…cause the sweetest kiss i ever got is the one i´ve never tasted…
Nuestro primer
beso se quedó flotando en un pasillo de tren en una estación barcelonesa. Ya no
recuerdo el nombre de la estación, ni
del tren. Perdona, amor. Pero recupero el tuyo, tu nombre, un poco cada día.
Ese primer beso
que no me diste me lo cuentas hoy y es como si me lo dieras, un poco cada día,
mientras repites bajito mi nombre, otra vez. Pensé que lo habrías olvidado.
Temía que me hubieras olvidado. Apenas me atrevía a imaginar que no.
Quizá fue aquel
beso, cuyo sabor se nos quedó en la boca sin saberlo, sin buscarlo, un hilo
silente que nos mantuvo unidos a lo largo de una vida de distancia, no de
distanciamiento. Quizá estuvo en los besos que nos dieron otros labios, sin que
lo supiéramos, sin que lo buscáramos.
Ese beso se
mezcló con la culpa enorme que sentí tras dejarte. Y así salvó el amor. Yo no
lo sabía; lo suponía apenas. Ese beso se entretejió con tu tristeza. Y así
salvó el amor. Tú sí lo sabías. Gracias, cariño.
Hoy estamos a
unos cuantos meses, si no me fallan los cálculos, del aniversario 31 de ese
primer beso no dado, un suspiro que nos sigue siempre como la estela a los
viajeros, un ángel que marca los compases silenciosos de este reencuentro
nuestro.
Hay algo más que
este beso me regala a tres décadas y pico de habernos conocido. No te lo había
confesado. Hoy te lo digo, como antesala del encuentro dulce y prolongado que ambos
anhelamos.
Yo no me había
contado bien mis historias de amor. Omití siempre, hasta hoy, la primera. La
nuestra. Por vergüenza, por miedo. Por el dolor de habernos arrancado el uno
del otro. Entonces preferí situar el primer amor después de ti.
El beso se me
quedó dormido como un soplo en el corazón. Me lancé a otros brazos, demasiados quizá.
Me perdí para olvidar y olvidé. Eso creí.
Me asustó tanto
saber que era capaz de hacer tanto daño, aun sin querer, que preferí dejar de
pensarte. Me limpié las lágrimas y seguí el camino. Eso pensé. Pero ahí estaba
esa tela invisible que nos unía con un océano de por medio. Tú lo sabías; yo,
aún no.
Entonces, ya sin
miedo, te busqué, tres décadas después de habernos separado, 18 años después de
habernos visto una única fugaz triste ocasión. Y en la soledad del ruido, te
encontré de nuevo. Me encuentro de nuevo en ti.
El soplo
despertó y se hizo beso otra vez. Me recordó que eras tú mi primera historia de
amor, fuente, quizá, de las demás. Y tú seguías amándome, cuidando ese beso
hilo silente tela entre nuestras dos orillas, rozadas por el mismo sol, por la misma
luna.
Hoy aquel beso
de pasillo de estación de tren se posa por fin en su hogar, tu boca y la mía. Y nosotros nos perdemos en el juego de labios
anhelantes, nos recuperamos más allá, mucho más allá, y a pesar de todo…