredecible.

Hace una semana me reencontré con algo que se ha mantenido a lo largo de muchos años y que no me ha decepcionado: la sopa de cebolla de Las Marionas, un restorán vasco-francés en Tepoztlán. Es la mejor del mundo, sin duda alguna (yo, por lo menos, estoy cierta). Y es aún más disfrutable cuando se comparte con alguien (creo que nunca he ido sola). Esta vez la disfrutamos juntas mi amiga Evelyn y yo para celebrar su cumpleaños (de hecho, la sopa fue su regalo) y ella coincidió conmigo en que era efectivamente la mejor sopa de cebolla que había comido. (Incluso comentó que no debe ser tan difícil de preparar, tarea que yo ni loca emprendería, por supuesto...)



El sol colándose en Las Marionas

En Las Marionas he estado con gente que ha sido muy cercana y muy importante en mi vida, desde el papá de Santiago (en una época fue nuestro lugar especial cuando celebrábamos algo en pareja), hasta mis tíos Leni y Mausy (a ella la recuerdo hoy en especial pues es su aniversario de muerte y, como siempre, le agradezco que me haya regalado un lugar donde vivir), pasando por Dasha, Linda y Rex. Con la mayoría dejé de verme y otros murieron, pero desde el año pasado que fui con Esther, esa maldición se rompió.

Como Evelyn es muy buena compañera de mis aficiones fotográficas, me animó a tomar un foto de la cocina y las cocineras de Las Marionas que, según ella, quedó como un cuadro de Vermeer:




Y para terminar la celebración, después de compartir un esmedregal (me encanta el nombre de este pez) en un guiso buenísimo con pimientos, nos ofrecieron el postre de temporada: un Popocatépetl (al estilo del Mont Blanc, nos dijo el mesero): zapote negro con jugo de limón, coronado con crema batida, ¡una delicia!




Antes de irnos, platiqué un rato con la hija de una de las fundadoras de Las Marionas, quien ahora está al frente del lugar, pues su mamá ya es muy grande y prefiere andar "haciendo desmadre por ahí". Le agradecí la sopa de cebolla, contándole cómo me hace sentir y ella me contó que no iba a seguir ahí por mucho tiempo y, asustada, le pregunté si iban a cerrar y me dijo que no, que solo lo iban a administrar de manera diferente, puesto que el lugar ya caminaba solo desde hacía mucho tiempo. Qué alivio, pensé, con la conciencia, eso sí, de que incluso la sopa de cebolla de Las Marionas algún día no será la misma o simplemente dejará de ser.

2 comentarios:

  1. A ver que día tengo el gusto de que me compartas el lugar. Un abrazo fuerte

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    1. Pongámosle fecha ya. Hay cosas que celebrar. Ya te contaré... Besos mientras tanto.

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