jueves, 31 de agosto de 2023

Agravio: toma 2


Cuando mi mamá murió, me contactó mi hermano, sin abogado de por medio, para compartir conmigo el testamento que ella había dejado. Según lo que él me leyó por teléfono, decía algo así como "Dejo todos mis bienes a mi único hijo, Román Iglesias Morineau". También aclaró que el documento lo había firmado A.L., una amiga de la familia, como testigo, para darle más validez a lo que estaba leyendo, a saber, la última voluntad de nuestra progenitora.

Román y yo nos habíamos encontrado en el funeral. Yo llegué directamente a la funeraria (que podrían haber sido los velatorios del ISSSTE, como cuando murió mi papá, aunque más bien me parece que fue Gayosso, allá en Avenida Félix Cuevas: recuerdo el estacionamiento donde dejé mi coche después de que mi amiga E. me llevara hasta allí desde Cuernavaca).  Me parece haberme cruzado con mi primo Jose en el camino hacia la sala donde estaba el féretro y ver de lejos a Cuca, quien fuera muy amiga de mi mamá. También recuerdo cómo mi tía Consuelo, hermana de mi tía Olga y de mi abuelo Óscar, intentó, sin éxito, que mi hermano y yo nos reconciliáramos (como si eso fuera una posibilidad). Yo alcancé a pedirle a él (o quizás lo hice sin pedirle permiso) que me dejara poner un cordón rojo de bendición sobre el féretro, cerrado con un cristal, para que se quemara con ella cuando la cremaran.

No me acuerdo cuánto tiempo después del funeral llegó la llamada. Yo ya estaba divorciada y vivía en el bungalito aquel en el viejo y querido Ocotepec. Fue allí donde había recibido el mensaje que mi tía Marisa dejó en mi contestadora el día que mi  mamá amaneció muerta, al pie de la escalera del departamento 2 del número 548 de la calle Uxmal, donde vivió casi toda su vida de casada y los pocos años en que fue viuda (yo no alcancé a contestar el teléfono porque estaba lavando ropa a mano en el lavadero compartido con doña Leo, la casera). Mi tía solo hablaba de una desgracia y entonces me comuniqué a casa de mi mamá (a ese número de siempre, en realidad el segundo que recuerdo: el teléfono de la casa pasó de ser 523-59-31 a 559-65-14). Me contestó Lupe, la señora que le ayudaba a mi mamá (y que fue quien la encontró) y me pasó a la Sra. Burak, la vecina de arriba, que era enfermera y me confirmó que mi mamá había muerto.

La llamada de mi hermano no la tengo clara. La tuve que  haber recibido en esa misma casa de Ocotepec y aunque me parece que Adrián andaba por ahí, no puede ser porque hacía ya tiempo que no estábamos juntos. Recuerdo algo del impacto, pero no mucho. (Me debo haber disociado ante la noticia.) Recuerdo que le pedí a mi hermano que nos reuniéramos. Y nos reunimos en Cuernavaca, en un restorán fifí de los que a él le gustan. En esa comida, le pedí que me ayudara a tener un lugar propio donde mi hijo y yo pudiéramos vivir sin tener la preocupación enorme de pagar una renta. Recuerdo que le pedí también que me dejara visitar el departamento 2 del número 548 de la calle Uxmal mientras lo desmontaba, para recoger, si aún existían, algunas cosas mías (como fotos y papeles viejos que nunca me llevé) y algún recuerdo de mis papás o de mi familia. Pensaba sobre todo en una azucarera de plata estilo art nouveau, quizás un regalo de bodas, que mi abuela Ma. Luisa trajo de España y que luego mi papá puso como adorno en la sala de la casa. Tenía una forma irregular, panzoncita, llena de curvas y de adornos colgantes y un par de asas. Me encantaba. Mi hermano dijo que sí a ambas peticiones. No cumplió ninguna.

A mí ni me pasó por la mente impugnar el testamento (era como pelearme con mi mamá después de muerta). Tampoco nadie me lo sugirió. Mejor me quedé con el comentario de otro  amigo de la familia que, en el funeral, me dijo que mi madre, a quien yo había visto por última vez 2 meses antes del accidente en la escalera (como cuento aquí), estaba contenta de que yo la hubiera buscado. Mi hermano, insinuó que se había resbalado por mi culpa, por la agitacion emocional de haberme vuelto a ver, pero eso nunca me lo creí. Yo me conté que quizás mi mamá, con un poco más de tiempo, habría enmendado el testamento que seguramente cambió en uno de sus arranques de rabia, odio, miedo, confusión...

En más de una ocasión, más de un pariente, tanto del lado de mi papá como del de mi mamá, comentó lo injusto que todo eso había sido y lo mal que mi hermano se había portado, escudándose tras la legalidad. Pero nadie nunca intercedió por mí.


martes, 29 de agosto de 2023

Invitado: Shunryu Suzuki Roshi


La comprensión verdadera es que la mente incluye todo; cuando piensas que algo viene de afuera, solo significa que algo aparece en tu mente. Nada afuera de ti mismo puede causar ningún problema. Tú mismo haces las olas en tu mente. Si dejas tu mente como es, se calmará. A esta mente se le llama mente grande.

Si tu mente está relacionada con algo fuera de sí misma, esa mente es una mente pequeña, una  mente limitada. Si tu mente no está relacionada con nada más, entonces no hay un entendimiento dualista en la actividad de tu mente. Entiendes la actividad como solo las olas de tu mente. La mente grande experimenta todo dentro de sí misma. ¿Entiendes la diferencia entre las dos mentes: la mente que incluye todo y la mente que está relacionada con algo? De hecho, son lo mismo, pero el entendimiento es diferente, y tu actitud hacia tu vida será diferente según qué entendimiento tengas.

Que todo está incluido dentro de tu mente es la esencia de la mente. Experimentar esto es tener un sentimiento religioso. Aunque surjan olas, la esencia de tu mente es pura; es justo como el agua clara con algunas olas. De hecho, el agua siempre tiene olas. Las olas son la práctica del agua. Hablar de olas separadas del agua o de agua separada de las olas es un engaño. El agua y las olas son uno.

La mente grande y la mente pequeña son uno. Cuando entiendes tu mente de esta manera tienes cierta seguridad en tu sentir. Puesto que tu mente no espera nada de afuera, siempre está llena. Una mente con olas en ella no es una mente perturbada, sino que es, de hecho, una mente amplificada. Lo que sea que experimentes es una expresión de la mente grande.


en una gota, el universo todo


Original en inglés y fuente, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


lunes, 28 de agosto de 2023

Historia de Groc

 

Hace unos días, salí a caminar de tarde por el condominio. Parecía que oscurecía demasiado pronto, pero era más bien el cielo encapotándose de color gris profundo, cargado de lluvia. Cuando me disponía a rodear la alberca del fondo, vi ondas agitadas en el agua, hacia la esquina derecha del rectángulo. No puede ser un insecto, pensé, algo más grande está intentando no ahogarse (o se está ahogando). Me acerqué y descubrí a Groc, un periquito amarillo, aunque entonces no le puse nombre .

Me puse en el borde de la alberca  y acerqué mi mano al agua para tratar de sacarlo cuanto antes, pero cuando lo intenté, chilló horrorizado. Entonces corrí a casa para traer el palo con la canastilla para recoger frutos y volví corriendo. Ya no había olas en la piscina, así que pensé que quizás Groc hubiera hallado la manera de salir del agua, pues tampoco se veía nada flotando. Cuando me asomé, vi cómo hábilmente se había agarrado con sus minúsculas patitas a los mosaicos que sobresalían del agua y se tomaba un respiro. Pero si no lo rescataba, seguramente moriría.

Así que con el mayor cuidado posible, introduje la canastilla al agua, pero Groc se peleaba con ella. Finalmente logré pescarlo y sacarlo, pero cuando intenté llevarlo al pasto para que no se fuera a caer otra vez, volvió al agua, así que yo empecé el procedimiento de nuevo. Ya en el pasto por segunda vez, intenté tomarlo con las manos para alejarlo del agua, pero daba brinquitos abriendo las alas y alejándose nervioso.

Entonces me di cuenta que, sobre el césped, había muchas hojas del árbol enorme que vive junto a la alberca. Tomé dos de las más grandes y con ellas atrapé a Groc, sosteniéndolo con mis manos entre las hojas, con firmeza pero gentilmente, y me lo llevé a la otra esquina del condominio, lejos de la alberca, a unas piedras debajo de nuestro Flor de Mayo.

Helo ahí:







Se veía medio atontado, agotado me dijo Yare cuando le conté, claro de todo el esfuerzo por salir del agua, pero bien. Tras fotografiarlo y desearle buena suerte, seguí mi caminata.

