miércoles, 15 de mayo de 2024

Día del Maestro

Me da no sé qué dejar pasar este día sin escribir nada, así que escribo. 

Como el diccionario de la RAE no define ni el sustantivo "maestro" ni el verbo "enseñar" con demasiada inspiración, para mi gusto, me fui al Merriam-Webster, donde el sustantivo "teacher" me llevó al verbo "teach", con propuestas interesantes que traduzco en verde al lado de la definición en inglés y con el ejemplo en anaranjado:

transitive verb

1
a
to cause to know something    ocasionar que alguien sepa algo
taught them a trade                    les enseñó un oficio
b
to cause to know how              ocasionar que alguien sepa cómo
is teaching me to drive                me está enseñando a manejar
c
to accustom to some action or attitude    acostumbrar a alguien a alguna acción o actitud
teach students to think for themselves        enseñar a los estudiantes a pensar por sí mismos
d
to cause to know the disagreeable consequences of some action    ocasionar que alguien sepa las consecuencias                                                                                                                                                                                               desagradables de una acción
I'll teach you to come home late                                                             te voy a enseñar a llegar tarde a casa
2
to guide the studies of                      guiar los estudios de   
3
to impart the knowledge of                impartir el conocimiento de               
teach algebra                                        enseñar álgebra
4
a
to instruct by precept, example, or experience    instruir por precpeto, ejemplo o experiencia
b
to make known and accepted                        hacer que algo sea conocido y aceptado
experience teaches us our limitations                la experiencia nos enseña nuestras limitaciones
5
to conduct instruction regularly in                    llevar a cabo instrucción regularmente
teach school                                                           enseñar en la escuela

intransitive verb

to provide instruction act as a teacher                proporcionar instrucción: actuar como un maestro

Me parece que estas propuestas cubren un rango bastante amplio de lo que un maestro puede hacer. Quien me viene primero a la mente es mi maestro espiritual, Dzogchen Ponlop Rinpoché, cuyas acciones cubren estas 6 acepciones y más. (Gracias, Rinpoché, por tu guía constante, tu paciencia, tu sabiduría, tu humor, tu sonrisa.) 

Y desfilan también por mi mente varias maestras y maestras de la escuela donde pasé 15 años, desde el kínder hasta la prepa. Hoy nombro a unas cuantas y seguro me dejo algunas en el tintero: Miss Evangelina (que me enseñó las reglas de acentuación en español), Miss Nancy (que nos leía cuentos maravillosos en inglés), Miss Demy (Dimitrula, que siguió alimentando mi amor por el español), Miss Jackie (que siguió alimentando mi amor por el inglés), Miss Rull (que me hizo enamorarme de la literatura en lengua española), Mr. Hendricks (que me enseñó a amar la literatura estadunidense), Miss Bodossian (que me enseñó a amar la literatura inglesa), Miss Tobyanne (que además de geografía, me abrió los ojos y la conciencia social), Miss Esmeralda (que me enseñó a mecanografiar y a usar taquigrafía, 2 habilidades que apoyan aún mi quehacer como escritora y traductora). 

Luego vino la carrera: recuerdo a Raúl Ávila (maestro de fonética y fonología), a Armando Pereira (de novela hispanoamericana) o a Juan Miguel Lope Blanch (de etimología) y su esposa Paciencia Ontañón, que no me acuerdo qué clase me dio. Quizá más duraderas y profundas han sido las enseñanzas de mis maestros de escritura: Isabel Cañelles (la primera) y Eloy Tizón (en el máster fallido) y junto a ellos mis compañeros de escritura: Joana, Jaime, María Loherr, Atalanta. Parecen de otras vidas, pero hay trocitos (más grandes o más pequeños) de cada uno, de cada una, en mis palabras. Y aquí entran también tantos alumnitos con los que he compartido vida y espacio (que valgan Natalia, Ximena, Fernanda, Toño, Ian, Abril, Mony, Paula, como representantes de tantos otros: ¡gracias a todes!)

Y claro, más allá de los maestros formales, están mis papás y mi abuela Rosa que me enseñaron en positivo y en negativo, o sea, cosas que decidí adoptar y otras que decidí rechazar. Mi tía Olga, que me enseñó sobre todo el poder del cariño. Mi hijo, que ha sido un espejo donde me he encontrado con lo mejor y lo peor de mí, pero un espejo que con paciencia y amor me ha permitido trabajar en mí misma y cambiar y ser cada vez más abierta, más tolerante, más compasiva, aunque a veces me cueste. Y junto a mi hijo, en este camino de conocerme y soltar y cambiar y traspasar mis límites y buscar nuevas formas, he tenido la fortuna de encontrarme con mi comadre (María Eugenia), con mi nuera (Yare), con mi sobrino (Runs) y con amigues de ahora (como Frida, como León, como Sara o Ángeles) y amigues de antes (como Linda, Blanca, Natasha, Pilar, Jessica, Ángela, Miguel Ángel, Francisco, Claudia). Mis amores y exes también han sido mis maestros y maestras (Adrián, Staci, Deepak, Javier, Rafael, Horacio, Susana) y, sin duda, mis hermanes en la sangha (Marisa, Néstor, Elena, Olivia, Perla, Erica, Geo, Lourdes, Beatriz, Stephanie, Lee, Allyn). Y seguro que hay nombres que se me escapan (lo siento).

También quienes me han agraviado (o por quienes me he sentido agraviada) han sido mis maestras y maestros, aunque hoy prefiero omitir los nombres en esta categoría, que igual a veces se sobrelapan con la categoría de quienes me han querido.(O sea, nuestros "amigos" y "enemigos" no son sólidos ni tienen una existencia inherente. Nosotres tampoco.)

Y he tenido, claro, maestros más que humanos: mis gatas (Ñaña y Khandro), nuestra perra (Xunca), el Popo y la Izta, el calor de estos días y el frío que conocí aquel año nuevo en Lyon, la pandemia y el confinamiento, los sueldos precarizados y mi coche Antuanito o los mosquitos que me atacan como helicópteros en estas noches que parecen de verano.

Hoy dejo la enumeración hasta aquí, sorprendida (la verdad) de lo que este 15 de mayo me ha hecho contactar. Y como muestra de agradecimiento sentido, nos dejo a maestros y alumnas, que al final somos todes, este cempasúchil extemporáneo y su sombra (de una maceta de doña Pina bajo la celosía de su patio interior): pasajeros, inasibles, brillantemente aparentes y sin embargo vacíos, como todo...


martes, 14 de mayo de 2024

Invitada: Jetsunma Tenzin Palmo


Una mente que se está aferrando es una mente temerosa; piensa que puede encontrar segudirad en la gente y en las cosas, pero no hay seguridad ni en la gente ni en las cosas. Y muy en el fondo sabe que esto es cierto y, por lo tanto, se asusta más y se agarra con más fuerza. Por lo tanto, hay aflicción. Hay aflicción debido al miedo; hay miedo de que las perderemos, pero todos perdemos cosas y personas al final. La gente muere o nos deja. No estamos aquí para siempre, ningundo de nosotros. 

Así que ese tipo de mente es una mente muy temerosa; por muy segura que pueda parecer, está asustada adentro. Es una mente muy cerrada y rígida que provoca pena y dolor. Una mente que está abierta y que permite que las cosas sean 
—que se sujeta ligeramente a las cosas y les permite fluir, surgir y marcharse de nuevo— es una mente feliz y serena. ¿Lo entienden? 


experiencia fugaz en el mercado de Cuernavaca

Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

domingo, 12 de mayo de 2024

Yo nunca nunca...

Yo nunca nunca, en mis 61 años de vida, en mis 28 de vida en Cuernavaca, me había comprado un ventilador. 

Ahora mi VORTEX® (hecho en México, por increíble que parezca) se ha convertido en mi nuevo mejor amigo. Cambia de estabcua conmigo cada vez que cambio de lugar en mi casa. Y me acompaña toda la noche. Mi gata, al principio abandonó nuestra alcoba, con temor del nuevo integrante de la casa, pero ayer pasó casi toda la noche sobre mi cama. Nos vamos haciendo amigos. Mi VORTEX® me recuerda a uno similar, quizá más pequeño, que Joana guardaba en el que fue el cuarto de Gemma, que yo ocupé durante unos meses allá en lejano 2020. La parte de abajo del colchón era como un enorme cajón, de difícil acceso, pero logramos sacar el ventilador. Aquella fue, en Barcelona, la primera vez en mi vida que dormí con uno, salvo en algún hotel, con Adrián, quizás, donde había uno en el techo. Quizás en Acapulco. Y en Acapulco también compartí con mi entonces amiga J, hará unos 40 años, una habitación, de esas elegantes, que le habían ofrecido a su papá, que era periodista. Estaba alfombrado y tenía un aire acondicionado horripilante. J y yo nos turnábamos en la noche, cuando la otra dormía, para subirle al frío (ella) y para bajarle o apagarle (yo). 
Aquí mi VORTEX® y mi gata, listes para pasar la noche:








Yo nunca nunca, en mis 61 años de vida, en mis 28 de vida en Cuernavaca, me había bañado con agua fría. o sea, sin abrir la llave de la caliente. Bueno, sí, alguna vez también en Acapulco en una casa que Adrián y yo llegamos a rentar, cuando Santiago era pequeño. Tenía una vista hermosa a la marina y por la mañana pasaba un hombre en bicicleta vendiendo pan dulce. Venía una señora a guisarnos, después de haber ido al mercado, y recuerdo un plato excepcional de mantarraya en salsa verde. Las regaderas solo tenían agua fría. Pero yo, en Cuernavaca, por más calor que hiciera, siempre necesitaba un poquito de agua caliente. Ahora la fría sale tibia y ni gota de caliente apetece. Aun sin abrir la caliente, el baño se calienta después del regaderzo y es un alivio, muy corto, salir al aire de la recámara.












