lunes, 28 de agosto de 2023

Historia de Groc

 

Hace unos días, salí a caminar de tarde por el condominio. Parecía que oscurecía demasiado pronto, pero era más bien el cielo encapotándose de color gris profundo, cargado de lluvia. Cuando me disponía a rodear la alberca del fondo, vi ondas agitadas en el agua, hacia la esquina derecha del rectángulo. No puede ser un insecto, pensé, algo más grande está intentando no ahogarse (o se está ahogando). Me acerqué y descubrí a Groc, un periquito amarillo, aunque entonces no le puse nombre .

Me puse en el borde de la alberca  y acerqué mi mano al agua para tratar de sacarlo cuanto antes, pero cuando lo intenté, chilló horrorizado. Entonces corrí a casa para traer el palo con la canastilla para recoger frutos y volví corriendo. Ya no había olas en la piscina, así que pensé que quizás Groc hubiera hallado la manera de salir del agua, pues tampoco se veía nada flotando. Cuando me asomé, vi cómo hábilmente se había agarrado con sus minúsculas patitas a los mosaicos que sobresalían del agua y se tomaba un respiro. Pero si no lo rescataba, seguramente moriría.

Así que con el mayor cuidado posible, introduje la canastilla al agua, pero Groc se peleaba con ella. Finalmente logré pescarlo y sacarlo, pero cuando intenté llevarlo al pasto para que no se fuera a caer otra vez, volvió al agua, así que yo empecé el procedimiento de nuevo. Ya en el pasto por segunda vez, intenté tomarlo con las manos para alejarlo del agua, pero daba brinquitos abriendo las alas y alejándose nervioso.

Entonces me di cuenta que, sobre el césped, había muchas hojas del árbol enorme que vive junto a la alberca. Tomé dos de las más grandes y con ellas atrapé a Groc, sosteniéndolo con mis manos entre las hojas, con firmeza pero gentilmente, y me lo llevé a la otra esquina del condominio, lejos de la alberca, a unas piedras debajo de nuestro Flor de Mayo.

Helo ahí:







Se veía medio atontado, agotado me dijo Yare cuando le conté, claro de todo el esfuerzo por salir del agua, pero bien. Tras fotografiarlo y desearle buena suerte, seguí mi caminata.

Un poco antes de que se acabara la cuenta regresiva de mi teléfono, decidí volver para ver cómo estaba Groc, deseando que se hubiera podido ir. Ya empezaba a llover y la temperatura había bajado, así que corrí de nuevo. Cuando llegué, lo encontré sobre la tierra, aún sin tenerlas todas consigo. Llovía más. Pensé que si se quedaba ahí, quizás moriría de frío, así que volví a correr a mi casa, encontré una caja de cartón y con eso y el guante de la cocina para las cosas calientes, volví corriendo al jardín. 

Groc andaba pegadito a la pared y, tras varios intentos, logré meterlo a la caja de cartón, cerrarla, y volver a casa, corriendo de nuevo bajo una lluvia, por suerte, no demasiado fuerte.

Lo llevé directamente a la regadera (cerrada, claro) del baño de Santiago para evitar que la Khandro notara su presencia. Le puse un cuenquito con agua. Busqué en google qué comen los pericos y entonces le puse un poquito de plátano. (Había pensando en partirle un poco de ciruela, pero por suerte no lo hice porque parece que está prohibida para los periquitos). Lo fui a ver un par de veces más. Seguía dentro de la caja. Luego decidí dejarlo en paz, para que durmiera y me comuniqué con Yare, experta en el salvamento de aves, para pedirle su apoyo al día siguiente: para cuidar a Groc o para devolverlo al mundo. Y me fui yo a dormir con cierto miedo de que no sobreviviera la noche (yo y mi mente catastrófica.)

En la mañana, pensé en esperarme a que llegaran Yare y Santiago (ya unido al plan) porque me daba miedo encontrar un cadáver en la cajita. Pero me animé y ahí estaba Groc, vivito y coleando. No pude determinar si había bebido o comido pero sí que había cagado, así que las cosas se veían bien. Eso sí, Groc no salía de la caja.

Al rato llegaron Yare y Santiago y les presenté al perico, que entonces sí salió volando de la caja y fue a ponerse en el quicio de la puerta que había yo cerrado rápidamente, antes de que la Khandro se diera cuenta en qué andábamos. De ahí voló al espejo y de ahí a las puertas de la regadera. Nos tomó un rato reatraparlo (fue Yare con su magia) y volverlo a colocar en la caja para llevarlo al jardín. Determinamos que era un pájaro adulto que sabía volar perfectamente y que, seguramente, ya estaba recuperado del susto del día anterior.

Salimos los tres al jardín y colocamos la caja sobre una barda. Yo la abrí. Groc no salía. Entonces Santiago se montó a la barda, se acercó a la caja y entonces, el perico emprendió vuelo y se fue a posar en lo alto de un árbol.










Cuando volvimos a la casa, me di cuenta de que no lo habíamos bautizado. Pensé que nombrarlo con la palabra catalana para amarillo era un buena idea.

Ojalá que Groc haya encuentrado su camino a casa y sea feliz.

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