lunes, 31 de octubre de 2022

Khenpo Tsultrim Gyamtso Rinpoché


Cosas que tienden a ser engañosas


Si entiendes que todas las apariencias engañosas de la existencia mundana no son intrínsecamente reales, no tenderán a desorientarte. 

Si tienes apego a los amigos y enemigos como si fueran reales, te desorientarán. Pero si tienes ecuanimidad hacia ambos, no te desorientarán ni engañarán. 

Si ves mucho cambio o transición, eso tenderá a desorientarte. Pero si entiendes la naturaleza intrínseca más allá del cambio, no será engañosa. 

Si te aferras a la realidad del nacimiento y la muerte, hay mucha decepción. Pero si te das cuenta de que no hay nacimiento ni muerte, no hay decepción. 

Si crees en la existencia del sufrimiento, hay mucha decepción. Pero si te das cuenta de que no hay sufrimiento, no hay decepción. 

Si crees que el yo y el otro están separados, hay mucha decepción. Pero si reconoces que no son dos cosas separadas, no hay decepción.

Si entiendes esta naturaleza verdadera de la decepción, los pensamientos discursivos se liberarán en su propio lugar.


tejedora asombrosa


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

jueves, 27 de octubre de 2022

Cosas moradas


  • las flores de jacaranda
  • las flores de lavanda
  • algunas violetas, como la que aún no florea en mi maceta de gato
  • el corazón de las fuerzas armadas de los Estados Unidos
  • el color del feminismo
  • los corazones que solía mandarme María Loherr en sus mensajes
  • los calcetines de la India que no me trajo Evelyn de Israel
  • las berenjenas, cuando no son rayadas
  • las zarzamoras
  • algunas uvas y su jugo
  • los moretones recientes
  • el Delaware Punch
  • las montañas lejanas
  • mi chaleco de polar, ideal para el otoño y el invierno suave, sobre todo sobre la pijama
  • algunos papeles picados
  • las flores de una falsa violeta africana, Streptocarpus saxorum según mi amigo Xavi, que tengo en una maceta de pared en mi balcón, hijas de las que doña Pina tiene a la entrada de su casa y cuyo corazón es blanco





martes, 25 de octubre de 2022

Invitado: Dzigar Kongtrul Rinpoché



El comienzo de la valentía


Alguien me preguntó recientemente si tengo miedo a morir. A decir verdad, tengo más miedo de no vivir mi vida plenamente: de vivir una vida dedicada a atesorarme y protegerme a mí mismo. Esta visión de la vida, impulsada por el miedo, es como cubrir tu sofá con plástico para que no se desgaste. Te roba de la habilidad de disfrutar y apreciar tu vida. Se necesita valentía para aceptar la vida plenamente, para decirle sí a tu vida, sí a tu karma, sí a tu mente, emociones, y lo que sea que se despliegue. Este es el comienzo de la valentía. La valentía es la apertura fundamental para enfrentar aun las verdades más duras. Da cabida a  todo el dolor, la alegría, la ironía y el misterio que la vida ofrece.



atardece en mi balcón


Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

lunes, 24 de octubre de 2022

Estafadora de primera


Suena el teléfono. Una presunta ejecutiva bancaria me informa que han aparecido algunos cargos extraños en mi cuenta. La situación debe atenderse de inmediato para prevenir un daño mayor.  

Espacio

“Algo no está bien”, dice (casi inaudiblemente) una parte de mi mente.

Espacio

“Me siento tan protegida y vista,” dice (mucho más audiblemente) otra parte de mi mente.  “La ejecutiva suena tan confiable.” 

Espacio

La presunta ejecutiva sigue tejiendo su telaraña alrededor de mí y mis pensamientos y mis emociones. “Algo no está bien”, repite (casi inaudiblemente) una parte de mi mente, la parte sabia. Mi cuerpo lo sabe también: una ligera contracción en mi estómago intente alertarme. 

Espacio

No me detengo siquiera a pensar o reconocer lo que propia sabiduría y cuerpo me están diciendo. Sentirme cuidada se siente tan bien, y el guion está tan bien armado que yo  —sí, ese sería mi viejo, querido e ignorante ego— caen en la trampa por completo.

Espacio

“Algo no está bien”, sigue repitiendo (casi inaudiblemente) la parte sabia de mi mente, mientras mi estómago se contrae más.

Espacio

Se pierde la conexión telefónica. La ejecutiva llama de nuevo. Me hace compartir mi nombre de usuario, mi contraseña y mi NIP. (La parte sabia de mi mente mira estupefacta, pero el ego no parece notarlo.)

