sábado, 30 de septiembre de 2023

oscuro.oscura.oscuridad


El lunes pasado, en mi grupo en línea de práctica de escritura, Sharyn nos propuso el tema "Momentos placenteros". Yo empecé a escribir sin ninguna conexión con la propuesta. Después de haber tosido durante todo el fin de semana, con la sensación de no poder respirar y quedando bañada en sudor después de cada acceso, accedí con total claridad al espacio de oscuridad que venía transitando desde hacía semanas sin ninguna conciencia (o muy muy poca). Así que ese fue mi hilo conductor:

Mis emociones andan fuera de control con la entrada del otoño. Ni siquera es que en mi latitud el clima cambie tanto pero algo en mí sabe. Sabe que la muerte anda rondando. Incluso la ha ansiado después o durante un acceso de tos. Y he estado pensando en mi papá, una experiencia de sentimientos (muy) encontrados. Tenía 64 años cuando murió. Una muerte rápida a causa de un aneurisma renal. Aparentemente empezó a sentirse muy mal en la noche o madrugada anterior al día del desenlace. No recuerdo la fecha exacta: en algún momento a finales de febrero de 1999, pero antes del 28, que era el día de su santo. (No sé por qué, pues google dice que ese es el día de San Leandro de Sevilla y mi papá era Román Indalecio Luis Joaquín, no Leandro, y nació el día de San Roque, el 16 de agosto.)

Para entonces, mi papá y yo llevábamos 2 años y medio sin hablarnos. Nunca nos volveríamos a hablar. No conozco muchos detalles de sus últimas horas en la Tierra. Parece que lo llevaron al hospital de emergencia esa noche o madrugada. Ahí lo admitieron y lo diagnosticaron. Supongo que mi mamá andaría por ahí y probablemente mi hermano también, pero quién sabe. Luego supe que un amigo suyo muy cercano, antiguo compañero del Vives, ML, fue la última persona con quien habló cuando iba en la camilla de camino al quirófano. La cirugía era la única opción y, aun así, poco segura. Podría no sobrevivirla y, si lo hacía, podría no vivir mucho tiempo más. Ese era el pronóstico.

Así que, tendido sobre la camilla, le dijo a ML que se iba sin deudas. Quién sabe qué habrá querido decir con ello. Yo siempre lo interpreté como que no tenía pendientes, sobre todo de índole emocional, con nadie. y siempre pensé que tenía uno enorme conmigo, que ni siquiera podía reconocer. Alguien alguna vez me dijo que, quizá, hubiera estado hablando literalmente de deudas económicas.

El siguiente tema en el grupo del lunes, una suerte de reverso del anterior, fue "Tipos de oscuridad". Perfecto, pensé; pude continuar como venía.

La oscuridad describe buena parte de la relación con mi papá. Así que pudo no haber tenido deudas económicas, pero ciertamante tenía asuntos pendientes conmigo. ¿Pensó en mí durante ese trayecto al quirófano o antes de que lo anestesiaran? Nunca lo sabré. Quizá lo hizo. ¿Se lamentaba de algo? Estoy segura que sí, pero quizá no le dio espacio al arrepentimiento en esos momentos. Entró al quirófano para no volver a salir con vida. Aparentemente se le paró el corazón sobre la mesa de operaciones y los médicos fueron incapaces de traerlo de vuelta.

Durante ese tiempo, yo estuve en una sesión de emergencia con Dasha, mi terapueta. De hecho, usé una cita que Adrián, mi marido, tenía con ella después de recibir una llamada telefónica de mi tía Marisa, de quien no había sabido nada en más de 2 años. Mijo que mi papá estaba muy grave y a punto de entrar al quirófano. La decisión en ese momento parecía ser si yo iría al hospital a verlo o no después de la intervención. Quizás no viva mucho más, me adviritó mi tía. Y yo simplemente no podía decidir. Demasiadas emociones se soltaron al instante y Adrián me sugirió que aprovechara la cita que él tenía con Dasha. Durante el curso de la sesión, creo que decidí o estaba a punto de decidir que iría a visitar a mi papá al hospital cuando sonó el teléfono de Dasha. Era mi marido. Mi tía había vuelto a llamar para informarme que mi papá no había sobrevivido la operación. Así que ahora tenía que tomar otra decisión: ¿Iría a su funeral o no? Toda mi familia, empezando por mis padres y mi hermano, me había volteado la espalda después del nacimiento de mi hijo, 2 años y medio antes, más o menos, de la muerte de mi papá y no había hablado con nadie, exceptuando la reciente llamada de mi tía. La esposa de ML, A, me había visitado para el primer cumpleaños de Santiago y eso había sido todo. (No recuerdo a ML en esa visita, pero supongo que estuvo.)

De cualquier modo, decidí con la ayuda de Dasha, que ir al funeral era lo mejor que podía hacer para darle algún tipo de cierre a mi relación con mi papá. Y tenía a mi esposo para apoyarme. En algún momento pensé en llevar a mi hijo conmigo también, pero afortundamente me convencieron de lo contrario.

Y bueno pues nomás por aquello del cierre, escribo ahora sobre "El funeral".

Nos lanzamos a México Adrián y yo, donde nos encontraríamos, por fortuna, con mi comadre Ma. Eugenia. La cita era en los velatorios del ISSSTE, allá en el sur de la ciudad, en San Fernando. Creo que ahí mismo se podía dejar el coche y luego había que subir muchas escaleras y bajarlas. En alguno de los dos sentidos, me crucé con mi primo Jose que no me saludó. Tampoco mi tía Marisa, que no tenía cabeza para nada, ni para nadie. En otro momento, no sé si antes o después de entrar al velatorio propiamente dicho, fui al baño, donde me crucé con mi prima Marisa, que me volteó la cara, como si no me conociera, como si el muerto no fuera mi papá. Mi tía Angelita y las hijas de mi primo Jean Louis, Marie Jeanne y María Fernanda, fueron las únicas que nos abordaron a Adrián y a mí como si fuéramos personas y parientes.

Y luego, claro, entrar al velatorio: una sala rectangular donde había dos velorios simultáneos precedidos por los dos viudos: mi mamá del lazo izquierdo, más cercana al féretro, y Manuel del derecho. Yo me encaminé hacia la izquierda e hice cola para darle el pésame a mi mamá. Fue un momento extrañamante calmo: intercambiamos teléfonos o más bien, ella me pidió el mío. (Era época aún de números fijos más que celulares.) Yo le dije algunas palabras de consuelo, o por lo menos lo intenté. Parecíamos dos conocidas más bien lejanas. Me parece que al final, o cuando la gente se empezó a ir, se me acercó Olguita y me preguntó qué necesitaba. Le dije que pasar unos momentos a solas con mi papá. Y me acerqué al féretro, que estaba cerrado. Supongo que Adrián estuvo conmigo.

Supe que a mi papá no lo enterraron, sino que lo cremaron. Sus cenizas las esparcieron en el panteón de Chimal, sobre la tumba de mi tío Jean, el primer esposo de mi tía Marisa, a quien se supone lo unía un cariño especial. Yo no fui requerida para esa ceremonia. Un tiempo después, visité la tumba y le dejé a mi papá una hortensia del jardín de María Eugenia. Era una de sus flores favoritas.

Me siento como Perséfone descendiendo al inframundo. Lo bueno es que parece que empiezo a salir, mucho antes de la próxima primavera.


miércoles, 27 de septiembre de 2023

Invitada: Pat Schneider

 

La paciencia de las cosas comunes

Es un tipo de amor, ¿acaso no?

Cómo contiene la taza el té,

Cómo la silla es fuerte y estable,

Cómo recibe el piso las suelas de los zapatos

O los dedos. Cómo las plantas de los pies saben

Dónde han de estar.

He estado pensando en la paciencia

De las cosas comunes, cómo la ropa

Espera respetuosa en los armarios

Y  el jabón silencioso se seca en el plato,

Y las toallas beben el agua

De la piel de tu espalda.

Y la encantadora repetición de las escaleras.

¿Y qué es más generoso que una ventana?


fragmento de lámpara y su sombra con pañuelo de papel

Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


miércoles, 20 de septiembre de 2023

Invitado: Chamtrul Rinpoché


¡No dejes que tu pasado dicte tu futuro!


Si estás todo el tiempo cargando mentalmente con el peso de tu pasado, repasando mentalmente una y otra vez todas las cosas perjudiciales que te han sucedido, ocasionándote que te aferres a viejos rencores, la energía de tu mente se sentirá lenta, pesada e inflexible. Este no es ciertamente un buen estado de energía para traer al cojín de meditación, ya que obstaculizará gravemente tu avance en el camino hacia la liberación. 

Entre más puedas aflojar tu agarre sobre cualquier cosa dañina que te haya ocurrido en el pasado y entre más puedas soltar los viejos rencores, mayores serán la precisión, la ligereza y la flexibilidad de la energía de tu mente y, por lo tanto, más fácil te será meditar. Como resultado, avanzarás con rapidez en tu camino hacia la liberación. 


atardecer septembrino


Original en inglés, aquí. Traducción al español e imagen, mías.


jueves, 14 de septiembre de 2023

aleatorio, random pues


Tengo ganas de escribir, pero no sé sobre qué. Ayer me acordé que mi amiga J cortaba las salchichas con unas tijeras de cocina. (Le quedaban como circulitos de carne casi perfectos que luego le daba de comer a su hija y, a veces, a mi hijo también.) De hecho, J decía que las tijeras de cocina eran el artefacto más importante de una casa. Yo entonces me compré unas y comprobé que tenía (bastante) razón.

