sábado, 13 de agosto de 2011

Riesgo

Cuando etiquetamos nuestras experiencias, nuestras relaciones, a quienes nos rodean ("el peor", "la mejor"), existe la posibilidad de confundir las etiquetas con lo que en verdad sucede, con la forma en que los fenómenos o las personas realmente se manifiestan y, así, surge la confusión. Relacionarnos con una etiqueta es vivir una mentira, vincularnos con la proyección de nuestra mente. Provoca un sufrimiento enorme porque implica una decepción tras otra y obnubila la frescura del presente tal y como es.

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