Este álbum marcó mi independencia musical de mis padres (sobre todo de mi papá; no recuerdo que mi mamá tuviera preferencias propias). No me acuerdo cómo conocí a Silvio. Debo haber estado en la prepa. Quizás a través de mi amigo Andrés (también mi primer novio, aunque eso duró muy poco). Pero el enamoramiento fue total. Y para siempre (con las limitaciones propias del adverbio, claro).
También conservo el elepé. (Quizá vaya siendo hora de que me haga de una nueva tornamesa...) Es la edición mexicana. (Parece que la edición cubana, según mi amigo Eduardo, —más fan de Silvio incluso, y bastante más joven que yo—, llamada Días y flores, se editó censurada en otros países.) Es marca Polydor, del año 1978 (yo tenía 15), y ostenta un sello que reza "NUEVA TROVA". Hoy ya no es tan nueva, pero, para mí, igual de emocionante que hace 41 años. En el anverso del disco vienen las letras de todas las canciones y el lema "EL DISCO ES CULTURA". (De otra época, sin duda.)
He cantado las canciones de Silvio junto a Mariel (en la voz) y a David (en la guitarra). Junto a Eduardo (en la guitarra) y a Gemma (en la voz). Con la compañía de Santiago. Y me falta hacerlo al lado de mi amigo Luis María, de aquel lado del mar.
Silvio fungió, también, como puente entre la Ciudad de México y la de Barcelona hace treinta y pico de años. Con "Óleo de mujer con sombrero" y "Te doy una canción". Pero si tuviera que quedarme con una sola de sus canciones, sería "Ojalá", que entra en mi colección de himnos personales.
Y aquí esta canción "que es como una suerte de arte poética de mi trabajo" (y —según me contó Octavio— la favorita de mi amiga Grace, todavía más joven que Eduardo, tanto que podría ser mi hija):
Y nomás por no dejar, una más: