Una tormenta y los ríos de agua en que ha convertido las calles me hacen difícil el regreso a casa. Conduzco muy despacio. Las luces de los coches se deforman sobre el parabrisas empañado desdibujándome la realidad. Cuando doy vuelta sobre la calle empinada que desembocará finalmente en mi destino, descubro las copas de oro sobre el suelo empapado. La lluvia inclemente las tiró. Aún recuerdo cómo esas flores doradas colgaban de la barda del jardín de mi infancia en casa de mi abuela Rosa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario