martes, 30 de abril de 2024

Último día de abril

Día del Niño le dije toda la vida y así es como me sigue gustando llamarlo, aunque ya no sea políticamente correcto. Pienso que la corrección política sería más productiva como algo interno, más en el camino de una coherencia moral, por decirlo de algún modo, que como una manifestación externa, muchas veces con visos de superioridad moral, que se aferra a las restricciones lingüísticas. Pero bueno, esa soy yo, la que tampoco usa smartphone ni guatsap porque no quiere y porque quiere resistirse a tantas cosas impuestas por un sistema que persigue la comodidad como forma de lucrar, sin importar ningún tipo de consecuencia, individual, social o cósmica.

Y no sé ni cómo me metí en este jardín, como dirían allá de aquel lado del mar, cuando a una le da por 1. loc. verb. Enredarse innecesariamente en un discurso o parlamento teatral o en una situación complicad.Pero mejor me salgo para compartir que en mi caminata de hoy me encontré con la luna equivocada, esa que sale de día y que me recuerda a E, y la fotografié 3 veces, entre las ramas de distintos árboles:: 














Y luego, al llegar al jardín de arriba, el de la entrada al condominio, con una alberca casi vacía dada la escasez de agua, me encontré, sobre el pasto, con el cadáver de una cría de zanate. Lo mismo nos sucedió a Santiago y a mí cuando caminamos de tarde por ahí hace un par de días. Él se llevó las dos crías muertas que encontramos y las puso en una jardinera lateral, tapadas con hojas secas. Yo intenté hacer algo parecido y no pude, pero sí tapé el cuerpo ya descomponiéndose. Estos hallazgos tristes suceden todos los años. A veces, Yare ha rescatado alguna avecilla bebé aún viva, pero rara vez se logran. Quizá el calor intenso y la sequía hayan contribuido a aumentar las pérdidas. Los zanates adultos, hembras y machos, vuelan por todo el lugar y graznan y cantan y quizá lloren a su modo.

Y de vuelta al depa, me dio por buscar una foto mía de bebé para ponerla de perfil de feis y me la traigo para acá también. Aquí debo tener unos cuantos meses de nacida y estoy en mameluco al sol en el jardín de la casa de Cuernavaca de mis abuelos Óscar y Rosa, sobre un petate, que seguiría siendo la manera en que nos tenderíamos al sol a medida que crecíamos, como hacían los adultos. Esta foto siempre me ha gustado mucho. Lloro, parece, o a lo mejor canto a mi modo y muevo las manitas, que por ello aparecen borrosas.




"Baby Chief" (2, en este caso) me llama mi hijo en mis fotos de pequeñuza.

viernes, 26 de abril de 2024

Finales de abril


Se acaba abril y me muero de calor.
Ojalá no tarden las lluvias.









Se acaba abril y la planta del amor vuelve a florecer. Siempre un buen recordatorio de que hay amor siempre, si abrimos los ojos y la mente corazón.


Se acaba abril y la piedra me regala 3 flores juntas.


Se acaba abril y a mi gata le salen dos caras cuando la fotografío.



Se acaba abril y seguirá mayo y así la vida.
Sorprendente.
Cotidianamente milagrosa.

martes, 23 de abril de 2024

Sant Jordi 2

Hoy es Sant Jordi en Barcelona y en el resto de Catalunya.
(Ya lo decía yo aquí hace nueve años, cuando aún dolía.)

Un día como hoy, pues, se festeja al santo patrón de la región. El caballero mató a un dragón que aterrorizaba a una población y, así, salvó a la princeso que hubiera sido su siguiente víctima. De la sangre del dragón nació un rosal: el héroe ofreció una de sus rosas a la dama. A esta tradición se unió el hecho de que la UNESCO estableciera el 23 de este mes como el Día Internacional del Libro allá en 1995, mucho después de la proeza de Sant Jordi. Pero regalar rosas es lo más característico de la fecha. (Aquí un paseo virtual por la Casa Batlló en Barcelona, donde Gaudí dejó pistas de la historia del santo y el dragón.)

(Yo a veces sueño aún con que algún día alguien me regale una rosa por Sant Jordi, pero ya no tanto.)

Y este año, inspirada en la tradición catalana, se celebró (supongo que no será la primera vez) la Fiesta del Libro y la Rosa en el Centro Cultural Universitario (al que yo le sigo diciendo "Cultisur", como se le decía hace añísimos). Había más libros que rosas (o yo no las vi). Hacía años que yo no iba a una feria del libro y, en compañía de Runs, resultó un paseo genial. Gasté más de lo previsto, pero nada grave, y sentí la emoción que sentía cuando de joven entraba a una librería y quería todo. Lo que sí nos encontramos en nuestro deambular fue un par de dragones, sobrevivientes de la espada de Sant Jordi, en los barandales de la parada del metrobús:



También esta imagen del espejo de agua afuera del MUAC con los reflejos de las lonas de la feria y un par de paseantes:



Y un ojo florecita de regreso al metrobús:



Hoy es, pues, 23 de abril y no pasa nada.
Ella cumple años pero hace años que no lo celebramos juntos.
Y no pasa nada.
Hoy es 23 de abril y, por vez primera, recibí una felicitación, con todo y rosa virtual (gracias, Runs):

feliç sant jordi 🌹🐉📚

lunes, 22 de abril de 2024

Invitado: Dzogchen Ponlop Rinpoché


Siiéntate como el príncipe

Siéntate como la Tierra,
Perfectamente calma:
la base de todo movimiento.

Fluye como el río,
Naturalmente fresco,
nutriendo el campo del despertar.

Crece como el árbol,
Orgánicamente paciente:
lleno de vida y aliento.

Muévete como el aire,
Libremente original:
creando una brisa de alivio.

Resplandece como el Sol,
Sin pensamientos, brillante:
amando sin punto de referencia alguno.

Siéntate como el Príncipe,
plenamente presente —ahora
con verdadero corazón de curiosidad. 

Solo encuentro esperanza
En las huellas de Siddhartha:
Para encontrar mi despertar.
Primordialmente presente —ahora— dentro de mí.  


dpr  Starbucks de NY, NY  11 de agosto de 2009
Enviado vía Blackberry de T-Mobile 

Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

martes, 16 de abril de 2024

San Vicente y yo


Compartimos un aniversario, su muerte (el 5 de abril de 1419) y mi nacimiento (el 5 de abril de 1963), con 544 años de diferencia. El viernes 5 de abril de 2024 nos celebraron a ambos (sus 605 años de muerte y mis 61 años de vida) en San Vicente Chimalhuacán (Chimal pa los cuates), en el Estado de México, un pueblo pegadito a Ozumba, donde vive mi comadre María Eugenia y cuyo santo patrón es San Vicente Ferrer.

Ya antes, quizá en el 2015, habíamos celebrado esa coincidencia mi comadre y yo, con la alegría, además, del nacimiento de Vicentito, un gallo que salió del cascarón (en forma de pollo, claro)  en su casa justo el 5 de abril, entre los cuetes para San Vicente y el pastel para mí. El Vicentito vivió feliz en Chimal unos cuantos años (entre 5 y 10 es la esperanza de vida de esas aves y entre ellos se situó la vida de mi tocayo de cumpleaños). 

Cuando busqué información sobre el santo en gugle, me encontré con datos interesantes que desconocía por completo. Aquí se puede leer más sobre él, pero entre lo destacable para mí está el hecho de que fuera un escritor del Siglo de Oro Valenciano, de que llevara a cabo, según la leyenda, varios milagros y por ello se le represente con el dedo índice levantado hacia el cielo y un par de alas en la espalda, y de que fuera un predicador viajero en la Europa medieval. Supongo que la iglesia del pueblo de Chimal, del siglo XVI y donde Sor Juana fue bautizada, debe haber sido dominica, como el santo, aunque por qué se le escogió a él como patrón, muerto mucho antes de que América apareciera en los mapas europeos, no tengo ni idea. 













Este añs nos tocaron, a San Vicente y a mí, no solo todos los cuetes del mundo sino también chinelos (que son  oriundos de Morelos, y también de las zonas aledañas del Estado de México) y banda que pasaron dos veces frente a la casa de mi comadre, tocando, bailando y brincando.









Esa noche, la fiesta siguió en la plaza principal del pueblo y la música, con las bocinas más grandes que yo haya visto (y oído) jamás se prolongó hasta las 2 de la madrugada, más o menos.



















Y al día siguiente, la celebración continuó con el desfile de las marotas, quienes se detenían a bailar enfrente de las tiendas, mientars subián y bajaban por las calles del pueblo.

Así el cumpleaños (y poscumpleañera) de este año.
El mero día me regalé, también, un paseíto fotográfico por el pueblo, alejada del centro, y me encontré, entre otras maravillas, imágenes como estas:






Y el Popo, amigo majestuoso, tras una flor de colorín:

 



 

martes, 9 de abril de 2024

Crónica de un eclipse de sol


Nos habíamos preparado comprando unos lentes para ver el eclipse total de sol y no mucho más. Sabíamos que era el lunes 8 de abril alrededor del medio día en Cuernavaca. Que aquí alcanzaríamos una totalidad del 75%.

Yare lo vería en el trabajo. Santiago quedó de venir a la casa, no demasiado emocionado. Cuando llegó, ya la luz en el departamento se sentía diferente. No estaba demasiado oscuro pero con un cariz  diferente de cuando está nublado. A mí me provocaba una sensación de presagio de algo, qué sé yo, no auspicioso. (Ominoso, como diría mi amigo Horacio.) Alba, que me ayuda con la limpieza, comentó que notaba el cambio también. Santiago se puso a desayunar algo rápido mientras yo armaba un morral con camarita rosa, pala de cocina con hoyos, lentes de ver de lejos y lentes oscuros. Los 2 pares de lentes de eclipse los traíamos en las manos.

Antes de salir, vi a unos vecinos sentados a la entrada de su edificio, detrás del mío, platicando resguardados del sol (y sin voltear al cielo), pero, quizá, con la conciencia de que estaban en la sombra de la luna. (O no.)

Y entonces nos lanzamos los tres a ver el eclipse. Alba comentó cómo el anterior (el anular de octubre del año pasado) lo había visto en el piso, entre las sombras de las hojas de los árboles . Así que nuestra primera parada fue bajo el árbol de moringa. Estaba llegando al punto máximo:


"Hace burbujas ese eclipse", comentó una amiga en instagram


Entonces seguimos hasta el guamúchil y, allí, empezamos a atrevernos a ver al cielo, usando los lentes, no sin cierto recelo. Santiago fue el primero y se asombró. Entonces seguimos Alba y yo. Y nos asombramos. Sobre todo de que el sol pareciera la luna (un gajo de luz) y la luna fuera un círculo negro. Una vecina salió al balcón y nos veía con cierta displicencia, quizá preocupación. Le dije que si quería salir a ver. Negó con la cabeza. Le dije que lo podía ver en la sombra de los árboles. Negó con la cabeza.

La temperatura bajó. Llegábamos al 75% (nuestro 100%). Nos sentamos en las bancas de piedra junto a la segunda alberca y nos fuimos turnando los lentes y comentando lo que sabíamos del eclipse. Yo les conté mi vivencia del eclipse total de 1991, que presencié con mi amiga Ángela en plena Avenida Coyoacán (¿o era Churubusco?) de la Ciudad de México, cerca del trabajo de ella. (Santiago no había nacido aún y Alba tenía 4 años.) De entonces no guardo ningún recuerdo visual ni me acuerdo si teníamos lentes (quizás sí porque Ángela tiene un tío astrónomo). Lo que recuerdo con total claridad fue el asombro y el miedo que sentí en el cuerpo cuando se hizo de noche en pleno día. Oscuridad casi total (en la ciudad nunca lo es del todo). Pájaros que volvían a sus árboles a guardarse. (No recuerdo si algo sucedió con el tráfico.) Y la preguntas: ¿Y si no vuelve a salir el sol? ¿Y si nos quedamos a vivir en la oscuridad durante el resto de nuestras vidas? A los poco minutos, volvió a amanecer, claro, aceleradamente, con el sol al centro del cielo, brillante como si no hubiera pasado nada (o como si hubiera pasado todo). Fue como pausar el tiempo duranto unos segundos. Como suspender la vida cotidiana durante un momento. Como aguantar la respiración y luego volver a respirar justo antes de que se acabe el aire.