Ayer también pensé en otra cosa que sería un buen tema para escribir o una buena primera línea para un texto. Ya se me olvidó lo que era. Creo que tenía que ver con mi papá, pero no estoy segura. Mientas escribo, me coquetea desde ese lugar inexistente adonde se van los pensamientos que ya no estamos pensando, pero no vuelve a manifestarse. 

Trapicheando por mi colección de borradores en el blog, me encontré con uno del 1o de abril de 2020, en pleno confinamiento en Madrid. El título que le puse es el mismo de una serie de entradas de esa época: "Hoy", pero este en particular lleva una leyenda entre paréntesis: (do NOT publish) —un recordatorio de cómo ya me había metido en líos con Ana, mi anfitriona, durante el confinamiento por una publicación anterior del blog y de cómo no quería volver a hacerlo. Pero a 3 años y casi 5 meses de aquello, en un mundo (casi) pospandémico y del otro lado del Atlántico, creo que puedo compartirlo sin empacho, dentro de este texto aleatorio en este día aleatorio de septiembre del 2023:


Hoy me quemé el dedo al sacar el pan de la tostadora. (Puto pan. Puta tostadora.)

Hoy no llueve, pero sigue nubladísimo. Y yo estoy furiosa. La sensación de doble confinamiento (el de todos y la prohibición de mi anfitriona de bajar ni a la compra) me hace sentir encarcelada, aunque en la práctica la situación no haya casi cambiado. 

Hace un par de días que los vecinos del pasillo/terraza no salen. Ha hecho demasiado frío, supongo, y son mayores. Qué raro es extrañar a gente que no conoces.

Me he puesto en huelga de ducha. En huelga de hacer cama. En huelga de hablar (casi). Y tampoco es que a nadie le importe.

Voy iluminando el mandalita número 14. Qué suerte que me traje plumones y lápices de colores de México. Y mandalitas. De otro modo, ya habría intentado matar a la anfitriona.

Y sí, ya sé, tendría que estar agradecida. Con la anfitriona, por tenerme en su casa y alimentarme. Con la vida por tener una cuarentena privilegiada. Y lo estoy. Pero también estoy enojada. Y se vale.

Ni ayer ni hoy hubo ropa tendida en el patio. Lo primero que hago al subir la persiana después de salir de la cama, es buscar los tendederos. Y fotografiarlos. Obsesivamente. Son una suerte de ancla en el mar del confinamiento.

Si quieres quita las sábanas y las pones en la lavadora, me dice Ana. No están sucias, le respondo. Y menos las toallas.

La señora urraca volvió a pasarse a saludar.


Y por aleatorio quiero decir algo más que "al azar", como dice el DLE: el Merriam-Webster, al definir "random", dice, más o menos, que es aquello que carece de un plan, propósito o patrón, como esta entrada, pues.

lunes, 11 de septiembre de 2023

Invitada: Pema Chödrön


Vías de escape

 

Las historias que nos contamos son una importante ruta de escape. No somos conscientes de ello, pero somos seres humanos tiernos y vulnerables, y si alguien dice algo o algo sucede, automáticamente nos duele. Instantáneamente hay shenpa [tibetano para apego o enganche], debido a la mirada en su cara, o al tono de su voz, o a la historia entre ustedes. Y entonces tú inmediatamente haces lo habitual. 

Lo habitual —hablar y actuar desde ahí— es una ruta de escape. Es nuestro intento, como seres humanos vulnerables con un corazón tierno, de huir de esa sensación. Si solo les dijera dónde se equivocan, si solo los señalara con el dedo y pusiera la culpa allá afuera, entonces me sentiría mejor.

Bueno, esto es lo que es tan asombroso. Hacemos eso una y otra y otra vez, y nunca nos trae alivio. Creo que nunca nos trae alivio porque es como echarle gasolina al fuego. Tienes esta pequeña brasa y dices: "Bueno, echémosle un poco de gasolina". Tú sabes: "Arranquémosle a alguien la cabeza". Es una ruta de escape. Es un intento de evitar sentir lo que estamos sintiendo. Y es tan triste porque no ayuda y, sin embargo, se vuelve un patrón habitual.

La otra ruta de escape importante es culparnos a nosotros mismos, reprimiendo, sintiendo culpa y vergüenza del hecho de cuán fácilmente nos enojamos, cuán fácilmente sentimos envidia o cuán fácilmente  nos castigamos. Solo reprimiendo. Así que reprimir es igual (y extrañamente) una manera de intentar evitar sentir lo que estamos sintiendo, la cual consiste en culparnos a nosotros mismos. Supongo que ambos son esfuerzos humanos por encontrar algo a lo que aferrarnos.  

