martes, 29 de junio de 2021

la flor azul 2

 

Chimal, la casa de mi comadre, es una de las constantes en nuestra vida, un sitio libre de todo peligro en este mundo tan incierto. "Nuestra" es de mi hijo y mía. Chimal ha sido desde siempre, desde qué él nació, nuestro segundo hogar. Nuestro lugar seguro.

Ahí está María Eugenia, dispuesta siempre a platicar, a escuchar, a compartir tlacoyos o tequila o huevos rancheros, o mezcal con miel o tamales o pay de atún. Ella ha sido para mí como un espejo amoroso donde me puedo ver, reconociendo lo bueno y lo no tan bueno que tengo, lo agradable y lo desagradable que puedo ser, a veces.

A Chimal llevamos a nuestros amigos más cercanos, a algún prometido pasajero, a Yare. Ahí festejamos cumpleaños. Convivimos con el recuerdo de doña T. Jugamos cartas. Y hablamos. Hablamos mucho. Y nos reímos mucho. De vez en vez, también lloramos. Sabemos que lo sucede en Chimal (lo que se habla en Chimal), se queda en Chimal.

Y Chimal nos hace saber de muchas maneras que sigue ahí para nosotros —cambiante y confiable—, ofreciéndonos, por ejemplo, diferentes flores en diferentes temporadas. Sabemos que volverán las magnolias o los azahares o las flores de manzano o de pera, o los cactus exuberantes que florecen en rosa-casi-lila. En esta ocasión, en plena temporada de lluvias (con todo y huracán/tormenta tropical Enrique), destacaba, entre floripondios y jazmines de la India, la flor azul (de la que hablaba también aquí, hace 2 años, la que dura un día).

La primera vez que recuerdo haber visto la flor azul fue antes: hace 7 años, en una visita en compañía hoy ausencia. Entonces la fotografié con una cámara ajena (porque mi camarita rosa no quiso enfocarla) y no tengo la imagen (o no recuerdo dónde quedó). Este vez, con la nueva camarita rosa, jugué a dejar los alrededores en blanco y negro y a resaltar el azul de la flor:




Aunque quizá no sea exactamente su color, sigue teniendo ese halo mágico de planta de cuentos que concede los deseos.


martes, 22 de junio de 2021

Quiero

Amapolas rojas y amapolas rosas.

Mariposas grises de alas estampadas.

El reflejo de una golondrina en el agua de la alberca.

Un helado de turrón.

La espuma del mar en los pies.

Tu mano en la mía.

Unas cañas en La Latina, cerca del Mercado de la Cebada.



sábado, 19 de junio de 2021

cosas raras que me gusta hacer

  • Ya hace poco hablé de cómo abro la llave del gas de la estufa y tardo un poco en darle al botón que lanza la chispa que enciende la parrilla, sola para ver una flama grande. Solo para sentir un atisbo de peligro.
  • Me gusta tomar la bolsita de cada uno de los varios tés que me preparo durante el día con los dedos para aplastarla y sacarle el sabor que aún le queda. Me gusta cuando quema un poco.  Me gusta la sensación viva en la piel. Se pasa pronto y no deja marca.
  • No lavo (casi nunca) la taza donde tomo té negro, mi adorada taza roja firmada por Saramago, sino hasta que ya tiene mandalas cafés dentro, de los restos superpuestos de té . Esta costumbre es herencia de mi exmarido, que lo hacía con su taza de café.. Para preservar el sabor, decía.
  • Al hacer (estirar) mi cama, no meto la sábana de arriba abajo del colchón, porque si no, en la noche, cuando me acuesto y me tapo, se zafa también la sábana de abajo y es como si no la hubiera hecho.
  • Cuando voy al cine (2 veces en los últimos 7 meses), intento sentarme con un espacio vacío a mi lado (derecho o izquierdo). En el asiento libre acomodo mi bolsa, pero, sobre todo, acomodo los dos pequeños changos (monos, simios) de peluche (uno morado y otro gris, como la bolsa anterior) que cuelgan de un lado (de la misma argolla) para que también puedan ver la peli. (Disfrutan tanto como yo).
  • Mi gata tricolor, la Khandro, se acuesta conmigo y se acurruca en la hueco que dejan mis piernas a la altura de las rodillas, cuando las doblo un poco. Yo la dejo, aunque implique una parálisis transitoria.


viernes, 18 de junio de 2021

gota

en una gota habita toda la gravedad

en una gota cabe el mundo todo

en una gota vive mi anhelo

en una gota tú, yo, los dos

en una gota


gota de lluvia a punto de caer esta mañana



miércoles, 16 de junio de 2021

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


Así que sé breve. Y mantén tu aspiración: que nuestro día entero sea nuestra práctica del dharma, que no sea solamente sentarte en tu cojín. Tu cojín, sí, es para asentar tu mente, tener la conciencia clara, establecer una buena motivación, pero luego tenemos que usar nuestra vida cotidiana —todos los seres con quienes nos encontremos, todo lo que hagamos— para desarrollar nuestra conciencia amorosa, para desarrollar nuestra caridad y generosidad, para desarrollar nuestra paciencia, para desarrollar nuestra gentileza, e intentar estar conscientes, estar presentes tanto como podamos. Entonces, nuestra práctica es nuestra vida cotidiana. Nuestra vida cotidiana es nuestra práctica. Entonces no puedes decir: "No tengo tiempo", porque mientras que estemos conscientes, ese es nuestro tiempo para la práctica.



zanata al acecho


Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


viernes, 11 de junio de 2021

Instagram y yo

Subí mi primera foto a Instagram el 17 de enero de 2021, hace 20 semanas según me informa la propia plataforma. La más reciente es de antier, 10 de junio.

Yo no había considerado tener una cuenta en Instagram porque no tengo un teléfono inteligente y, sin semejante dispositivo, parecía un poco inútil. Sin embargo, durante el confinamiento en Madrid a principios del coronavirus, supe que podía abrirla desde mi ordenador y lo hice solamente para seguir un evento en vivo de una amiga (hoy tristemente ex). No pude o no supe cómo conectarme y mi cuenta quedó ahí, medio abandonada. Entraba de vez en cuando, cuando recibí un recordatorio en mi correo, y veía las publicaciones o las "estoris" (que no historias) de unas cuantas gentes.

Cuando regresé a México, la novia de mi hijo me dijo que sí se podía usar Instagram desde la compu y me enseñó el truco. Así subí una luna nueva que contenía la luna llena. Desde entonces, Instagram para mí se ha convertido en una especie de album de fotos. Voy guardando las que más me gustan y me invento pies de fotos más o menos atractivos.

Hasta el día de doy, casi seis meses después, he subido 74 publicaciones (o sea, fotos), tengo 44 seguidores y sigo a 76, la mayoría de los cuales conozco, aunque algunos, no. (Los nombres en Instagram son rarísimos y, a veces, irreconocibles; yo, sin ir más lejos, soy "adelachurches"). "Estoris" no subo, pero me enteré, de forma más o menos violenta, que si tú ves la "estori" de alguien, esa persona lo sabe. Y no es que acosara a nadie, pero por una mezcla de nostalgia y curiosidad, "visitaba" a aquella examiga y resulta que no  le gustó. Incluso ha hecho su cuenta privada (aprendí también que eso significa que tienen que aceptar tu solicitud de seguimiento y mientras eso suceda no puedes ver sus publicaciones), aunque quizá no tenga nada que ver conmigo.

De esas 74 publicaciones, todas tienen por lo menos 1 "like" (me gusta o corazoncito). Es un alivio que Instagram no tenga distinción entre "me gusta" y "me encanta" como Facebook, porque a mí eso ya me da para imaginarme mucho más de lo debido. En promedio, yo creo que la mayoría de las fotos han recibido 6 "likes": aquí no es como en el blog, donde las visitas o los "me gusta" se van sumando en el tiempo: parece que lo que se vio y gustó en Instagram es instantáneo o no es. He juntado 23 comentarios en las 20 semanas (y algunos de esos son pies de fotos míos que no puse donde debía o alguna respuesta a alguien).



Durante mucho tiempo la publicación con mas "likes" tuvo 9  (la sexta, del 24 de enero: una toma del interior de la Casa Batlló en Barcelona) y pensé que jamás ninguna alcanzaría los 10, hasta que antier mi "gato bebe un gato" alcanzó los 13 corazoncitos. 

Un hallazgo importante ha sido el sistema de mensajes de Instagram, a través del cual he podido contactar a gente que de otro modo apenas me respondía.

Eso sí, podría decirse, con total precisión, que soy lo opuesto a un "influencer". Y está bien. Me gusta tener un lugar donde guardar mis fotos preferidas y me gusta la interacción (por casi nula que sea) con otros seres allá afuera. Sobre todo, me gusta ir deambulando por ese tan inasible fenómeno de la redes sociales y la virtualidad y atisbando cómo es relacionarse con el mundo, con la vida y con los otros desde ahí.



domingo, 6 de junio de 2021

Paseo dominical


—Los inquilinos pagan.

—Los inquilinos viven aquí. 

—Los inquilinos también tienen derechos.

Asevera una condómina del edificio B. La conozco desde hace años pero no nos hablamos, casi nada. Si acaso cruzamos miradas. En realidad Casi no habla con nadie, con los guardias de la entrada un poco. Es muy suya.

La escucho, cuando salgo a caminar temprano en la mañana. Habla con la presidenta de la Asociación de Condóminos, a propósito del robo de las cuatro llantas de dos autos la madrugada de hace una semana. Tiene razón. Los inquilinos (quienes rentan un departamento, pero no son dueños) son personas, aunque la administradora quiera hacernos creer lo contrario y algunos le crean. Siempre el patrón ancestral de nosotros, los buenos, versus ellos, los malos.





Sigo caminando. Ya no oigo qué le responden a la vecina. Pero veo a una golondrina sentada en unos cables. La fotografío y se ve su cola ahorquillada. 

Regreso a mi casa con los zapatos mojados por la lluvia de anoche. Quizá los calcetines, también. Me preparo para mi taller de meditación y escritura, que tomará las siguientes 6 horas del domingo.





Me traigo también una flor de un flor de mayo que empieza a marchitarse sobre las losetas grises. Hoy no me tocó salvar chicatanas (hormigas aladas también conocidas como hormigas de San Juan) de las albercas. Salen en la temporada de lluvias para cumplir un ciclo de apareamiento y procreación y son bastante torpes. Muchas acaban ahogándose. Confieso que hoy pasé sin fijarme demasiado.

Mañana será otra día.


jueves, 3 de junio de 2021

Invitada: Pema Chödrön

 

La paciencia es una práctica enormemente alentadora e incluso mágica. Es una manera de cambiar por completo el hábito humano fundamental de intentar resolver las cosas ya sea yendo hacia la izquierda o hacia la derecha, etiquetando las cosas como "buenas" o etiquetándolas como "malas". Es la manera de trascender el miedo, la manera de contactar las semillas de guerra y las semillas de paz duradera, y de decidir cuáles queremos alimentar. 









Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.