Y allí, junto a la alberca, la temperatura volvió a subir y la luz "normal" empezó a volver poco a poco. Nosotros emprendimos el camino de regreso al depa. Nos detuvimos para ver al sol medio oculto otra vez, usando mi pala de cocina con agujeros, que nos regaló 7 eclipses, con la luna dejando al sol volver a salir. Y llegamos a la entrada de mi edificio. Una vecina se asomaba por su balcón, hablando por celular. Nos preguntó si podía bajar y verlo con nuestros lentes. Que sí, le dijimos y le enseñamos también las sombras del eclipse entre la palma que adorna el vestíbulo. No entiendo, decía. Con los lentes, miró al cielo, se asombró, preguntó si en Europa se vería y luego corrió escaleras arriba diciéndole al celular que sí se veía. Nosotros nos turnamos los lentes una última vez antes de volver a la casa y a la vida cotidiana, mientras la luz volvía ser la de siempre. (O no.)




miércoles, 3 de abril de 2024

de bichos y así




Mi abuela Rosa les decía "estrellas" a estas arañas. También decía que si las veías caminar para arriba era de buena suerte y de mala si caminaban para abajo. Yo siempre que las veo me siento afortunada. Esta pequeña apareció en mi casa hace un par de días, en la nochecita, cuando Santiago y yo volvíamos de un retiro de meditación. Aunque la foto no quedó muy bien (no quise usar flash), me emocionó volverme a encontrar con una después de mucho tiempo. Quizás haya hecho su nido detrás de esa foto de un canal de Venecia que tomé en otrq vida. Cuando me casé, Adrián me djo que en su familia les decían "cangrejas". Si buscas en gugle, tanto "estrellas" como "cangrejas" te llevan a otro tipo de araña, pero insistiendo, me encontré con que mis estrellas son "selenópidos", una familia de arañas conocidas popularmente como "arañas cangrejo de pared" o "arañas aplanadas".  No son venenosas y cazan insectos. Siempre han sido buena compañía.

A propósito de nada más, hace dos días soñé con otro bicho: una catarina (o mariquita o vaquita de San Antonio) que es un coleóptero coccinélido, de cuerpo redondo o elíptico en forma de cúpula y seis patas cortas. En la casa de Cuernavaca donde vivía mi abuela Rosa también había muchas y yo sentí mucha afinidad por ellas. Dicen también que la visita de una catarina es un buen augurio y en inglés hay una rima en su honor, donde la llaman "ladybird", aunque en realidad es "ladybug":

Ladybird, ladybird fly away home, Your house is on fire and your children are gone,
All except one, and her name is Ann, And she hid under the baking pan.

En mi sueño, que tenía lugar en el viejo departamento de mis papás en la colonia Narvarte pero con la terraza de mi departamento actual, yo tenía una catarina en la mano. Estaba adentro y quería liberarla , pero ccada vez que lo intentaba, acercándome al balcón, la catarina se volvía a meter. Al final, lograba que se fuera volando.

Aquí rescato una foto, de hace más de dos años y medio, de una catarina en un árbol de aguacate del jardín donde camino muchas mañanas:




Y para cerrar, unas palabras de la maestra Pema Chödrön nomás porque me las encontré hoy y son sabias:

Lo que sea que suceda en tu vida, gozoso o doloroso, no te dejes llevar por la reactividad.
Sé paciente contigo mismo y no pierdas tu sentido de perspectiva. 

(Original en inglés y fuente, aquí. Traducción al español, mía.)