lunes, 28 de febrero de 2022

Invitada: Elizabeth Mattis Namgyel

 

Observa y presta atención


Nuestra inhabilidad para llegar a conclusiones nos hace sentir ignorantes e indefensos. Nos sentimos presionados para resolverlo todo. Pero piensa en esto: quizá experimentar la complejidad nos acerque más a la realidad que pensar que efectivamente hemos resuelto las cosas. La falsa certeza no da por terminado nada. Las cosas se siguen moviendo y cambiando. Están bajo la influencia de incontables variables, giros y vueltas… sin asentarse nunca ni por un instante en un estado de ser algo o de tener existencia.


Así que, quizás, deberíamos de cuestionar la precisión o las limitaciones de este tipo de falsa certeza. La información contradictoria nos confunde solamente cuanto estamos intentando llegar a una conclusión definitiva. Pero si no estamos tratando de llegar a una conclusión en primer lugar —si solo observamos y prestamos atención— de hecho podríamos tener una interpretación  más precisa de lo que sea que nos encontremos.



Extraído de:
The Power of an Open Question: The Buddha’s Path to Freedom 

(El poder de una pregunta abierta: El camino del Buda hacia la libertad), página 58

Por Elizabeth Mattis Namgyel,

Traducción al español, mía.


domingo, 27 de febrero de 2022

Historia de un tobillo

 tobillo

Del lat. vulg. *tubellum, dim. de tuber 'protuberancia'.

1. m. Parte del cuerpo humano en donde se articula el pie con la piernaSe puso una pulsera en el tobillo.

2. m. Anat. Protuberancia de la tibia y del peroné que sobresalen respectivamente en el lado interno y externo del tobillo.

hasta el tobillo

1. loc. adv. coloq. U. para ponderar lo encharcado que está el suelo por donde se anda.


Hace tiempo que no visitaba el diccionario de la RAE para iniciar una entrada y siempre es divertido. Quién diría que "tobillo" viene del diminutivo latino para protuberancia. Y menos sabía yo que los dos huesos de la pierna son quienes se asoman por mi tobillo: la tibia por dentro y el peroné por fuera. Y yo sin reconocerlos.

Mis tobillos, uno u otro, han aparecido por este espacio en 4 ocasiones  (en 2013, en 2015, en 2016 y en 2019). En mi vida, me los he torcido, uno u otro (aunque creo que más el derecho) infinidad de veces. Pero hacía bastante tiempo (un par de años de menos) que no me sucedía. Hasta que hace dos días, volví a dar un mal paso, con un escalón de por medio que se me volvió invisible, y aunque por fortuna no llegué a caer, sino que giré como pirinola hasta volver a agarrar la vertical, mi tobillo derecho se llevó una buena torcedura.

Lo primero que hice una vez repuesta del modo peonza y una vez que el dolor más fuerte había bajado fue seguir el consejo que Graciela, mi suegra, me dio hace años: pisa fuerte sobre el pie torcido y eso ayudará (a que cure más rápido, a que no se inflame tanto, quién sabe]. A ella se lo había dado un ortopedistas, le había funcionado y a mí también. Después seguí con las actividades planeadas y ya en la tarde en mi casa, la inflamación y el dolor no me dejaban moverme mucho. [No puedo comprobar si el consejo ortopédico mejoró o empeoró las cosas.]

Me acordé del aquel cuento chino donde la percepción de lo que les va sucediendo al protagonista y a su hijo (una pierna rota, por ejemplo) va cambiando de algo bueno a malo, o viceversa, según las circunstancias.

Así este esguince. Me dolía, sí. Se inflamaba, sí. Me costaba caminar, sí. Pero en el respiro que me dio (no había más que bajarle al ritmo), mi hijo propuso quedarse en mi casa para ayudarme y acompañarme. Un día. Y luego otro. Y fue súper rico compartir como en los viejos tiempos, sabiendo que son los nuevos tiempos. 

Pude también ver mi mente catastrófica, que se azota y piensa que no me voy a curar nunca, que es más grave de lo que parece, y soltarla en la certeza de que todo pasa y de que no tenía por qué cancelar todas mis actividades, sino simplemente cuidarme. Se trataba de un percance, mínimo en realidad, y no hacía falto hacerlo más grande.

Hoy, la protuberancia ha vuelto a su tamaño casi normal, aunque sigue pintada de morado, verde y amarillo.

Y la vida sigue. Sigue siempre.


martes, 22 de febrero de 2022

Historia de una violeta

 

A mí nadie me enseñó a cuidar violetas. Mucho menos a trasplantarlas o reproducirlas. Eso sí, al proceso contribuyeron Jessica, que me regaló la primera, y Adríán que sacó a la luz mi conexión con las plantas y me enseñó algún fundamento de jardinería, como tener cuidado de que las raíces de una planta no queden demasiado tiempo expuestas al aire. Lo demás lo he ido aprendiendo en el camino, conectando sobre todo con mi parte intuitiva. (Tampoco gugleo estrategias ni recomendaciones.)

Hace unos cuantos días, mientras veía algo en la tele, captó mi atención la violeta despeinada, esa de flores color morado muy clarito, que vive cerca de la tele en una maceta de Capula, color hueso con puntos azules. En realidad eran dos plantas (eso suele pasar con las violetas que echan hijos sin avisar ni pedir permiso) y me di cuenta de que una no estaba bien: se le estaban marchitando las hojas a pesar de tener suficiente agua.

Entonces, sin titubeo ni dilación, llevé la maceta al patio de servicio y saqué las dos plantas. La más grande y sana la volví a plantar al centro de la maceta y le puse más tierra. La otra la puse en agua. A pesar de que tenía raíces, se veían secas, envejecidas. Había que darle una segunda oportunidad. 

Más o menos una semana después, descubrí que la planta había echado toda una ronda de raicillas nuevas, justo en la base de las hojas, por encima de las raíces viejas. (Y eso que la Khandro alcanzó a mordisquearle algunas hojas mientras estaba en tratamiento.) Ahora solo queda dejarlas crecer un poco y luego volver a plantarla en tierra, por sí sola, en una maceta nueva.











Así la vida, cuando le damos chance.



lunes, 21 de febrero de 2022

4 + 1 recuerdos de silencio


Uno de los textos de la más reciente práctica de escritura en Salto Chico

1

En uno de los peores días del confinamiento en Madrid, le pregunté a Ana si quería jugar cartas, después de haberme pasado la jornada escondida bajo la capucha de mi poncho, evitando cualquier contacto visual con ella. Entonces, decidí abordarla con la propuesta del continental y me respondió que para qué si jugaba tan mal y yo me aburría tanto. Se abrió un silencio total, no tan largo como profundo, en el que le corazón se me detuvo en el pecho y mi cabeza buscaba desesperadamente en el disco duro una explicación a sus palabras de reproche. Sí, claro, había leído mi entrada en el blog. Pero ¿dónde? ¿Cómo? ¿Habría sido alguna de sus sobrinas?

2

Tengo la impresión de que tengo recuerdos de silencio con Adrián, aunque no me viene ninguno concreto a la cabeza. Quizá lo que sucedió fue que el silencio se empezó a meter entre las grietas que se abrían, imperceptibles, en nuestra relación y no nos dábamos cuenta. Para cuando quisimos hacer algo al respecto, el silencio se había vuelto imborrable, como el moho.

3

Otro recuerdo de silencio. Quizá hubo un silencio dentro de mí cuando escuché algo que se suponía que no debía de escuchar cuando tenía alrededor de 9 años. Los adultos susurraban pero yo, quizá mi hermano también, andaba revoloteando cerca. Mi abuelo Óscar había muerto. Era el silencio de la muerte.

4

Debe haber más recuerdos de silencio. ¿Tal vez alguno placentero? No lo sé. No lo encuentro. Yo sola. ¿Dónde? ¿Cómo? Se me ocurre el silencio de la meditación cuando logro, durante algún instante, que los pensamientos se pacifiquen o, más bien, no los alimento y, entonces, se pacifican ellos mismos y se abre un espacio liberador en mi mente. Debe de haber pasado porque, de otro modo, no volvería al cojín. El silencio en ese contexto, es espacio, es paciencia, es libertad, es ausencia de expectativas y ausencia de planes. Es un silencio silencio, sin adjetivos ni descripciones.

*

Ya llegué a 4 y no suena la alarma. Todos siguen escribiendo. También hay un silencio en la escritura. Se escuchan las plumas y cómo rozan el papel, pero eso parece ser el acompañamiento del silencio, no su ruptura.

La poeta Wislawa Szymborska dice en un verso:

     Cuando pronuncio la palabra Silencio,

     lo destruyo.

La misma noche de esta práctica de escritura, recuerdo una quinta instancia de silencio.

*

5

Santiago tiene unos cuantos días de nacido. Está enfundado en un mameluco blanco con dibujos de colores. Duerme, de ladito, sobre el sofá de la sala de la casa donde nació, allá en la Calle Narciso. Lo miro embelesada. Es perfecto y ocupa todo mi mundo. No hablo. Su padre no habla. Mira embelesado también. La respiración del niño es inaudible. La constatamos en su pecho y en su vientre. Pensamos que, tal vez, dios existe.


miércoles, 16 de febrero de 2022

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


Yo digo que el sentido del humor es la séptima paramita o la séptima cualidad espiritual en el camino, porque uno de los problemas de los recién llegados al camino espiritual es que tenemos la tendencia a tomarnos demasiado en serio. Entonces, todo se vuelve demasiado intenso, y nos volvemos todos muy críticos, tanto de nosotros mismos como de los demás. Así que, por lo tanto, es importante reírse lo suficiente en la vida, tener un sentido del humor con respecto a nosotros mismos y a toda la situación. No te lo tomes demasiado en serio. Eso no significa que no seamos sinceros, pero no deberíamos ser demasiado serios con respecto a todo el asunto. Deberíamos mantener un sentido de la proporción porque, de otro modo, el ego se apodera de la situación. Y el ego es un capataz muy rígido. Y todo se vuelve muy intenso y demasiado pesado, demasiado serio. Así que ríete lo suficiente. A los lamas les encanta reírse. Yo creo que esto es signo de un buen guru. Les encanta reírse y no son muy rígidos.   












Original en inglés y foto original, aquí. / Traducción al español del texto, mía.

 

lunes, 14 de febrero de 2022

2 recuerdos


1

Chichicastenango, Guatemala, a orillas del lago Atitlán

Yo tenía 16 años. Era la primera navidad que no pasábamos en casa de mis padres, donde hasta el año anterior se reunía toda la familia (materna, que era poca, y paterna, que era bastante) y algunos amigos para una celebración en grande. De manteles largos, vamos. Aquella tradición acabó cuando mi padre y su padre casi se lían a golpes a raíz de la llegada a la fiesta de mi "tío" Manuel. Mi primo Jose intervino para defender a su abuelo, mi abuela María Luisa trató de aliviar las cosas, pero las navidades se acabaron. 

Entonces, al año siguiente, se organizó un viaje por el sureste de México, Guatemala e incluso Copán, en Honduras. El grupo viajero era curioso, por decirlo de algún modo: mi papá, mi mamá, mi hermano, mi "tío" Manuel, mi "tío" Toño y Lucha, la mamá de Toño. Los tíos están entrecomillados porque en realidad no eran parientes sanguíneos, sino amigos de la familia, por decirlo de algún modo. Íbamos en una combi rentada, de cuyo color no me acuerdo, y mi papá y Toño se turnaban al volante. 

Después de pasar por Tabasco y Chiapas, nos adentramos en Guatemala. Allá, uno de las visitas más importantes fue al lago Atitlán, donde me suena haber visitado un lugar llamado Panajachel  y, por supuesto, el mercado de Chichicastenango, paraíso de artesanías. 

Y henos ahí, caminando por el mercado. Mi papá entre mi mamá y yo. (Mi hermano no aparece en la escena, ni el resto de la comitiva.) Entonces se nos acercó una mujer indígena que vendía, a pie, unos collares de plata espectaculares. Se detuvo frente a nosotros y le dijo a mi papá: Cómprele algo (que mostraba extendiendo y alzando el brazo) a su esposa (refiriéndose a mí) y algo (haciendo el mismo gesto) a su mamá (refiriéndose a la mía). La pobre no sabía que había cavado ahí mismo la tumba de su posible venta. Mi mamá, furiosa, la ignoró por completo (igual hasta espetó algún insulto disfrazado). Yo, sorprendida, ni me acuerdo que hice. Supongo que mi papá fue a calmar a mi mamá y le ha de haber comprado alguna otra cosa en algún otro lado.


2

Cine Bella Época, Col. Condesa, Distrito Federal

Yo creo que tendría más o menos la misma edad o quizá un poco más. Estaba en la prepa probablemente. Había dejado de bailar cuando iba a alguna fiesta (nadie me sacaba, así era la cosa entonces, no se valía hacerla una sola) y, después, había dejado de ir a las fiestas (quedarme sentada viendo a los demás bailar no era divertido). Y entonces salía con mis papás. Uno de los destinos favoritos, de mi papá (mi mamá se amoldaba sin decir demasiado), que se fue haciendo mío, era el cine Bella Época, donde pasaban películas clásicas, sobre todo de la época dorada de Hollywood. 

Cary Grant. Audrey Hepburn. Ingrid Bergman. Hitchcock.

Y henos ahí sentados. Los tres. Mi papá en el centro. Mi mamá a un lado (quizá el derecho). Yo al otro (quizá el izquierdo). Se apagaron las luces. Empezó la película. En blanco y negro (casi seguro). Y de pronto, mi papá me tomó de la mano. A mí. No a mi mamá. Profunda incomodidad. Pero no me atrevía a quitarla. Profunda culpa. Pero no me atreví a quitarla. Profundo miedo (sobre todo de incomodar/enojar a mi mamá). Pero no me atreví a quitarla.