Un poco antes de que se acabara la cuenta regresiva de mi teléfono, decidí volver para ver cómo estaba Groc, deseando que se hubiera podido ir. Ya empezaba a llover y la temperatura había bajado, así que corrí de nuevo. Cuando llegué, lo encontré sobre la tierra, aún sin tenerlas todas consigo. Llovía más. Pensé que si se quedaba ahí, quizás moriría de frío, así que volví a correr a mi casa, encontré una caja de cartón y con eso y el guante de la cocina para las cosas calientes, volví corriendo al jardín. 

Groc andaba pegadito a la pared y, tras varios intentos, logré meterlo a la caja de cartón, cerrarla, y volver a casa, corriendo de nuevo bajo una lluvia, por suerte, no demasiado fuerte.

Lo llevé directamente a la regadera (cerrada, claro) del baño de Santiago para evitar que la Khandro notara su presencia. Le puse un cuenquito con agua. Busqué en google qué comen los pericos y entonces le puse un poquito de plátano. (Había pensando en partirle un poco de ciruela, pero por suerte no lo hice porque parece que está prohibida para los periquitos). Lo fui a ver un par de veces más. Seguía dentro de la caja. Luego decidí dejarlo en paz, para que durmiera y me comuniqué con Yare, experta en el salvamento de aves, para pedirle su apoyo al día siguiente: para cuidar a Groc o para devolverlo al mundo. Y me fui yo a dormir con cierto miedo de que no sobreviviera la noche (yo y mi mente catastrófica.)

En la mañana, pensé en esperarme a que llegaran Yare y Santiago (ya unido al plan) porque me daba miedo encontrar un cadáver en la cajita. Pero me animé y ahí estaba Groc, vivito y coleando. No pude determinar si había bebido o comido pero sí que había cagado, así que las cosas se veían bien. Eso sí, Groc no salía de la caja.

Al rato llegaron Yare y Santiago y les presenté al perico, que entonces sí salió volando de la caja y fue a ponerse en el quicio de la puerta que había yo cerrado rápidamente, antes de que la Khandro se diera cuenta en qué andábamos. De ahí voló al espejo y de ahí a las puertas de la regadera. Nos tomó un rato reatraparlo (fue Yare con su magia) y volverlo a colocar en la caja para llevarlo al jardín. Determinamos que era un pájaro adulto que sabía volar perfectamente y que, seguramente, ya estaba recuperado del susto del día anterior.

Salimos los tres al jardín y colocamos la caja sobre una barda. Yo la abrí. Groc no salía. Entonces Santiago se montó a la barda, se acercó a la caja y entonces, el perico emprendió vuelo y se fue a posar en lo alto de un árbol.










Cuando volvimos a la casa, me di cuenta de que no lo habíamos bautizado. Pensé que nombrarlo con la palabra catalana para amarillo era un buena idea.

Ojalá que Groc haya encuentrado su camino a casa y sea feliz.

viernes, 25 de agosto de 2023

Agravio: toma 1


Cuando mi papá murió, mi mamá me contactó a través de un abogado, después de habernos conectado fugazmente en el funeral, para pedirme que le devolviera el departamento 7 del número 149 de la calle Petén, en la colonia Narvarte. Ella y mi papá me habían comprado el piso unos 10 años antes más o menos, como una manera de compensar el auto que le habían comprado antes a mi hermano. (El depa y el coche costaron más o menos lo mismo.)

El departamento 7 del número 149 de la calle Petén era minúsculo (y genial).

Tenía dos espacios que juntos formaban un rectángulo. Al fondo estaba la habitación, que daba a la calle. Tenía un clóset con un minipasillo enfrente e incluía un baño completo (con regadera, donde guardaba el champú color vómito de insecto). Ese cuarto se alfombró con una alfombra de nudos color gris oscuro, lo último en la moda de la época. Sobre ella descansaba mi colchón (arreglo que tanto le preocupaba a mi tía Olga). En un cajón de madera, donde había tenido juguetes en la casa paterna, vivió una diminuta televisión color rojo chillante (una línea de luz morada le recorría la pantalla de lado a lado cuando yo buscaba la señal de un canal que se pudiera ver).

A la entrada estaba la estancia, donde cupieron la sala (un couch y un librerito anaranjado, con el aparato de sonido que le había yo comprado a mi amiga Ángela), mi secreter pegado a una pared (adonde llegó la primera planta del amor, aunque aún no florecía) y un minicomedor con una mesa de metal negro, cubierta de vidrio y 4 sillas del mismo metal negro y tapizadas en amarillo. Ese espacio tenía un ventanal que daba al cubo central del edificio y una cocina diminuta y alargada. A este cuarto ya no me acuerdo si se le puso un piso como tablero de ajedrez, o sea, a cuadros negros y blancos (como el del taller de MM), o duela de madera (creo que fue duela). 

Habré vivido allí desde los 25, más o menos, hasta los 30 que me mudé a casa de Adrián. Aunque no acepté que las escrituras se pusieran a mi nombre (en un ataque absurdo, sí, de orgullo postadolescente), yo manejaba el depa como mío: pagaba los gastos que generaba y recibía los beneficios de rentarlo. Mi mamá en alguna ocasión me dijo que esa propiedad la había designado para mí en un legado en su testamento, pera evitar problemas con mi hermano. 

Luego pasó todo lo que pasó (que es objeto de otro espacio o de otro momento), se rompieron las relaciones entre ellos y yo y no volví a ver a mi papá. Cuando en el velatorio intercambié teléfonos con mi mamá (o más bien, le di el mío porque el de casa de ellos seguía siendo el mismo de siempre), no me imaginé que su siguiente paso sería que pedirme que le devolviera el departamento 7 del número 149 de la calle Petén.

Recuerdo el momento cuando recibí los papeles que debía firmar renunciando a cualquier derecho sobre el depa. Mi entonces esposo me aseguró que, para apoyo, ahí estaba él y que yo no necesitaba nada ni a nadie más y entre ambos convinimos no pelear contra mi mamá. Recuerdo la firma de ella, con su inconfundible letra manuscrita en tinta azul, pequeña y muy legible pero como con conciencia de no ser muy valorada, seguramente escrita con su pluma Cross dorada y delgadita: un nombre de pila y un apellido (MM también). Y mi firma al lado, más garigoleada, la misma firma que alguna vez inventáramos juntos mi hermano y yo de niños.


miércoles, 23 de agosto de 2023

encrucijadas / crossroads

 

We have to get used to the idea that at the most important crossroads in our life there are no signs.


Ernest Hemingway


Tenemos que acostumbrarnos a la idea de que en las encrucijadas más importantes de nuestra vida no hay señales.

Traducción de la cita e imagen, mías.


la luna de anoche


Y quizás valga la pena hablar un poco de encrucijadas y su equivalente en inglés.

El DLE dice que una encrucijada es un "lugar donde se cruzan dos o más calles o caminos", lo cual es bastante evidente. También dice que es una "ocasión que se aprovecha para hacer daño a alguien, emboscada, asechanza", lo cual me sorprende, pues no lo tenía claro, aunque quizás es porque cuando dos caminos se cruzan, estamos vulnerables y expuestos en nuestra indecisión o en esa pausa antes de elegir uno de ellos. Y también consigna una tercera acepción: "Situación difícil en que no se sabe qué conducta seguir", que enfatiza el conflicto emocional interno más que la condición de ser víctima de un malhechor que se aproveche de nosotros, emboscándonos.

Según el Merriam-Webster Dictionary, "crossroads" es el vocablo inglés para referirse a "un camino que cruza una vía principal o corre a través del campo entre vías principales. Su segunda acepción, corresponde, más o menos, a la primera citada arriba: "el lugar de intersección entre dos o más caminos" o sea, lo mismo pero en otras palabras. Y finalmente lo usa para referirse a "un punto crucial, especialmente donde debe tomarse una decisión", o sea, algo parecido al tercer sentido, más figurado, propuesto arriba, pero con un giro, me parece, más positivo, pues no habla de dificultad ni de indecisión, sino de momento decisivo y de la necesidad de hacer una elección tras reflexionar, lo cual puede, sin duda, implicar una serie de dificultades, pero no necesariamente.

Una encrucijada, pues, pudiera ser la posibilidad de dar el primer paso hacia la libertad. Pero como advierte Hemingway, las más de las veces no estará señalizada, lo cual a su vez puede apuntar a por lo menos dos fenómenos. Pudiera ser el hecho, literal, de que no haya señales que indiquen hacia dónde ir o bien, a nuestra falta de conciencia sobre el peso del momento. Y esto, en sí, también podría tener tanto una vertiente positiva como una negativa.

Tener conciencia es una ventaja, casi siempre, cuando transitamos el camino de la vida. Pero si nos pasamos de conscientes y nos ponemos a sobrepensar las situaciones, podemos acabar atrapados en nuestras propias cavilaciones mentales y olvidarnos de la experiencia misma.