Yo nunca nunca, desde que empecé a usarlo a veces en lugar de crema, había visto el aceite de coco completamente líquido. En época de calor, se ablandaba sin perder su color blanco. Ahora se ve así.


Yo nunca nunca había vivido una temperatura de 38 grados en Cuernavaca. Cuando llegué a esta ciudad y el termómetro llegaba a 30 grados, en abril o mayo, nos sentíamos a un paso del infierno. Hoy agradecemos cuando estamos a esa temperatura.

Así nuestra primavera cuernavacense.
Y sorprendentemente nos seguimos adaptando.
A ver hasta cuándo.

viernes, 10 de mayo de 2024

Mother's Day

Me voy a nadar después de las 6 y media de la tarde, en un día más de calorón. Tendida sobre el agua bocarriba, de muertito, vi la llegada del atardecer, con nubes rosas detrás de la jacaranda que ya vuelve a estar verde y acoge pájaros que parece que se detienen allí antes de llegar a su cama, que debe estar más escondida.

En un día en que la celebración casi se agria, pero al final se salvó. 

Tuvimos rollos de canela, que no estaban muy buenos, mucho menos de lo esperado. Y alfajores muy buenos. Y una blusa que fuimos a encontrar en la colonia Flores Magón, en una zona de Cuernavaca en la cual yo  jamás había puesto pie. En la calle de Sonora, enfrente del OXXO, estaba Claudia, oriunda de Oaxaca, que vende las blusas que confecciona su mamá, a quien ella ahora está cuidando, pues padece del riñón.

Hubo comida compartida y cinco y continental y tonicol y tívicos con agua mineral. Y paciencia para estar pese a todo. Que como aprendiera yo hace años de Allyn Lyon, los humanos en el camino somos seres imperfectos que nos equivocamos, pero que somos capaces de pedir perdón, con palabras o con acciones, y volver a intentarlo. Gracias, pues, a Yare y a Santiago y a mí misma por permanecer. Y a m madre de esta vida por habérmela dado.

El final del día me regaló la luna creciente del Buda, que llegará a llena en menos de dos semanas, recordándonos su nacimiento, iluminación y parinirvana. 




lunes, 6 de mayo de 2024

sueño 32.

Hace más de un año que no consigno un sueño. Y he soñado, claro. Con mi maestro más de una vez, pero la sensación con que despertaba era difícil de traducir a palabras.

Anoche soñé con el Karmapa y, cuando lo escribo, se me enchina la piel. Tampoco puedo traducir la sensación a palabras, quizás ni siquiera debería intentarlo.

El sueño acababa con un beso cariñoso que yo le daba al maestro, cuando nos despedíamos y él abría el espacio para que me acercara. Me sorprendía ser invitada a esa calidez por esa calidez. Como si no lo mereciera y, entonces, sí lo mereciera. Así se hace la mente chiquita y grande.

El sueño traía consigo también muchas cosas, objetos, que el Karmapa nos regalaba, a mí y a alguien más que parecía acumularlos. (Quizá una parte mía que se apega más de lo que debe.) Y terminaba conmigo en un espacio compartido con mi ex amiga E, donde yo navegaba entre sus prendas de vestir intentando acomodarlas.

Cuando en la mañana, salí a caminar, me encontré, por tercera vez, con una avispa negra ahogándose en el agua de la alberca. La primera fue el viernes pasado (la rescaté con la canastilla para recolectar frutos que está en la punta de un palo de escoba). La segunda fue el sábado y la rescaté con mi zapato. Hoy tuve que recurrir al palo + canastilla de nuevo. Y me pregunté si no sería la misma avispa, con quien seguramente tuve alguna relación en otras vidas con otros cuerpos, la que me sigo encontrando y salvando una y otra vez. 
La compasión, como la sabiduría y también la ignorancia, nacen nuevas en el momento presente.
No hay otro.
Aquí la avispa tercera o la avispa de siempre en su tercera manifestación,
sobre la canastilla para recoger fruta:






domingo, 5 de mayo de 2024

Cinco de mayo


Hace 62 años, en 1962, se casaron mis papás. Se celebraban entonces los 100 años de la Batalla de Puebla (y hoy los 162 de la victoria del general Ignacio Zaragoza sobre los franceses), aunque no creo que eso lo hayan pensado mis papás entonces. Pero quién sabe.

