miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ochenta y tres años hace


que nació mi mamá. No puedo imaginármela de esa edad (como escribí también el año pasado y el anterior). La última vez que la vi estaba a tres meses y pico de cumplir los 70. (Ya no llegó a celebrar ese cumpleaños).

Fue un encuentro bastante breve después de años de no haber convivido. (La vez anterior, más de cinco años antes, la había visto en el funeral de mi papá, donde intercambiamos teléfonos.)

En aquella postrera ocasión que nos reunimos, yo fui a su casa a visitarla, a su departamento de toda la vida en la Colonia Narvarte (en la calle de Uxmal). Comimos juntas. Después de unos tequilas y de acordar no hablar del pasado, sino solo mirar hacia adelante.

Recuerdo cómo, mientras comíamos (ella muy poco, disfrutaba más beber y fumar), manchó sin querer el mantel sobre el cual estaba su plato. Y se puso fuera de sí. Yo le dije que no pasaba nada y entendí de dónde me venía a mí ese comportamiento que mi hijo había presenciado varias veces. Pensé que con suerte y podía soltar de una vez esa reacción tan desproporcionada y evitar que nos siguiera martirizando a él y a mí.

No sé si después de la comida regresamos a la sala a seguir platicando un rato o si fue durante el aperitivo cuando tuvimos nuestro momento de mayor cercanía. Sí sé que sucedió cuando descubrimos que ambas éramos seguidoras de la serie española Cuéntame cómo pasó. Cuando hablamos de los Alcántara, en especial de la abuela Herminia y de Antonio, tan parecido a mi papá, fue cuando más cómodas nos sentimos. Será por ello que, a pesar de los pesares, yo sigo siendo fiel seguidora de la familia del barrio de San Genaro.

Para despedirnos, me acompañó a la calle, hasta el sitio donde yo había dejado estacionado mi coche. (En el trayecto nos encontramos a la Sra. Burak, la vecina de arriba de toda la vida, que me dijo que le daba mucho gusto verme.)

Cómo me gustaría hablar hoy con mi mamá de tantas cosas.
De los hijos.
De la vejez.
De nosotras.
De mi papá.
De su infancia.

Imagino que se podría.


Hoy la extraño.
Mucho.
Y le dejo unas flores cumpleañeras, recién encontradas en un cazahuate cerca de mi casa.




4 comentarios:

  1. Abrazos amiga querida, hablar con ella siempre se puede y tú lo sabes hacer muy bien.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Qué bueno que tú estés tan segura, amiga... Supongo que, a mi modo, lo hago, escribiendo, quizás... Un abrazo de vuelta.

      Borrar
  2. Lo que queda de ella, lo llevas en tus venas. Búscala ahí y cuéntale. :)

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Buen consejo. Gracias, querido Luis. Ma. También dejaré que ella me cuente ;)

      Borrar