¿Y para ti, cómo es la experiencia de las encrucijadas de la vida?


lunes, 21 de agosto de 2023

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


En todas nuestras vidas hemos tenido tantas semillas que estamos plantando. (...) Están todas allí: buenas, malas y sobre todo neutras. Y cuando las causas y condiciones confluyen, algunas de estas semillas aparecerán y no sabemos cuáles. Que es la razón por la cual le suceden cosas malas a gente buena y cosas buenas a gente mala, porque ninguno de nosotros es inherentemente siempre bueno o malo. Todos somos una mezcla, y no sabemos lo que va a pasar. 

Por lo tanto, puesto que no controlamos cuáles semillas van a aparecer, nunca sabemos cuál. Eso es el pasado. Lo que nos sucedió ahora está en el pasado; la idea es que hay remanentes que surgen del pasado, semillas que sembramos en vidas previas. Pero la manera en que respondemos, como respondemos a lo que nos está sucediendo en ese momento es plantar semillas para el futuro. Así que, momento a momento a momento en el presente, estamos consumiendo el pasado y creando nuestro futuro. Y esta es una de las razones por las cuales esto es tan importante, desarrollar esta cualidad de presencia y atención plena para que cuando nos sucedan cosas, y especialmente cosas difíciles, respondamos hábilmente. Y mientras estamos lidiendo con los resultados negativos pasados, estamos, no obstante, dándole un giro positivo la la situación para que cualquier cosa que nos suceda sea todo parte de nuestro proceso de aprendizaje. 


cielo tepozteco



















Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

sábado, 19 de agosto de 2023

ego, yo y demás parientes


¿Cómo aterriza una después de un mes de estudio y meditación budistas, incluyendo mi participación como traductora? No tengo idea. Lo estoy descubriendo a medida que lo intento. No es la primera vez que lo vivo. De hecho, es la tercera, pero tampoco me acuerdo de lo que hice los años anteriores; solo conservo una ligera memoria de la sensación de estar perdida, como perro sin dueño, digamos.

Y se siguen pasando los días y yo que no me hallo. Quizás ahí esté la clave. En que no hay ni yo ni necesidad de hallarme.

Me viene a la mente una advertencia que aparece en el libro Training the Mind de Chögyam Trungpa Rinpoché, donde comenta los eslóganes de la tradición de Atisha y dice así, más o menos: "¡El uso de este libro podría ser riesgoso para tu ego!". Esto es en realidad válido para todas las enseñanzas de Buda Shakyamuni. 

Uno de los cursos que tomé el mes pasado versaba sobre la naturaleza búdica (que puede señalarse con muchos otros nombres: naturaleza de la mente, bondad fundamental, Dharmakaya, talidad...) y que plantea una idea revolucionaria: todos los seres sensibles (en el sentido de los seres con mente) tenemos una naturaleza primordial pura, es decir, sabia, luminosa, compasiva y carente de ego. A simple vista podría parecer algo trivial o inútil, pero apunta a una realidad profunda y liberadora: debajo de toda nuestra confusión, ignorancia y sufrimiento hay un espacio libre de todo eso, es decir, que todos los seres sensibles tenemos ya la disposición (semilla, potencial...) para manifestar ese estado de iluminación. Y, así, somos todos iguales.

Una parte del curso, basado en el estudio del cuarto punto de un texto clásico llamado Uttaratantrashastra, apunta a las señales o indicaciones de que esto es así, de que dentro de nuestro capullo de elaboraciones mentales, hay un espacio de libertad más allá de las palabras, las conceptualizaciones y las etiquetas. Para mí en particular, uno de estos indicios fue la sensación de cortocircuito mental que empezar a penetrar en estas enseñanzas le produjo a mi ego, a mi yo.

¿Y qué o quién es este ego o yo o identidad?

Un poco de diccionario nos puede ayudar, quizá, a empezar a entender o, por lo menos, a investigar o cuestionarnos.

yo

Del lat. vulg. eo, y este del lat. ego.

Formas de caso me, mí, conmigo.

1. pron. person. 1.ª pers. m. y f. sing. Forma queen nominativodesigna a la persona que habla o escribeYo estoy muy tranquila.

2. m. Fil. Sujeto humano en cuanto personaEl yo. Mi yo.

3. m. Psicol. Parte consciente del individuomediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio.

Aunque bueno, así puesto, parece algo sólido y existente que podemos precisar, pero la verdad es que si lo intentamos, nos topamos con su ausencia, la falta de una identidad a la cual pudiéramos aferrarnos.

ego

Del lat. ego 'yo'.

