lunes, 31 de octubre de 2011
Surprise gift
He seems to have sent a message that I begin to perceive subtly: "Don't struggle. Don't cling. Just let things flow as they may. And you'll be fine". (I'm not sure he really articulated the last part in so many words. That's maybe the nature of my own mind -that is his own- offering some reassurance, which I am in such great need of right now.)
Thank you, Rinpoche.
domingo, 30 de octubre de 2011
Último café
En una sala presidida
Por tu ausencia y tus cenizas
Anoche reviví
Bebidos en tu compañía
Conversando
Anoche recordé cuánto
Te quise, cuánto te quiero
Y te despedí
Con voz ajena
Anoche confirmé
Con un dolor sutil
Por qué la distancia
Nos ganó la última partida
Anoche me sorprendí
Sentada en tu
Silla
Recargada en tu respaldo
(Mi mamá también combinaba su queso roquefort con mantequilla.)
Anoche
sábado, 29 de octubre de 2011
Mi nombre
Mi madre, por su parte, retomó el nombre de la tradición cuando yo nací. Adela me llamó. No sé si lo escogió ella, si fue idea de mi padre o cómo fue el asunto. El caso es que apenas una generación más tarde el nombre ya había vuelto a instalarse en la familia.
A pesar de que el proceso de aceptación de mí misma no ha sido siempre una labor fácil y, por supuesto, está inconclusa por naturaleza, con mi nombre nunca he tenido bronca. De hecho, me gusta y me ha gustado siempre. Me gusta que empieza y termina con la misma letra, que esa letra sea la A, que sea corto, sonoro, fuerte. Y, además, me emparienta con una línea de mujeres a la que me siento honrada de pertenecer, aunque lamento que mi madre parezca quedar un tanto excluida.
jueves, 27 de octubre de 2011
Invitada: Fanny Fern
miércoles, 26 de octubre de 2011
martes, 25 de octubre de 2011
Para Dasha
May you find the path of happiness.
May you be free from suffering.
You will always have a place in my heart.
I cherish deeply the time we shared.
The touch of your hand in mine is a place where I can always return and find your company.
The light of your eyes glows deep within me.
I let you go.
I love you.
lunes, 24 de octubre de 2011
Otoño
Por andar curioseando en el diccionario me encontré, además, con otra razón que no había tomado en cuenta. El otoño aparece definido también como ese período de la vida humana en que esta declina de la plenitud hacia la vejez. Será recordatorio, será anticipación, será certeza...
Y aunque donde vivo las hojas de los árboles no cambian de color (o permanecen verdes o simplemente se caen), es indudable que segundo a segundo este cuerpo mío al que le cuesta aclimatarse, empieza a despedirse de la plenitud y a encaminarse, inexorable también, en dirección a la etapa que irán cubriendo las nieves del tiempo.
sábado, 22 de octubre de 2011
Después de nadar 5
Veo
Los reflejos del agua de la alberca
Danzar sobre las ramas y las hojas
Del árbol que pretende alcanzarla
Veo
Un zopilote negro surcando el
Azul casi marino del cielo otoñal
Veo
Cómo mi tristeza se desvance
Al calor de los rayos solares
Y te pienso con menos dolor
Candor o poesía
viernes, 21 de octubre de 2011
not enough
My heart is not enough.
No matter what I do, no matter what I avoid. My heart was not enough for my mother. My heart was not enough for my father. I can't even talk about my brother. Too often my heart is not enough for my son. And it certainly was not enough for you.
The sun shines brightly through my window. The air is cold outside. And I'm terrified just of the thought of having to go back and face the world.
jueves, 20 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
La boda
Marcelino y Eloísa se conocían desde hacía quince años. En ese entonces todavía tenían apellidos y no sabían quiénes eran. Fueron pasando los años y por sus vidas pasaron también muchas personas, amores y desamores. Sus miradas se encontraban sin saber aún qué miraban. Sus labios no conocían las palabras que sólo aprenderían a articular juntos; parecía que nadie se las había enseñado.
Eloísa construía castillos en el aire y otro tanto hacía Marcelino. Viajaban cada uno hacia adentro y hacia afuera. De esos viajes traían la materia clara que años después formaría sus nombres y la materia oscura que hacía tan pesados sus apellidos, que se adhería tan dolorosamente a su piel. ¿Cómo iban a saberlo entonces?
A veces llegaron a detenerse en sus ires y venires y se miraron; algunas palabras revueltas y confusas se pasearon por sus cuerpos. ¡Qué inquietud la de Marcelino al ver ese cuerpo fino que después iba a ser suyo, el cuerpo delicado y aromático de Eloísa! ¡Y qué temor el de Eloísa al notar las modulaciones profundas y graves en la voz de Marcelino que después gemiría su nombre a su oído, pleno de placer, pleno de lágrimas!
Un buen día la vida se encargó de hacerlos coincidir más a menudo. Aquellos ojos tan conocidos y tan nuevos se fueron llenando de emociones sin que ellos se dieran cuenta. Quizá Marcelino tuvo un poco más de conciencia, pero eso solo lo sabría Eloísa muchos meses después.
En aquellos primeros momentos los terrores añejos que la habían acompañado durante tantos años, disfrazados de amigos inseparables, le protegían los ojos y le escondían el cuerpo. El primer contacto, tan postergado como deseado para ella, tan deseado como postergado para él, los llevó sin escalas a ese centro de plenitud que tantas veces habían imaginado o inventado, de cuya existencia también habían dudado en los momentos de soledad y desesperación.
Mucho aprendieron separados y mucho desaprendieron para encontrarse. Después de muchos días aciagose se dijeron: Tú eres Eloísa y tú eres Marcelino y eso merece un gran casorio. Probaron las mieles ocultas de todos y cada uno de sus pliegues, sin reservas. Se presentaron los fantasmas, aquellos dolores y abandonos viejos que quisieron volver a sus vidas. Al verlos dijeron a la vez: Adiós, nos despedimos de ustedes para siempre. Marcelino y Eloísa bailaron del gusto entre guirnaldas blancas y aires de la montaña. La boda se consumaba. Se desprendían por fin de sus cargados nombres para reconocerse únicamente en sus miradas.
Eloísa y Marcelino voltearon sus ojos hacia el principal de los testigos: el gran volcán blanco que guarda en sus entrañas el secreto de sus nombres recobrados.
martes, 18 de octubre de 2011
lunes, 17 de octubre de 2011
Invitada: Elizabeth Mattis Namgyel
domingo, 16 de octubre de 2011
sábado, 15 de octubre de 2011
viernes, 14 de octubre de 2011
Primer autorretrato
El pelo, corto pero no mucho, alcanza a rizarse, sobre todo con la humedad del mar, adornando mis sienes y mi frente. La piel todavía no muestra los efectos del sol. Se alcanzan a ver un par de lunares que tengo desde siempre y una mancha roja debajo del ojo derecho, que hoy ya ha desaparecido. (Qué duda cabe que todo es impermanente.)
Mi boca, con esos labios delgados que he aprendido a aceptar, está entreabierta. En mi oreja derecha se asoma la punta de un arete de plata pegado a la piel. La barbilla y la parte superior de la cabeza están ligeramente cortadas: las facciones resaltan más así.
Mi mirada parece tranquila, intensa pero en paz. Me reconozco y me gusto, a pesar de mi convicción de no dar una buena imagen fotográfica.
Al fondo se ven un mar y un cielo nublados, unas olas suaves, unas rocas con espuma de mar y una larga extensión de arena.
Llegué a ese lugar con la decepción enorme de haber planeado un viaje en pareja y haber tenido que hacerlo sola pues el príncipe azul del momento no se decidió a venir y una amiga me instó a hacerlo sin él. Viví la estancia como un descubrimiento de mí misma, de mi capacidad de estar conmigo, de divertirme conmigo, de disfrutar sola. Volví del viaje otra, nueva, triste aún a momentos, pero con la certeza de mi propia fortaleza y el aprecio de mi vulnerabilidad.
Emprendí entonces un camino mucho más ancho que el de la mera fantasía que me había llevado a planearlo.
jueves, 13 de octubre de 2011
miércoles, 12 de octubre de 2011
martes, 11 de octubre de 2011
Tormenta de octubre
Empapas mis sueños
Arrullas mis miedos
*Sweet song of oblivion
The rain washes away
The remains of the day
lunes, 10 de octubre de 2011
sábado, 8 de octubre de 2011
viernes, 7 de octubre de 2011
Espejo roto
El primero que recuerdo era de latón con unas bisagras pequeñas y se abría ofreciendo dos lados. En una de las caras externas llevaba grabado mi nombre en letra manuscrita. Si acaso me olvidaba quién era, podía sacar el artefacto y tres de sus cuatro caras me lo podían recordar.
No sé qué le pasó a ese primer espejo, pero el caso es que lo sustituyó el que uso ahora. El modelo es el mismo, salvo que, por una parte, no lleva mi nombre grabado y, por la otra y en circunstancias cuya memoria he perdido, uno de los dos cristales se estrelló y aunque los pedazos permanecieron en su sitio, ahora lo recorren cuatro líneas más o menos verticales, como los tallos de una planta, y un pequeño trazo horizontal que une dos de las ramas.
Ahora llevo, pues, en mi bolsa un espejo de dos caras: Una está completa y la otra rota. Mi primer impulso fue tirar el espejo roto y buscar un tercer remplazo. Pero pensándolo bien, decidí conservarlo porque me parece que así soy yo: a veces me siento completa, una, integrada, y otras, solo encuentro fragmentos de mí misma, me cuesta acomodarlos, me cuesta reconocerme. El espejo me recuerda que ninguno de los dos estados es permanente. Siempre estoy entre uno y otro - las dos o más caras de mi vida.
Sin embargo, al despertar esta mañana (o quizá desde el momento de irme a dormir anoche), solo el lado fragmentado del espejo ha sido capaz de reflejarme, ofreciéndome una imagen rota en varias partes. Hoy pareciera que esta condición no cambiará jamás...
jueves, 6 de octubre de 2011
martes, 4 de octubre de 2011
lunes, 3 de octubre de 2011
domingo, 2 de octubre de 2011
Recuerdo
- Te traje un regalo.
- (Silencio.)
- Espero que te guste.
- (Más silencio.)
- Es un dibujo que te hice con tus colores preferidos...
- (Gira la cabeza, con la mirada ida.)
- Son mariposas. (Se aguanta el llanto.)
"Cuando lo vea bien, seguro que le gusta", le dice a A Chiquita esa voz de adentro que siempre la acompaña. Sin embargo, su corazón sabe, sin necesidad de palabras, que su mamá no la quiere.
Quizás más que un recuerdo esta escena podría ser un invento. Pero el sentir de la niña era una certeza. Hoy A sabe que su mamá probablemente la quiso a su manera, tanto como le fue posible, después de haber perdido a su propia madre. Hoy A todavía se confunde, a veces, y se conecta con ese terror primigenio al rechazo. Hoy pinta mariposas y las echa a volar sin pedir permiso.