Subí mi primera foto a Instagram el 17 de enero de 2021, hace 20 semanas según me informa la propia plataforma. La más reciente es de antier, 10 de junio.
Yo no había considerado tener una cuenta en Instagram porque no tengo un teléfono inteligente y, sin semejante dispositivo, parecía un poco inútil. Sin embargo, durante el confinamiento en Madrid a principios del coronavirus, supe que podía abrirla desde mi ordenador y lo hice solamente para seguir un evento en vivo de una amiga (hoy tristemente ex). No pude o no supe cómo conectarme y mi cuenta quedó ahí, medio abandonada. Entraba de vez en cuando, cuando recibí un recordatorio en mi correo, y veía las publicaciones o las "estoris" (que no historias) de unas cuantas gentes.
Cuando regresé a México, la novia de mi hijo me dijo que sí se podía usar Instagram desde la compu y me enseñó el truco. Así subí una luna nueva que contenía la luna llena. Desde entonces, Instagram para mí se ha convertido en una especie de album de fotos. Voy guardando las que más me gustan y me invento pies de fotos más o menos atractivos.
Hasta el día de doy, casi seis meses después, he subido 74 publicaciones (o sea, fotos), tengo 44 seguidores y sigo a 76, la mayoría de los cuales conozco, aunque algunos, no. (Los nombres en Instagram son rarísimos y, a veces, irreconocibles; yo, sin ir más lejos, soy "adelachurches"). "Estoris" no subo, pero me enteré, de forma más o menos violenta, que si tú ves la "estori" de alguien, esa persona lo sabe. Y no es que acosara a nadie, pero por una mezcla de nostalgia y curiosidad, "visitaba" a aquella examiga y resulta que no le gustó. Incluso ha hecho su cuenta privada (aprendí también que eso significa que tienen que aceptar tu solicitud de seguimiento y mientras eso suceda no puedes ver sus publicaciones), aunque quizá no tenga nada que ver conmigo.
De esas 74 publicaciones, todas tienen por lo menos 1 "like" (me gusta o corazoncito). Es un alivio que Instagram no tenga distinción entre "me gusta" y "me encanta" como Facebook, porque a mí eso ya me da para imaginarme mucho más de lo debido. En promedio, yo creo que la mayoría de las fotos han recibido 6 "likes": aquí no es como en el blog, donde las visitas o los "me gusta" se van sumando en el tiempo: parece que lo que se vio y gustó en Instagram es instantáneo o no es. He juntado 23 comentarios en las 20 semanas (y algunos de esos son pies de fotos míos que no puse donde debía o alguna respuesta a alguien).
Durante mucho tiempo la publicación con mas "likes" tuvo 9 (la sexta, del 24 de enero: una toma del interior de la Casa Batlló en Barcelona) y pensé que jamás ninguna alcanzaría los 10, hasta que antier mi "gato bebe un gato" alcanzó los 13 corazoncitos.
Un hallazgo importante ha sido el sistema de mensajes de Instagram, a través del cual he podido contactar a gente que de otro modo apenas me respondía.
Eso sí, podría decirse, con total precisión, que soy lo opuesto a un "influencer". Y está bien. Me gusta tener un lugar donde guardar mis fotos preferidas y me gusta la interacción (por casi nula que sea) con otros seres allá afuera. Sobre todo, me gusta ir deambulando por ese tan inasible fenómeno de la redes sociales y la virtualidad y atisbando cómo es relacionarse con el mundo, con la vida y con los otros desde ahí.
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