Espacio

Se vuelve a perder la conexión telefónica, pero la “ejecutiva”, no vuelve a llamar. Espero. No sucede nada. Así que decido llamar yo a mi ejecutiva de confianza en mi sucursal bancaria. (La parte sabia finalmente está tomando las riendas.) 

“Por favor dígame que no compartió su nombre de usuario y contraseña”, me implora. 

“Por supuesto que lo hice, presume mi ego. 

“Ha sido víctima de una llamada fraudulenta", me notifica. “¡Llame al siguiente número y cancele TODO!” 

Sigo sus instrucciones. Me tiemblan las manos. Todo mi capital, que no es mucho, está en riesgo. 

Al final, la situación se resuelve justo a tiempo. Aunque tendría que renovar mi acceso a la banca en línea y reponer mis tarjetas bancarias (una mera cuestión de tiempo), no hubo ningún daño real. Cuando repasé la conversación telefónica en mi mente, pude ver todas las cosas que no hacían sentido y pude ver también cómo mi mente (confundida) había sobrepasado incluso la astucia de la falsa ejecutiva. Y eso es lo hace la mente del ego cuando no prestamos atención: puede apoderarse de cualquier situación y reinterpretarla en términos de su propia conveniencia (imaginarse que otros lo cuidan o lo aceptan para validar sus necesidades, por ejemplo), ignorando tanto nuestra propia sabiduría como los las señales que la realidad nos ofrece.

Me di cuenta cómo la mente (confundida) es una estafadora de primera. Pero siempre tenemos la posibilidad de detenerla y permitir que la sabiduría, la naturaleza clara y lúcida de nuestra mente, se manifieste. 


domingo, 23 de octubre de 2022

Hoy no fotografié 2


Ni las flores de mi serpiente hija (una Stapelia en realidad, creo yo) de color rojo muy muy oscuro, ni las de la mala madre que ahora vive en el balcón y florea por primera vez desde su recuperación.

Hoy no fotografié ni los últimos hongos de la temporada (ahora sí se acaban las lluvias) que nacieron, tímidos, en el jardín del fondo y que aguantarán hasta que lleguen los verdugos jardineros a principios de la próxima semana. Ni dos aves pequeñas, quizá gorriones, que se posaron en los cables de luz cerca del poste, como esperando a que yo disparara.

Hoy no fotografié al canario que cantaba como loco, ya liberado de su tela rosa, pero no de su jaula. Eso nunca. Ni la Ipomoea alba medio iluminada con el sol de la mañana. 

Ya entrada la noche, no fotografié al pajarito medio dormido en la hoja de la palma al nivel de la entrada a mi departamento.

Hoy el insecto hoja ya había cambiado de morada y el cactus navideño precoz de doña Pina ya no recibía ningún rayo de sol.


sábado, 22 de octubre de 2022

Invitado: Dzogchen Ponlop Rinpoché

 


Extender nuestra compasión a nosotros mismos


Antes de que podamos extender nuestra compasión a otros, primero tenemos que extenderla a nosotros mismos. ¿Cómo hacemos esto? Tenemos que observar nuestra propia mente y apreciar cómo nuestras propias expresiones neuróticas –nuestros pensamientos confundidos y emociones perturbadoras–, de hecho, nos están ayudando a despertar. Nuestra agresión nos puede ayudar a desarrollar claridad y paciencia. Nuestra pasión nos puedo ayudar a soltar los apegos y ser más generosos. Básicamente, una vez que vemos que esta mente de confusión es también nuestra mente de despertar, podemos apreciarla y confiar en nuestra habilidad para trabajar con ella. Es una buena mente después de todo, la mente que nos llevará hasta la iluminación. Cuando entendemos esto, podemos empezar a soltar nuestra actitud previa de repulsión hacia nuestras emociones.


silvestres chimaleñas

Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.


viernes, 21 de octubre de 2022

Hoy no fotografié


Ni al insecto hoja, de enormes alas como hojas verde oscuro, patas larguísimas y ojos penetrantes color turquesa, parado junto a la sombra del farol en la cara trasera de mi edificio. Ni al ave pequeña que se posó en lo alto de la moringa y permaneció allí mucho más de lo que dura el disparo de mi cámara.

Hoy no fotografié la campánula blanca, de estambres extendidos, donde aterrizan mosquitos negros. Ni la parvada de pájaros que emprendió el vuelo, en franca algarabía matutina, persiguiendo solo ellos saben qué. 

