Con Fernanda
Hace unos días, dejé abiertas las ventanas y las puertas de mi coche para que el sol y el aire se encargaran de disipar la humedad que la lluvia había dejado sobre las alfombras. "Una mariposa amarilla", exclamaste mientras pasábamos caminando al lado del vehículo. "¿Dónde?", pregunté y señalaste el interior del auto a través de la ventana trasera. Ahí estaba: revoloteando para encontrar la salida. "Se va a salir sola; no te preocupes", me dijiste cuando viste que rauda me disponía a una operación de salvamento. Cuando volvimos de comer, me senté en el asiento de atrás para empezar a cerrar las ventanas. La mariposa se posó un instante sobre mi pelo antes de salir volando. "Debe ser una bendición", dije. Tú sonreíste.
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