jueves, 24 de noviembre de 2016

mi tía Olga


Ella seguro que estaría contentísima por mi relato en la antología de relatos y por el viaje a Madrid para la presentación. Sobre todo por tratarse de algo que tiene que ver conmigo y lo que me apasiona y no, como en otras ocasiones, con ir tras la pista de un hombre. En ese rubro, el de los hombres, mi tía Olga era muy desconfiada. Cuando yo le hablaba de un nuevo amigo o un nuevo amor, su comentario predilecto era: "Toma nota, hijita, toma nota", a saber, de los defectos, las imperfecciones y los potenciales peligros que cualquier relación con el sexo opuesto entrañaba, según su perspectiva. (Y en más de una ocasión tuvo razón.)

Hoy cumpliría 101 años. Cómo me gustaría poder pasar con ella una tarde y platicar de todo. De mí. De mi hijo. De mis alumnos (ella siempre disfrutó mucho mi carrera como maestra). De lo que escribo. Probablemente de algún programa de televisión. O quizá podríamos echarnos una partida de canasta (su juego de cartas favorito). O podría enseñarme a tejer suéteres como los que ella hacía. Preciosísimos.

Hoy, justo el día de su cumpleaños, conseguí mi pasaporte nuevo para poder viajar, todo un logro pues fue un trámite sin cita. Si creyera en los ángeles de la guarda, diría que mi tía Olga es el mío, siempre pendiente, siempre cariñosa. Hoy la extraño. Tanto. Y la pienso. Tanto. Con una sensación combinada de tristeza y consuelo.


Aquí le dejo unas bugambilias llenas de sol con las que me topé ayer saliendo de la oficina de relaciones exteriores después de que aceptaran mi solicitud extraordinaria:


2 comentarios: