jueves, 2 de mayo de 2024

Historia de una planta (o 2) 5


La Ñaña el año antes de su muerte











Nuestra gata Ñaña murió cuando yo estaba en España, como dos días antes de que estallara la pandemia del coronavirus. Me acuerdo que Santiago y Yare me dieorn la noticia un día que jugaba el Barça. Toda llorosa subí a casa de la vecina, Carmen, donde Ana consiguió que pudiera ver el partido. Igual era un clásico contra el Real Madrid. No me acuerdo quién ganó, pero sí recuerdo que me ofrecieron una botana exquisita (jamón serrano, quesos, galletitas) y una cañita. El esposo de Carmen, hincha del Barça como yo, mientras que su hijo y nieto, merengues de corazón. Qué se le va a hacer. Esa fue una de las últimas reuniones normales que viví en Madrid, antes del confinamiento.

Bueno, el caso es que mi Ñañita querida había muerto, por un edema pulmonar, resultado de su edad. Y yo no me pude despedir de ella. (Bueno, lo hice al partir al viejo continente pues de algún modo intuí que no la volvería a ver.) Santiago y Yare la cuidaron en sus últimos días y luego la enterraron, al fondo del terreno donde está el condominio, y le pusieron unas plantitas en su tumba: las escogieron pensando que pudieran aguantar sin tanto cuidado. (Yo nunca he llegado a visitar el lugar pues el acceso me resulta algo riesgoso).

En una ocasión, bajaron a atender la tumba y vieron que algún  animal había desplantado las ofrendas para la Ñaña. Rescataron algunas y las trajeron a casa donde las plantaron en macetas y me las enseñaron cuando regresé de España.

Una es de esas suculentas que parecen estrellas y que, con sus altibajos, finalmente pegó y vive en una maceta gallina que me regaló Yare para un día de las madres. De repente la atacan unos bichos negros y he de tratarla, pero va creciendo. Yo sospecho (espero) que algún día floreará. Hela aquí:




Y la otra sobreviviente ha tenido una historia más atribulada. De hecho, hubo tres de ese grupo con hojas como espaditas, parecidas a una sábila pero sin espinas. Ya perdí la cuenta de por cuántas macetas pasaron y cuántas veces las puse en agua para que echaran raíces nuevas. Hubo un momento en que las vi pudriéndose en el agua y pensé que su final había llegado. Las saqué del agua y las eché en la maceta de la planta del amor, para que se se integraran a su tierra, una suerte de tumba, pues. Y un buen día, descubrí que un par habían echado las tan anheladas raíces y entonces las volví a plantar en una maceta. Y, bueno, para no hacer el cuento largo, nomás no prosperaban. De dos que habían quedado, en la misma maceta de una cactácea rescatada casi muerta del jardín, solo quedó una (sí, como en la canción de los perritos). Y como último intento, aunque no recuerdo qué me llevó a esa decisión, la pasé a una maceta que había quedado vacía y la puse en el cuarto de Santiago, sin muchas expectativas. Tras semanas y semanas, cuando parececía que se secaba, echó, por fin una hoja nueva. Y luego otra. Y ahora la tercera:




Y, así, la Ñaña sigue un poco con nosotros.
Cada día.
Todos los días.

2 comentarios:

  1. Qué bonita dedicatoria para la Ñaña y qué bonita foto <3

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    1. ¡Gracias, 🐒ito! Por ver lo que publico y comentar y por recordar juntos a la Ñañita...

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