Hoy celebramos la vida. el nacimiento, la iluminación y el parinirvana del Buda.
Es un momento de reflexión y de gran gozo.
*
¡Gracias, Buda Shakyamuni!
Imagen de Dzogchen Ponlop Rinpoché.
Hoy celebramos la vida. el nacimiento, la iluminación y el parinirvana del Buda.
Es un momento de reflexión y de gran gozo.
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¡Gracias, Buda Shakyamuni!
Imagen de Dzogchen Ponlop Rinpoché.
espejismo
De espejo e -ismo.
1. m. Ilusión óptica debida a la reflexión total de la luz cuando atraviesa capas de aire de densidad distinta, lo cual hace que los objetos lejanos den una imagen más cercana e invertida.
2. m. ilusión (‖ concepto o imagen sin verdadera realidad).
O sea, la vida misma. No nada más en el desierto o en la carretera. Sino caminando por los vericuetos de mi condominio.
Salgo del pasillo que recorre la parte trasera de los tres últimos edificios y en la pared del "G", veo lo que me parecen dos hojas secas adosadas al muro. Pero cómo llegaron ahí. Cómo se sostienen ahí. Me pregunto y me acerco. Y veo que no son hojas. Tienen la forma de dos triángulos superpuestos. Pero no alcanzo a descifrar qué son. Me acerco un poco más y ladeo la cabeza para un lado y para otro.
¡Ah! Mariposas. De las nocturnas, pero de un color mucho más claro. Qué harán. Me vuelvo a preguntar. Podrían estar procreando, supongo, pero su quietud es absoluta. Podrían estar vivas o podrían estar muertas. Están. Eso es seguro.
Les pega la sombra. Pienso que podría volver más tarde cuando les pegue el sol. Pero cuando me acuerdo, una nueva sombra las ha vuelto a cubrir. Y ellas siguen imperturbables. Cuando paso por el mismo punto al día siguiente, esperando reencontrarlas, parece que nunca hubieran estado allí. Estuvieron allí, me vuelvo a preguntar. Alguien las habrá visto o me lo imaginé.
Y así sucede con tantas otras cosas en la vida. Que no son lo que parecen. Que no parecen lo que son. Que etiquetamos e inventamos sin verlas. Como espejismos. Como ilusiones. A las que les pega la sombra y luego desaparecen.
Del lat. illusio, -ōnis.
1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
¿Cómo se crea el samsara? ¿Cómo se alcanza la realización?
apariencias pasajeras en un cielo pasajero |
Ya hay otras historias de plantas en este blog (como aquí y acá), además de que se cuelan por todos lados, en palabras o en imágenes. En realidad no me había dado cuenta cabal del lugar tan importante que juegan las plantas, las flores, las hojas, las semillas, las raíces en mi vida. Gracias a ellas es que, después de 6 meses de haber cruzado el charco de vuelta, siento que empiezo a (medio) aterrizar.
Desde abril pasado hay una planta nueva , que me regaló mi comadre María Eugenia de cumpleaños. Un amorcito, cultivado en Chimal. No es la primera vez que me traigo alguno a Cuernavaca, pero el último se murió hace unos años, calculo.
Llegando a mi casa, lo coloqué en el balcón con la intención de comprarle una maceta más grande. Entonces me di cuenta de que traía dos botones de flores. Compré, pues, el tiesto nuevo, donde lo metí con todo y su recipiente original, sabiendo que cuando una planta va a florear no es el mejor momento para trasplantarla, pues la floración le consume mucha energía y no tendrá suficiente para adaptarse a un nuevo sitio.
A los pocos días de estar expuesta al sol brutal (aún no empezaban las lluvias), vi con algo de tristeza que los dos botones se habían secado. No me sorprendió porque Cuernavaca es muuuuucho más caliente que Chimal. Pensé, entonces, que ya podría trasplantar el amorcito y entonces vi, ahora con sorpresa y gusto, que había echado otros dos botones, adaptándose casi de inmediato al clima cuernavacense. Opté, claro, por volver a aplazar su cambio de vivienda y empecé a esperar a que los botones abrieran.
