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he decidido que hogar no es un lugar, es una sensación
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Hace unos días, cuando yo aún estaba de aquel lado del Atlántico, una amiga de acá, mi querida Frida, compartió esta imagen en su feisbuc y se la robé. Yo estaba a punto de emprender el regreso a casa (o sea, a México, a mi depa en Cuernavaca) pronto y sabía que este viaje implicaría una reflexión sobre lo que significa para mí la palabra, la idea "hogar". El cuestionamiento se disparó poco después de haber aterrizado, o de estarlo aún intentando.
Me puse a hacer un recorrido por el blog buscando las textos sobre este tema y me encontré con una serie de 16 entradas tituladas "Home". Las primeras 9 corresponden a 9 fotografías de fragmentos de mi casa, con especial presencia de plantas y flores, de entre julio y octubre del 2011 (a casi dos años de arrancado el blog y a 6 más o menos de haber empezado a vivir en este lugar: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8., 9). Hoy me parecen como piezas de un rompecabezas que se ha ido armando y desarmando con el paso del tiempo.
La décima entrada con este tema corresponde a julio de 2015 cuando parecía que reconectaba con unas primas y cuando daba un paso más en el duelo del último amor perdido, asentándome de nueva cuenta en mi propio espacio (10). La undécima, de septiembre de ese año, es una foto de Chimal y un texto de Pierce Brown sobre el hogar como el lugar o la persona con la que encuentras la luz en tiempos de oscuridad (11). La duodécima es un amanecer en mi recámara de unos días después (12) y la que sigue, un atardecer en el comedor de enero del año siguiente (13). En la 14, de unos días después del mismo mes, Jonathan Carroll habla de los invisibles, de los detalles que damos por sentados y constituyen el hogar. Y en abril de ese 2016, volví a la luz y las plantas (15).
La entrada 16 me pilló (como dicen allá) en pleno confinamiento en Madrid con una reflexión trasatlántica sobre el hogar y la falta de hogar. Quizá fue el principio de la búsqueda para redefinir la palabra, la idea, la sensación. De empezar a descubrir que es, en efecto, un rompecabezas de piezas cambiantes cuyo sentido se transforma todo el tiempo. Hoy intento volverme a encontrar en el espacio externo que he llamado hogar durante casi 16 años, pero ni huele ni se ve como lo recuerdo ni las imágenes que encuentro en los espejos me hacen el sentido de antes. Experimento una falta total de solidez que, según las palabras del Buda, tendría que poder vivir como una bendición, pues se acerca a percibir las cosas como realmente son. Pero la verdad es que, de momento, me sigue resultando desconcertante e incómoda.
Y buscando y repasando, di también con una enseñanza del Karmapa 17, que había guardado como borrador en septiembre del 2015, y que aprovecho hoy para rematar esta primera reflexión hogareña:
Tu hogar más importante es tu propia mente, más que cualquier otro. Tienes que volver a ese hogar, llegar a conocerlo un poco mejor. Y cuando descanses en tu hogar, aun durante un momento, podría ser el descanso más bello que tengas jamás. Ese es el comienzo de encontrar significado en tu vida. Ese es el comienzo de hacer las paces contigo mismo.
Original en inglés, aquí. / Traducción al español, mía.
Y mientras sigo en el camino con esa intención, un fragmento de mi hogar externo, atrapado desde el autobús entre el aeropuerto y Cuernavaca:
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Tepozteco a la vista
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