Creo que todo lo que me viene a la cabeza cuando un año es bisiesto lo dije aquí hace 4 años, cuando estaba viviendo en Madrid y cuando la pandemia estaba a punto de llegar pero aún no lo hacía (o nos nos habíamos dado cuenta).
Hoy el bisiesto me agarra en mi casa de Cuernavaca. Las jacarandas no han empezado a florear, solo algún racimito perdido aquí y allá, casi imperceptibles, y algunas flores moradas en el piso. Hace bastante calor (la que nos espera en abril y mayo pensamos...) y yo sigo batallando con un catarro que va y viene y no se acaba de ir.
Entonces, en el 2020, estaba a punto de cumplir 57 y hoy me acerco peligrosamente a los 61. Muchas cosas parecen iguales y todas han cambiado. Sigue siendo cierto que los años bisiestos los siento como años de mi hijo (y un poco míos) porque él nació en uno (1996), como muchos de sus amigos y como Yare. Son años olímpicos aunque los de Tokyo 2020 se celebraran en el verano del 2021, pero conservaron el nombre.
Y hoy descubro el porqué del nombre en inglés (leap year / año salto). Si normalmente cualquier fecha dada en el calendario (como un cumpleaños, por ejemplo) cae en el siguiente día de la semana cuando llega el año siguiente al actual (mi cumple en 2022 cayó en martes, mientras que en el 2023 cayó en miércoles), después de un año bisiesto, esa misma fecha se saltará un día: (mi cumpleaños este año caerá en viernes, o sea, se saltó el jueves). También se nota fácilmente en la relación entre febrero y marzo, que en años no bisiestos, tienen sus días en los mismos días de la semana (bueno, hasta el 28 de marzo), mientras que en un año como este, los días de marzo se corren un día de la semana hacia adelante con respecto a febrero.
También recuerdo cómo de chica pensaba que la gente que había nacido un 29 de febrero, solo cumplía años los años bisiestos, aunque en realidad siguiera dando las mismas vueltas al solo que los demás. Pero algo hay, quizás, en que el día "nuestro" por antonomasia solo sea tal cual cada cuatro años. Hoy, por cierto, es el caso para el compositor Gioachino Rossini, nacido el 29 de febrero de 1792, cuya obertura a La urraca ladrona escucho ahora en la radio en el espacio de El Coleccionista.
En fin, qué serie de elaboraciones conceptuales que, en realidad, no apuntan a nada.
Entonces para cerrar, algo mucho más concreto y asible: un racimo de botones de flores de jacalasúchil prontos a abrir, sobre un cielo azul lleno de vainas rojas, en el jardín de astrás del lugar donde vivo: