Hoy me pasé unas dos horas en el sillón del dentista, con la boca abierta, con un plástico verde que me tapaba hasta los labios (por fortuna no la nariz) para aislar la muela que necesitaba una endodoncia. Fue mi primera y es probable que no sea la última. Aparte del dolor, intenso pero instántaneo (a pesar de la anestesia - ya lo sospechaba), la sensación más fuerte fue la de no poder hablar, de no poder ser escuchada y estar a la merced de alguien más a quien, encima, era la primera vez que veía en mi vida. (Y eso que la endodoncista recomendada por mi dentista es una joven excelente en su trabajo.) Mientras respiraba profundo y recitaba mantras mentalmente para no perder la compostura, pensaba -también intensa pero instáneamente- que si pudiera sacarme una fotografía en esa posición la usaría para ilustrar la palabra que aparecía una y otra vez en mi mente.
Quizás podría hacer una par de precisiones a la definición institucional de vulnerable: El riesgo de que la endodoncista me lastimara era mínimo, tomando en cuenta las molestias propias al procedimiento. Una vez que este terminó, su asistente me recomendó una pastilla para el dolor y la inflamación y sugirió que me la tomara antes de que cediera el efecto de la anestesia. Asunto arreglado, salvo un ligero gusto amargo en la boca, residuo de la curación.
Pero, ¿qué puedo hacer cuando lo que siento es temor a recibir una lesión moral? Abandono o, peor quizá, la sensación que permanece después de sufrirlo: El desamparo que se vuelve recordatorio intenso, a veces instantáneo a veces persistente, de nuestras partes más suaves y delicadas, las que requieren de un cariño, de un apapacho al que con el paso de los años parecemos tener menos derecho. El desamparo que nos recuerda, que me recuerda, la indefensión de niña, mis necesidades profundas que emergen como hace más de 40 años. El desamparo que dispara la falta, aun temporal, de seguridad; el miedo a no ser capaz de cumplir, de enfrentar, de llegar; el temor de no contar, en el peor de los casos de no merecer, la compañía necesaria para lograrlo y, sin embargo, esperarla: Los mismos fantasmas de siempre. Las mismas ganas de llorar.
Vulnerable is fine, I wish your voice would remind me from wherever.
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