Dos de la mañana, más o menos: definitivamente la madrugada. Estás profundamente dormida.
Se oyen ruidos espeluznantes como de enormes martillos que se baten sobre estructuras de metal: parece ambientación de película de ciencia ficción, tipo Terminator o algo así.
Te asomas al cuarto de tu hijo adolescente quien está enroscado sobre su recién adquirida laptop, jugando en línea después de haber prendido el módem a escondidas y de haberlo cubierto con calcetines y ropa interior para evitar que lo descubras.
Cómo te podrías dar cuenta si la puerta de tu recámara está cerrada y el módem está en el estudio.
Le echas un sermón nocturno donde le castigas TODO hasta el fin de los días.
Quizás deberías hablar con el gerente del súper para que no hagan labores de remodelación mientras los vecinos intentan dormir.
Te das cuenta que, de hecho, estás despierta...
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