Mientras camino al trabajo, me envuelve de pronto un perfume a fruta. Me detengo. Descubro un guayabo asomándose por una barda. Sus frutos yacen en la banqueta: unos recién cayeron, otros comienzan a descomponerse. El aroma me acompaña durante un trecho del recorrido. Continúo, evitando pisarlas.
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