Y abrieron, así de bonitos:
El Buda dijo que hay dos tipos de sufrimiento. Uno es el sufrimiento
físico, otro es el sufrimiento mental. El sufrimiento físico es
inevitable porque tenemos un cuerpo. Pero el sufrimiento
mental es opcional. No necesitamos sufrir estas tormentas
emocionales y torturarnos con todos estos sentimientos de culpa y
vergüenza y todas estas cosas. De hecho, podemos simplemente dejar caer la
carga y estar libres en el momento. Es muy posible. Estamos practicando
para esto. Y una vez más más, en un nivel inicial, simplemente
enviarnos a nosotros mismos gentileza amorosa y compasión y amigarnos, en
lugar de estar en guerra con nosotros mismos y torturándonos.
lluvia y flor de mayo |
Hace un año más o menos, en pleno confinamiento madrileño, empecé a escribir sobre las 10 películas que más me han marcado. (La lista podría hacerla varias veces, pero estas primeras elecciones arrojan bastante luz sobre mi manera de entender el mundo.) La última entrada, la de la sexta peli, la hice todavía en Barcelona, en octubre pasado. Hoy vuelvo, desde Cuernavaca, para ir completando la labor.
Vi En la ciudad blanca a mis 20 años (qué década aquella, la segunda de mi vida...) en Barcelona, en el desaparecido cine Casablanca. Ya he hablado un poco de esa experiencia en este blog (aquí) y aquel momento se convirtió en parte central de un capítulo de mi novela La prima mexicana (en revisión).
Hoy, 37 años después, recuerdo vívidamente varias escenas de la película de Alain Tanner. A Bruno Ganz, por supuesto, jovencísimo y guapísimo filmándose a sí mismo en las calles imposibles de Lisboa y a Rosa, su amante portuguesa. Como me suele suceder, no recuerdo el final. (Quizás sea un mecanismo de defensa esto de olvidar los finales.) Una vez, en Lisboa, traté de volver a ver el filme, pero lo único que logramos fue que un virus infectara la compu donde lo intentamos.
En la ciudad blanca ha estado conmigo desde entonces, más o menos presente, pero indisoluble. Ahora sé, a mi pesar, que los relojes no marchan al revés y el mundo no lo hace al derecho. Quizás saberlo sea una liberación, una bendición disfrazada.
Y, bueno, cuando se trata de esta peli, hablo de todo menos de ella. Con un argumento mínimo (un marinero alemán que deserta su barco en la capital portuguesa, donde conoce a una mesera del lugar, al tiempo que mantiene una relación epistolar con su pareja), es un poema sobre Lisboa y sobre la búsqueda (o la pérdida, según se mire) de uno mismo. Quizá algún día vuelva a verla: sería interesante mi percepción a casi 4 décadas de distancia de aquella primera vez, aunque me da un poco de susto también.
Para cerrar, dejo este enlace recién encontrado con una muy buena reseña del filme, por si a alguien le da curiosidad.
Protegernos del dolor
Protegernos del dolor —el propio y el de los demás— nunca ha funcionado. Todo el mundo quiere estar libre de su sufrimiento, pero la mayoría de nosotros lo hacemos de maneras que solo empeoran las cosas. Escudarnos de la vulnerabilidad de todos los seres vivos —lo cual incluye nuestra propia vulnerabilidad— nos disocia de la experiencia plena de la vida. Nuestro mundo se encoge. Cuando nuestras metas principales son obtener comodidad y evitar la incomodidad, nos empezamos a sentir desconectados de los otros e incluso amenazados por ellos. Nos encerramos en una red de miedo. Y cuando muchas personas y países emplean este tipo de enfoque, el resultado es una situación global caótica con mucho dolor y conflicto.
pájaros en el cielo de cuernavaca |
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.
A veces me gusta abrir la llave del gas de la estufa y tardarme unos segundos en darle al botón que saca la chispa que enciende la flama. Así, se acumula un poco más de gas del conveniente y cuando se prende lanza una flama grande, amenazante, pero no aterradora. Si lo hago con el comal de barro encima (más por descuido que por voluntad) entonces puede ser más peligroso, porque el gas no huele, se amotina y cuando enciende me podría alcanzar a quemar. Aunque nunca ha pasado.
Quizás todo esto sea porque tengo mono. Que acá, en México no quiere decir nada. Como chango en España tampoco transmite ningún significado. Porque chango es mono, simio pues, solo en México. Pero acá no tenemos chango, ni tenemos mono.
Tener mono, que allá es el sinónimo coloquial del síndrome de abstinencia, es el sinónimo espiritual, según yo, de la falta de satisfacción, fuente ineludible del sufrimiento, Mentalidad de pobreza, según el Buda.
Y qué mono que tengo yo hoy de Madrid. De mi María. De Ata. Del cielo azul Madrid y de otra vida, por más ilusoria que sea, como la mía. Hoy.
Madrid, mayo 2020 |
El tiempo es vida
por Norman Fischer y Susan Moon
Imposible no
pensar en mis papás un día como hoy. Es parte del imaginario familiar. Supongo.
El 5 de mayo era su día. Hoy lo habrían celebrado 59 veces, a sus 86 años, si
hubieran llegado, lo cual no era impensable. Pero no llegaron. Ninguno de los
dos. De haberlo hecho, yo creo que se hubieran seguido celebrando Yo creo que
habrían seguido juntos, por ello no me parece tan descabellado celebrarlos yo y
honrar así mis orígenes. Seguir reconciliándome.
Hoy les dejo
estas flores bañadas por el sol de esta mañana suya, deseando que hayan
encontrado o estén en camino hacia un espacio feliz y libre de sufrimiento.
silvestre
Del lat. silvestris.
1. adj. Dicho de una planta: Criada naturalmente y sin cultivo.
Esta definición abarca, por supuesto, miles, millones de plantas. (Supongo.) Para mí las plantas y, más específicamente, las flores silvestres son las que nacen entre las grietas de las banquetas y los muros abandonados. En las macetas, entre especímenes con nombre y apellido. En un trozo de tierra baldía donde casi no se posan los ojos de nadie. Enredadas a una alambrada. O al fondo de un jardín cuidado y recuidado.
Chimal |
Cuernavaca |
Madrid |
Elisa lleva la soledad clavada en el pecho. Su mirada cae sobre el césped amarillento que antes cubría pretencioso la enorme cuesta que se desdobla frente a la construcción. Hoy nadie se molesta en regarlo. Los dos olivos, que dan nombre a la finca, sobreviven al abandono, como esperando que el señor vuelva a mirarlos con ojos orgullosos. Las hierbas se van apoderando poco a poco del terreno. Elisa se agacha y recoge una de las plantas silvestres que salen cuando hay agua. Esta ha resistido el comienzo de la época de secas. Tiene flores como lágrimas de color amarillo limón. “Bolsitas de Judas” les dicen en el pueblo. “¡Quítemelas todas! Ya ve cómo acabaron con las hortensias”, sentenció alguna vez el señor del castillo. “Si fue la lluvia la que echó a perder sus flores”, salió en su defensa el jardinero. Ni él ni nadie podía oponerse a las órdenes de Rodrigo. A escondidas, Elisa convencía al peón de indultar alguna planta de temporada, esperando que la mirada del señor no la condenara. Hoy también las hortensias se han dado por vencidas. Sucumbieron a los embates del agua para luego secarse sin remedio. Las hierbas ocupan, tímidas aún, el territorio. La bugambilia y la llamarada no tuvieron tiempo de aderezar la blancura de los muros del castillo; el descuido les ganó.