Pero, de hecho, lo que ayuda duele: y eso es permanecer presentes con las sensaciones (los sentimientos), y seguir soltando la historia (el argumento), y solo estar presentes con cómo se siente. Así que lo que ayuda duele, pero también sana. 


conexión vegetal: chayotera en Chimal












Extraído del curso Turn Your World Around: Three Steps for Emotional Transformation.

Traducción del extracto al español e imagen, mías.


viernes, 8 de septiembre de 2023

a r e n a:::::en:::el::cielo

arena

Del lat. arēna.

1. f. Conjunto de partículas desagregadas de las rocassobre todo si son silíceasy acumuladasya en las orillas del mar o de los ríos, ya en capas de terrenos de acarreo.

El viernes de la semana pasada, Santiago, Yare y yo tomamos camino a Chimal para visitar a mi comadre, María Eugenia. Todo iba bien, en una ruta que conocemos como la palma de nuestras manos. Tras unas 3 o 4 paradas breves (leve encontronazo con otro coche, compra de baguettes en La Italiana al borde de la carretera, compra de un trajecito nuevo para un asiento antuanil, y foticos de Budas también al borde de la carretera), emprendimos el tramo que sube de Cuautla hacia el Estado de México. Y de pronto vimos cómo el camino se desdibujaba, detrás de algo blancuzco que confundimos, a primera vista, con niebla. Después notamos que los coches que nos precedían, levantaban aquello que no podía ser niebla. "¡Es arena del volcán! ¡Cierren las ventanas!", advertí en cuanto me di cuenta. Parecía que entrábamos en un túnel a otra dimensión o en una película de terror, de esas donde el asesino acecha desfigurado detrás de algo indistinguible. Después de una vida de transitar por ahí, nunca habíamos visto el fenómeno así. Yo consideré seriamente la opción de dar media vuelta y volver a casa. Pero seguimos. 

2. f. Metal o mineral reducido por la naturaleza o el arte a partes muy pequeñas.

Al llegar a la puerta de la casa de la comadre y detener el coche, atestiguamos la lluvia (literal) de arena. Se veía caer sin tregua. La gente iba con paraguas y tapabocas, aunque cuánto te puedes proteger de ese polvo que se cuela por doquier. Podía confundirse con nieve (o con aguanieve, con la cual me topé en Madrid hace casi 4 años, como cuento aquí), pero no era agua, claro, sino arena, vidrio molido, pues. "¡Qué bello!", decía Yare, con razón, pero a mí me ganaba el susto. Parecía una visión del apocalipsis (o, bueno, preapocalíptica). Una belleza siniestra.

Yo me enfundé la cara en un tapabocas que había sobrevivido en mi bolsa desde épocas pandémicas, mis lentes oscuros y corrí hacia el interior de la casa. Mi comadre salió a abrirnos protegida con un sombrero y Yare y Santiago desempacaron el coche tan rápido como les fue posible. El resto de nuestra estancia la pasamos casi toda adentro, viendo como el Antuanito, y el coche de Ma. Eugenia y las plantas y el piso y los techos se iban cubriendo de más arena y rogando porque lloviera y el agua se llevara algo de la arena. Según lo poco que he investigado al respecto, también se le puede llamar a esto lluvia de ceniza. (Algún vulcanólogo en la sala podría ayudarnos a aclarar esto.)

ceniza

Del lat. vulg. *cinisia, y este del lat. cinis.

1. f. Polvo de color gris claro que queda después de una combustión completay está formado, generalmente, por sales alcalinas y térreas, sílice y óxidos metálicos.

He aquí algunas imágenes que fui tomando en algunos momentos cuando me animé a salir de la casa:



vidrio de la mesa del jardín donde no pudimos ni desayunar, ni comer, ni jugar ni nada


mi antuanito completamente empanizado

y el regio Popocatépetl, de donde salió todo, un poco después del amanecer



Y ayer en Cuernavaca, volví a vivir la misma experiencia, a una potencia mucho menor, claro, pero sí que fue posible ver caer la arena, verla acumularse en el coche y descubir las plantas de mi balcón medio cubiertas por ella también.
La naturaleza y su fuerza.

viernes, 1 de septiembre de 2023

Hoy


Hoy amanece mi barrio al son de los pitidos de los agentes de tránsito que, más o menos durante 10 días, intentarán que el caos vial que llega con la (queridísima) Feria de Tlaltenango, sea un poco más transitable.

Hoy empieza a entrar el otoño en Cuernavaca, aunque nadie lo sepa o nadie lo diga. Las lluvias de septiembre son las más fuertes del año. Empieza a refrescar. Los pitidos de los agentes de tránsito son la primera llamada.

Hoy la vida es cíclica y también es nueva. Repetida y siempre diferente.

Hoy amanezco con los pitidos de los agentes de tránsito y con la Feria a algunas cuadras de mi casa. Y siento un calorcito en el pecho.