miércoles, 26 de marzo de 2025

¿Qué te trajo a esta página?

¿Qué quieres escribir? Anda. Dímelo. 

Nos pregunta Natalie Goldberg y le contestamos.

Le contesto.


Quiero escribir mi vida y el mundo y el universo y entender por qué son como son. Desde chica quería respuestas a mil cosas de mi mundo que no entendía. Por qué mi mamá no me quería. Por qué sí quería a mi hermano. Por qué mi hermano me odiaba. Por qué estaban juntos mi papá y mi mamá. Por qué tenía tantos tíos hombres, solteros y sin hijos. Por qué mi abuelo Román casi no le hablaba a mi papá. Por qué mi abuela Rosa decía que quería a mi hermano, Romanof le decía, porque era algo suyo, su ahijado, y en cambio, yo no. Por qué me daban miedo los perros. Por qué mi papá me quería como me quería: demasiado y mal. Por qué nadie me sacaba a bailar en las fiestas de la escuela. Por qué me costaba hacer amigos. Por qué estaba mal tomar la mano de Susana cuando íbamos en el asiento de atrás del vochito azul claro de mi mamá. Por qué Toño, mi tío Toño, me coqueteaba si estaba enamorado de mi papá. Por qué mi tía Marisa hablaba de la guerra civil como si fueran anécdotas chistosas. Por qué no conseguía novio. Por qué no era bonita. Por qué no podía ser tan guapa como mi prima Marida. Por qué mi papá se quedó callado cuando le hice un dibujo de la bandera española. (Luego supe que fue porque dibujé la bicolor, no la tricolor de la república.) Por qué lloró mi papá cuando el gobierno de México reconoció el gobierno español posterior a Franco. (Luego supe que porque lo que quedaba de la república española se disolvió en el aire.)

Qué me trae a esta página. La obligación (yo facilito este grupo). La curiosidad. El gusto. El ansia, a veces. El enojo y el amor. La necesidad. La carencia de otras herramientas, como saber pintar o hacer cerámica o escultura o bordar o tejer o dibujar. La necesidad de entenderme y de entender lo que pasa a mi alrededor, aunque no se pueda entender. El desamor y la traición. La cercanía y la ternura. El odio, a veces. La incomprensión. La frustración. La impotencia. La injusticia. El llanto. La risa. La necesidad de algo a lo cual aferrarme para no quedar colgada de la brocha. Los sueños. Los anhelos. Las dudas. Y los miedo. No los cadáveres pudriéndose ni las torturas en la cárcel como a Hang Kan. No los magos como a Ursula K. Leguin o a J.K. Rowling, pero sí la magia de crear, de perderme y de no tener que rendirle cuentas a nadie.

Me trae a la página mi mamá. Y mi papá. Y a veces, mi hermano. Mi tía Olga y mi abuela Rosa. María Eugenia y doña T. Manu y la planta a la que llaman popularmente monedas chinas y científicamente Pilea peperomioides. Y mi bisabuela Adela y mi abuela Adela, con quien platicaba sobre Olivier Southgate, el maestro de francés con el que quería casarme. Yo sentada de china, con las piernas cruzadas, sobre la alfombra; ella, sentada en una silla, con un vestido azul con lunares blancos, en el retrato que la hizo Angelina Beloff y que colgaba en un hueco del libero del pasillo de arriba del departamento número 2 del número 548 de la calle de Uxmal en la colonia Narvarte del DF.


4 comentarios:

  1. Cualquiera que sea el motivo, es valiente y disfruto leerte y me gusta escribir también 🌸 Abrazos. Susy

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    1. Gracias por leer y comentar, Susy. Sigue escribiendo y, cuando quieras, vente al grupo. Puede ser en zoom. Abrazos de vuelta 🧶🧵🪡

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  2. Por falta de palabras, solo decir que me ha gustado mucho

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