1. m. Psicol. En el psicoanálisis de Freud, instancia psíquica que se reconoce como yoparcialmente conscienteque controla la motilidad y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior.

2. m. coloq. Exceso de autoestima.

O, desde el punto de vista budista, entidad ilusoria que tomamos como real y cuya defensa a capa y espada es la fuente de todo nuestro sufrimiento.

Hasta aquí, más o menos, lo que soy capaz de poner en palabras. Lo demás sigue cocinándose a fuego lento y espero que se manifieste poco a poco en acciones que sean de beneficio propio y, sobre todo, de beneficio para todos los seres que me rodean.

De pilón, una suerte de dibujo que surgió mientras traducía en una de esas clases y que puede verse como la ilustración del corto circuito que lleva a la liberación:


martes, 15 de agosto de 2023

Ella siempre decía


Mi abuela Rosa siempre decía que más vale malo conocido que bueno por conocer y decía que más vale pájaro en mano que ciento volando. Y decía que quería a mi hermano más que mí porque él, por lo menos, era su ahijado y yo no era nada suyo porque ella era solo la madrastra de mi mamá. Y decía que la enorme ensaladera de madera tallada de una sola pieza no debía lavarse con agua y con jabón porque la madera acabaría por resecarse y abrirse. Una vez me tocó lavar los trastes después de la comida y pensé que era mi oportunidad para lavar la ensaladera como dios manda y no limpiarla solo con papel absorbente o servilletas como decía mi abuela que, pensaba yo en ese momento, estaba loca. Así que puse manos a la obra y enjaboné  la enorme ensaladera familiar con todo el jabón que encontré bajo el fregadero hasta que quedó completamente cubierta de espuma blanca. En ese mismo momento, mi abuela se apareció como un fantasma en la puerta de la cocina y yo me di la vuelta para verla con cara de circunstancia, intentando esconder el pecado en que había incurrido. No sé si fue mi cara lo que me delató o, quizá, fue la espuma que seguía creciendo y saliéndose del fregadero. No tengo idea de lo que sucedió cuando se dio cuenta de lo que yo había hecho, pero sí sé que nunca volví a intentar lavar la ensaladera. Quién sabe qué habrá sido de ella. Ahora en mi casa tengo unos cubiertos para servir ensalada (que Adrián y yo nos regalamos para un aniversario) también de madera y nunca los lavo con agua y jabón, sino que les quito el aceite y el vinagre y cualquier otro resto de ensalada con servilletas o con papel absorbente. A Santiago no le gusta usarlos para no tener que limpiarlos. Quién sabe si los habrá sometido alguna vez al tratamiento que yo le di a la ensaladera o si solo usa el par de metal que tenemos para lo mismo.


sábado, 12 de agosto de 2023

.2.7*******

Hoy cumples 27 años, changuito, y por tu entusiasmo para celebrar este cumpleaños supe del tan famoso como ficticio "Club de los 27" que agrupa, sobre todo, a músicos célebres muertos a esta edad, como Jimi Hendrix, Janis Joplin o Jim Morrison. (Igual y es la inicial de su nombre la que los hace miembros del mismo club...)

Podría escribir sobre la manía que tenemos los humanos por agrupar, dividir, clasificar y etiquetar los fenómenos de esta vida, pero eso corresponde a otra entrada. Hoy escribo solo para celebrar tus 27 años (que si los sumamos dan 9, que no quiere decir nada especial tampoco).

Celebro tenerte en mi camino y compartir el tuyo. 
Celebro la compañía que nos brindamos y el crecimiento que hacemos juntos y separados.
Celebro lo disfrutable y lo doloroso porque todo es parte de la vida, de quienes somos y de cómo nos relacionamos.
Celebro las idas al cine, los continentales, las pizzas, los chistes y las tristezas.
No celebro los pleitos pero yendo más allá de ellos, celebro la disposición que tenemos para trascenderlos y encontrar nuevas maneras de interactuar.
Celebro cuando hacemos práctica juntos o hablamos sobre las enseñanzas o nos levantamos temprano a hacer lujong.
Celebro al Barça cuando gana y cuando pierde y, sobre todo, celebro el espacio de convivencia y complicidad que nos brinda.

En fin que te celebro todo y te celebro cada uno de tus años y los que vendrán. Aspiro a que encontremos siempre la manera de reír juntos y de acompañarnos cuando toque echar la lagrimita. 

Y te dejo 2 de los retratucos que te hice mientras traducíamos, juntos pero no revueltos, las enseñazas de Buda Shakyamuni.


Te quiero mucho y más y más y más...