Ahora mi VORTEX® (hecho en México, por increíble que parezca) se ha convertido en mi nuevo mejor amigo. Cambia de estabcua conmigo cada vez que cambio de lugar en mi casa. Y me acompaña toda la noche. Mi gata, al principio abandonó nuestra alcoba, con temor del nuevo integrante de la casa, pero ayer pasó casi toda la noche sobre mi cama. Nos vamos haciendo amigos. Mi VORTEX® me recuerda a uno similar, quizá más pequeño, que Joana guardaba en el que fue el cuarto de Gemma, que yo ocupé durante unos meses allá en lejano 2020. La parte de abajo del colchón era como un enorme cajón, de difícil acceso, pero logramos sacar el ventilador. Aquella fue, en Barcelona, la primera vez en mi vida que dormí con uno, salvo en algún hotel, con Adrián, quizás, donde había uno en el techo. Quizás en Acapulco. Y en Acapulco también compartí con mi entonces amiga J, hará unos 40 años, una habitación, de esas elegantes, que le habían ofrecido a su papá, que era periodista. Estaba alfombrado y tenía un aire acondicionado horripilante. J y yo nos turnábamos en la noche, cuando la otra dormía, para subirle al frío (ella) y para bajarle o apagarle (yo).
Aquí mi VORTEX® y mi gata, listes para pasar la noche:
Yo nunca nunca, en mis 61 años de vida, en mis 28 de vida en Cuernavaca, me había bañado con agua fría. o sea, sin abrir la llave de la caliente. Bueno, sí, alguna vez también en Acapulco en una casa que Adrián y yo llegamos a rentar, cuando Santiago era pequeño. Tenía una vista hermosa a la marina y por la mañana pasaba un hombre en bicicleta vendiendo pan dulce. Venía una señora a guisarnos, después de haber ido al mercado, y recuerdo un plato excepcional de mantarraya en salsa verde. Las regaderas solo tenían agua fría. Pero yo, en Cuernavaca, por más calor que hiciera, siempre necesitaba un poquito de agua caliente. Ahora la fría sale tibia y ni gota de caliente apetece. Aun sin abrir la caliente, el baño se calienta después del regaderzo y es un alivio, muy corto, salir al aire de la recámara.
Yo nunca nunca había vivido una temperatura de 38 grados en Cuernavaca. Cuando llegué a esta ciudad y el termómetro llegaba a 30 grados, en abril o mayo, nos sentíamos a un paso del infierno. Hoy agradecemos cuando estamos a esa temperatura.
Así nuestra primavera cuernavacense.
Y sorprendentemente nos seguimos adaptando.
A ver hasta cuándo.
Uf 🥵así yo nunca, nunca había entendido lo que podía sentir un pollo en rosticeria!! No me había quitado la piyama para dormir, con las ventanas totalmente abiertas y el ventilador toda la noche 😱.
ResponderBorrarY por último nunca había deseado tanto ser un animal acuático para vivir permanentemente en el agua!
Te abrazo aunque nos de calor! Susy
Hay que inventarnos un abrazo fresquito. Gracias por pasarte y comentarme tus nunca nunca, Susy 🫠 Ojalá no terminemos por derretirnos...
Borrar