No me acuerdo cuánto duró el gesto. No me acuerdo qué hicimos al salir. (Fingir que nada pasaba, seguramente.). No me acuerdo si se repitió en otras ocasiones. (Es posible.)


lunes, 7 de febrero de 2022

Comprar yogur, aprender a soltar


A veces la vida nos sorprende regalándonos una enseñanza donde menos la esperábamos. Cuestión de estar atentas. Claro.

Pasamos el finde en Chimal, adonde fuimos a festejar La Candelaria en el Día de la Constitución. De regreso a casa de mi comadre, tras la comida en la Quinta Covadonga, nos detuvimos a ver si podíamos comprar yogur. Nadie nos abrió la puerta. Pero mi comadre había conseguido el número del repartidor, así que le habló y le contestaron y me lo pasó y le pedí dos litros de yogur sin azúcar: uno con tapioca (para mí), otro con manzana y trigo (para el hijo y la nuera). Para mañana antes de las 12, le pedí, que nos vamos de vuelta a Cuernavaca. Sí, no se preocupe, me contestó.

Y me olvidé del asunto. Las últimas veces habíamos intentado hacer la misma compra sin éxito alguno.

Ayer domingo, mientras mi comadre preparaba el desayuno y nosotras le ayudábamos, sonó la campana. El yogur, pensé. ¡El yogur!, exclamó mi comadre. Y sí, era el yogur. Increíble pero cierto. Salí, recogí los dos litros, pagué, agradecí.

Y entonces me hice consciente de la alegría que me daba haber podido finalmente comprar el yogur para traer a casa. Pero lo que la hacía más alegre y espaciosa, me di cuenta, era el hecho de que había soltado yo toda expectativa. (Ni me acordaba que habíamos pedido yogur.) Y con la expectativa, se había ido también el sufrimiento, de la espera, de la posible desilusión. (Si no hubiera llegado, no me habría enojada ni me habría acordado de decepcionarme.)

Ojalá pueda llevar la experiencia del yogur a otros ámbitos de la vida, donde sigo esperando demasiado, que un poco de espera o planeación no hacen daño. Es cuando se nos pasa la mano que nos generamos sufrimiento y dolor innecesarios.

Aquí, de pilón, unas flores inesperadas en la casa de Elizabeth:





viernes, 4 de febrero de 2022

Cosas invisibles


  • el amor, sobre todo cuando no hay
  • el coronavirus
  • la voz de alguien a quien quieres o la de quien no te quiere
  • el viento
  • un estornudo
  • el olor de la madera verde
  • el resentimiento
  • los sueños, sobre todo a aquellos a los que renunciaste
  • el dolor, cuando no sabes que lo tienes
  • el dolor, cuando lo quieres esconder, aunque quizá se te note en la cara o en las manos
  • el fantasma del niño que vivía (¿vive?) en el tercer piso del Instituto Nacional de Salud Pública
  • los recuerdos de infancia (y los otros también)
  • el sabor de la tortilla de papa que hacía mi abuela María Luisa
  • el cariño de María Loherr, al otro lado del Atlántico
  • la ausencia (a veces, también la presencia)
  • algunas tristezas
  • los suspiros o cuando pasa un ángel
  • el hombre invisible, la mujer invisible, el perro invisible, el gato invisible

miércoles, 2 de febrero de 2022

¡Feliz Losar!

 


2022

Año del Tigre de Agua

Dzogchen Ponlop Rinpoché, Dilyak Drupon Rinpoché y la sangha de Nalandabodhi Internacional te desean un año nuevo feliz, sano y próspero.

¡Feliz Losar!

*

Aspiración de Mahamudra

Karmapa Ranjung Dorje


Que a través del estudio de las escrituras y el razonamiento, nos liberemos de los oscurecimientos de la ignorancia.

Que a través de la reflexión sobre las enseñanzas medulares, superemos la oscuridad de la duda.

Que a través de la luz que surge de la meditación, la naturaleza básica se ilumine tal y como es.

¡Que el resplandor de las las tres prajñas se expanda!


martes, 1 de febrero de 2022

De comienzos y finales

Comienza el segundo mes del año solar.

Se acaba el año lunar.

Hoy es el día neutro. Los malos espíritus —los de afuera, los de adentro, los secretos— se han apaciguado.

Mañana llega el tigre de agua.

Y yo descubro que las jacarandas han empezado a florecer cuando, en mi caminata matinal, me encuentro con sus flores moradas sobre el pasto. 



Entonces levanto la vista y la dicha es total.