Hoy no fotografié al canario que cantaba a todo pulmón, en su jaula en el balcón, aún tapado con su tela color de rosa. Ni al sol tibio de otoño que resplandecía callado tras nubes suaves que parecían llenas de hielo. 

Hoy no fotografié nada y sentí como si me faltaran un ojo o una mano para relacionarme con el mundo.

Hoy solo acaricié la rama del zapote moribundo al fondo del jardín.


miércoles, 19 de octubre de 2022

Cosas suaves / Cosas ásperas


 Lo suave

  • el pelaje de mi gata Khandro
  • el sabor del té Earl Grey
  • la voz de alguien a quien no recuerdo
  • algunos papeles de baño
  • mi toalla nueva color arena
  • la música de Satie
  • la poesía de Emily Dickinson
  • la piel de un bebé
  • el azul del Caribe
  • la masa para croquetas
  • diciembre en el mar
  • las nubes
  • el algodón de azúcar


Lo áspero

  • la fibra de metal para limpiar el baño
  • mi lima para las uñas
  • la madera sin barnizar
  • un sartén con grasa pegada
  • un comal donde se asaron chiles poblanos
  • el sabor del apio
  • el recuerdo de Ana
  • el timbre de algunos teléfonos
  • la piel quemada por el sol
  • las telas almidonadas
  • algunas escenas de mi infancia
  • un lichi por fuera
  • la lengua de mi gata Khandro



mi gata Khandro: de pelaje suave y lengua áspera



lunes, 17 de octubre de 2022

Historia de un escarabajo

 


Ayer en la tarde salí a caminar por el condominio. Cuando lo hago a esa hora, aún con sol pero cerca del atardecer, me gusta quitarme los zapatos y caminar descalza por el pasto (earthing, le dice una amiga a esta práctica): junto a la alberca del fondo, o alrededor de la que está a la entrada de los edificios. Cuando bordeaba la segunda, vi a un escarabajo flotando en el agua, inmóvil, aparentemente negro. Concluí que ya era demasiado tarde para salvarlo y seguí caminando. Lo volví a ver y dudé. Me encontré una rama delgadita y me senté junto al borde del agua; extendí la rama al tiempo que me di cuenta de que era verde y no negro. Él movió casi imperceptiblemente sus patas, pero era demasiado grande para la rama pudiera sostenerlo. Entonces, lo acerqué a mi mano y lo tomé entre los dedos. Él se agarró a mí con fuerza y yo lo lancé al pasto (su tacto en mi piel era desagradable). Pero no quise dejarlo junto al agua para que no fuera a caerse otra vez. Entonces lo levanté con una semilla de araucaria y lo llevé a una barda donde aún pegaba el sol. Dudé si se salvaría. Quizá lo había dejado demasiado tiempo en el agua. Seguí caminando. Volví para ver cómo iba: empezaba a mover patas y antenas. Quizá siempre sí se salve, pensé. Seguí caminando. Y, entonces, lo vi pasar volando. ¡Qué ilusión!


Cierro con la definición que la RAE da de estos bichos porque es casi un cuento:

escarabajo

Del lat. vulg. scarabaius.

1. m. Insecto coleóptero, de antenas con nueve articulaciones terminadas en maza, élitros lisos, cuerpo deprimido, con cabeza rombal y dentada por delante, y patas anteriores desprovistas de tarsos, que busca el estiércol para alimentarse y hacer bolas, dentro de las cuales deposita los huevos.


viernes, 14 de octubre de 2022

a.g.r.i.d.u.l.c.e.

 

Así es la floración de tu violeta color vino. O sea, cuando le vuelven a salir flores, quizá dos veces al año (no es de las que florean mucho), te da gusto y, al mismo tiempo, hay tristeza o nostalgia o un pelín de melancolía. 











Por qué.  Porque te recuerda a ella, una de tus exes, así con e ese al final porque, aunque la RAE indica que este sustantivo permanece invariable en plural, qué sabe la RAE de tu colección de amigas que dejaron de serlo. Y que son muchas, así en plural variable, o cuando menos a ti te lo parece. Quizás no sean más de las que todo el mundo acumula a lo largo de su vida. A ti se te juntan exes amigas, con exes parejas (aunque de estos haya menos o, al paso del tiempo duelan menos), además de exes parientes (pero eso ya amerita otra entrada, la verdad).

Ella no fue tu primera ex, seguro que no, y seguro que no será la última. Para cuando dejó de hablarte, de comunicarse contigo, pues, de interesarse por ti, ya se habían empezado a distanciar y tú, tu colección ya la habías arrancado bastante antes. Pero jamás pensaste que ella dejaría de ser tu amiga por completo. Podrían verse menos, hablarse menos, incluso, caerse menos bien, pero no ser nada, después de todo lo que habían sido, era poco menos que imposible, pensabas, sin llegarlo a pensar realmente. 

Esa violeta color vino te la regaló ella hace muchísimos años, más de treinta, antes de que te casaras, antes de que naciera tu hijo, antes de que ella se casara y naciera su hija. Antes de que salieran de viaje, madres solas, con tu hijo y su hija, que fueron amigos también, durante un rato, y parecían hermanas. Pero en el tiempo de la violeta color vino, tú y ella solteras, empezaban a ser adultas y salían juntas de viaje, desde aquel primer viaje a Europa, al terminar la prepa, del cual tú olvidaste todo detalle. Una vez, en una ida a Puebla y Cholula, quizás para un fin de año, compraron sendas macetas de talavera y ella te regaló una hija de su violeta color vino para la tuya. 

Y pegó. Pegó muy bien. Y te la llevaste contigo cuando te mudaste con tu futuro marido y luego llegó a la casa donde nació tu hijo y luego a la siguiente casa donde vivieron los tres, la penúltima que compartirían. En ese lugar, se te ocurrió (o se le ocurrió a tu marido, quién sabe) ponerla en una maceta más grande junto a otras plantas, en una especie de patio interno de la casa, detrás de un vidrio enorme. Un buen día, te diste cuenta que la violeta se marchitaba. No era por falta de agua: se moría. No te acuerdas qué hiciste exactamente. Desplantarla, seguro, y quizá replantarla entera o plantar alguna de sus hojas. Y sobrevivió y volvió a florecer. 

Te acompañó a la última casa que compartiste con tu marido. De ahí, a la primera casa que compartiste con tu hijo, después del divorcio, y de ahí a la segunda, donde has estado ya más de 17 años. La violeta siguió creciendo y floreando sus dos veces al año. Tuviste que buscarle una maceta nueva, más grande (la de talavera acoge ahora a tu violeta blanca recuperada). Quizás ella, esta ex, haya llegado a ver la violeta color vino en esta casa tuya, hace años, cuando aún se visitaban y pasaban tiempo juntas.

Ahora, hará más o menos 7 años que se volvieron exes. No se ven. No se hablan. Saben la una de la otra, o por lo menos tú sabes algo de ella, por amigas comunes. Y nada más. 


Pero tu violeta color vino sigue vivita y floreando. Recordándote que las amigas pueden dejar de serlo y la vida sigue.


Aquí en esta foto que recién le sacaste en su nuevo florecer, se alcanza a ver al fondo un pedacito de la tierra de tu padre, un par de madreñas que compraste a tus 17 años, hace 42, cuando visitaste Avilés por primera vez.

Así la vida y sus entrelazamientos.

Así el otoño y su sabor agridulce: de ausencia de lluvia, de aire frío y cielos espectaculares, de lunas equivocadas, recuerdos y la cercanía de los muertos.





 

jueves, 13 de octubre de 2022

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


El Buda dijo que el karma es intención. En otras palabras, el punto importante no es tanto lo que hacemos, sino por qué lo estamos haciendo, es decir, nuestra motivación. Si nuestra habla está asociada con emociones negativas, los resultados serán negativos. Momento a momento, estamos moldeando nuestro futuro. Estamos plantando miles de millones de semillas kármicas, y no sabemos cuándo brotarán. Esto explica por qué  a las personas malas les suceden cosas buenas y viceversa. Pueden suceder muchas cosas, pero la manera en que nos las tomamos, ese es el punto importante. Si reaccionamos ante ellas con enojo, disgusto, etc., creamos causas negativas para el futuro. Solo podemos evitar hacer eso, si estamos conscientes de lo que estamos pensando. De otro modo, estamos atrapados en todas estas tendencias negativas de la vida. Si tuviéramos micrófonos acoplados a nuestra mente y todo el mundo pudiera escuchar nuestros pensamientos, todos nosotros querríamos aprender rápidamente cómo meditar.


hallazgo en la caminata matutina











Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


martes, 11 de octubre de 2022

Si no despierto


Si no despierto, será porque no sonó mi despertador o porque morí mientras dormía. Me acuerdo de mi abuelo Román, el papá de mi papá, que ya de muy mayor —murió, calculo, bastante pasados los 80— tenía mucho miedo de morirse mientras dormía y, entonces, se pasaba las noches en vela para que no lo sorprendiera la muerte. Y durante el día se quedaba dormido en cualquier lugar donde se sentaba, pues siempre tenía sueño. Mi abuelo Román era un hombre alto —o, quizá, así lo veía yo de niña— y adusto, serio, silencioso. Tenía el pelo gris y tenía mucho, a diferencia de su único hijo, que se quedó calvo muy joven. Cuando yo era niña, lo veía todos los martes cuando íbamos a su casa a comer, pero no recuerdo haber hablado con él nunca; de hecho, no lo recuerdo hablando. Después de la comida, durante la cual se sentaba en la cabecera de la mesa, como un director de orquesta mudo, se levantaba y se iba al café, a jugar dominó con sus amigos, también refugiados de la guerra civil española. Lo recuerdo siempre vestido con un traje gris y de corbata. Hay un poema de Machado, creo, que habla de un olmo herido, partido a la mitad por un rayo. Serrat le puso música y cuando lo escucho —antes con frecuencia; ahora, menos— siempre me trae a la mente a mi abuelo Román. Tampoco recuerdo haberlo visto sonreír jamás. Perder la guerra, perder su casa, su pueblo, sus dos pequeños barcos pesqueros —María Luisa y Fernando— y su país lo hirió irremediablemente. Sus ojos eran tristes y su boca, amarga. No se llevaba bien con mi papá, su hijo menor después de tres hijas mujeres, la segunda de las cuales, mi tía Maricarmen, murió joven, después de dar a luz a su tercer hijo. No sé con quién se llevaba bien mi abuelo Román. Estuvo al lado de mi abuela María Luisa siempre, aún cuando la guerra los separó, y murió en su cama, tomada de la mano de ella, en su departamento de la calle de Uxmal, en la Narvarte, un tiempo antes del terremoto del 85 (no sé exactamente cuánto). Había vuelto a a España unos años antes, una sola vez después de la muerte de Franco, a despedirse de su tierra. Lo acompañaron mi abuela y mi papá, quien temía que su padre se desmoronara con la visita.


miércoles, 5 de octubre de 2022

Invitado: Thich Nhat Hanh


Practica hasta que te veas a ti mismo en la persona más cruel de la Tierra, en el niño que muere de hambre, en el prisionero político. Continúa hasta que te reconozcas en todas las personas en el supermercado, en la esquina de la calle, en un campo de concentración, en una hoja, en una gota de rocío. Medita hasta hasta que te veas a ti mismo en una mota de polvo en una galaxia distante. Mira y escucha con todo tu ser. Si estás plenamente presente, la lluvia del Dharma regará las semillas más profundas en tu conciencia y mañana, mientras estés lavando los platos o viendo el cielo azul, esa semilla brotará y el amor y la comprensión aparecerán como una hermosa flor.


silvestre en Chimal


Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


lunes, 3 de octubre de 2022

Montaña




La RAE dice que una montaña es "una gran elevación natural del terreno" o "un territorio cubierto y erizado de montes", esto entre 4 acepciones más. La RAE no dice de qué color son las montañas o de qué color deberían ser. A mí, cuando era chica, o sea niña, me dijeron que las montañas no podían ser moradas. Supongo que intenté dibujarlas así, de mi color favorito que coincidía, además, con el color del cual yo a veces las veía. Pero aprendí que eso estaba mal. 

Hace unos días que bajé a caminar por la mañana, descubrí estas montañas detrás de la barda del condominio. Y las volví a ver moradas, aunque en la foto no se vean del todo así, a menos que alejemos de la imagen). Pero siempre pueden imaginarse. Y eso, creo yo, es lo que cuenta.

Por suerte, a lo largo de mis casi 60 años de vida, he ido desaprendiendo mucho de lo que me enseñaron de niña. Me quedan algunas asignaturas pendiente aún.

La RAE también define la "montaña rusa" y me encantó cómo lo hace:

1. f. Atracción de feria consistente en una vía férrea estrecha y en declive, con altibajos y revueltas, para deslizarse por ella en carritos.

Aunque no cuente por qué es rusa ni sepa que a mí me dan terror ni que la última a la que me subí fue la Matterhorn de Disneylandia a mis 11 años, en un viaje que hice con mis papás y mi hermano.