Yo nunca he estado en Taipéi, capital de Taiwán, ni en ningún lugar de la antigua Formosa. Sin embargo, este fin de semana, y hoy en particular, de algún modo amanecí allá, por lo menos en mente y habla.

Desde hace días, cuando he salido a caminar de mañana, me he encontrado con unas plantas en flor y he pensado que no es la primera vez que florecen en la época del anversario de bodas de mis papás y les fui sacando fotos. Aquí les dejo a ellos una de las imágenes que me parecen más bonitas para celebrarlos en este día que compartieron, esperando que hayan encontrado un camino luminoso, dondequiera que anden:


Y para cerrar traigo a colación las palabras que mi amiga Joana me escribió hace un año a propósito de lo que entonces escribí en esta fecha, aciaga para mí en un par de ocasiones de mi transitar por el amor romántico:
Cuando llegue este maldito día, bórralo del calendario, quémalo, convéncete de que es el 4 bis, que el cinco no existe. ¡A la basura el cinco de mayo! 
Y sonrío por la solidaridad, constatando cómo soltar un poco a la vez es una buena alternativa a la basura...
No podría (ni querría) borrar el 5 de mayo de mi calendario.

jueves, 2 de mayo de 2024

Historia de una planta (o 2) 5


La Ñaña el año antes de su muerte











Nuestra gata Ñaña murió cuando yo estaba en España, como dos días antes de que estallara la pandemia del coronavirus. Me acuerdo que Santiago y Yare me dieorn la noticia un día que jugaba el Barça. Toda llorosa subí a casa de la vecina, Carmen, donde Ana consiguió que pudiera ver el partido. Igual era un clásico contra el Real Madrid. No me acuerdo quién ganó, pero sí recuerdo que me ofrecieron una botana exquisita (jamón serrano, quesos, galletitas) y una cañita. El esposo de Carmen, hincha del Barça como yo, mientras que su hijo y nieto, merengues de corazón. Qué se le va a hacer. Esa fue una de las últimas reuniones normales que viví en Madrid, antes del confinamiento.

Bueno, el caso es que mi Ñañita querida había muerto, por un edema pulmonar, resultado de su edad. Y yo no me pude despedir de ella. (Bueno, lo hice al partir al viejo continente pues de algún modo intuí que no la volvería a ver.) Santiago y Yare la cuidaron en sus últimos días y luego la enterraron, al fondo del terreno donde está el condominio, y le pusieron unas plantitas en su tumba: las escogieron pensando que pudieran aguantar sin tanto cuidado. (Yo nunca he llegado a visitar el lugar pues el acceso me resulta algo riesgoso).

En una ocasión, bajaron a atender la tumba y vieron que algún  animal había desplantado las ofrendas para la Ñaña. Rescataron algunas y las trajeron a casa donde las plantaron en macetas y me las enseñaron cuando regresé de España.

Una es de esas suculentas que parecen estrellas y que, con sus altibajos, finalmente pegó y vive en una maceta gallina que me regaló Yare para un día de las madres. De repente la atacan unos bichos negros y he de tratarla, pero va creciendo. Yo sospecho (espero) que algún día floreará. Hela aquí:




Y la otra sobreviviente ha tenido una historia más atribulada. De hecho, hubo tres de ese grupo con hojas como espaditas, parecidas a una sábila pero sin espinas. Ya perdí la cuenta de por cuántas macetas pasaron y cuántas veces las puse en agua para que echaran raíces nuevas. Hubo un momento en que las vi pudriéndose en el agua y pensé que su final había llegado. Las saqué del agua y las eché en la maceta de la planta del amor, para que se se integraran a su tierra, una suerte de tumba, pues. Y un buen día, descubrí que un par habían echado las tan anheladas raíces y entonces las volví a plantar en una maceta. Y, bueno, para no hacer el cuento largo, nomás no prosperaban. De dos que habían quedado, en la misma maceta de una cactácea rescatada casi muerta del jardín, solo quedó una (sí, como en la canción de los perritos). Y como último intento, aunque no recuerdo qué me llevó a esa decisión, la pasé a una maceta que había quedado vacía y la puse en el cuarto de Santiago, sin muchas expectativas. Tras semanas y semanas, cuando parececía que se secaba, echó, por fin una hoja nueva. Y luego otra. Y ahora la tercera:




Y, así, la Ñaña sigue un poco con nosotros.
Cada día.
Todos los días.