ajo de agónica plata
la luna menguante pone
cabelleras amarillas
a las amarillas torres
(Hoy de madrugada me encontré en el cielo negro con la luna menguante. "Está amarilla", señaló mi hijo, mientras nos dirigíamos a la parada del transporte. Entonces recordé estos versos de Lorca que memoricé hace más de treinta años, casi cuarenta, cuando cursaba la secundaria y mi maestra de literatura nos pedía que nos aprendiéramos algunos poemas o fragmentos de poemas. Ángeles Rull se llamaba ella. Era excelente y yo la adoraba. Había nacido en Orán y llegado a México con el exilio español posterior a la guerra civil. Con ella profundicé el gusto por la lectura -iniciado al lado de mi padre-, por la escritura, por la literatura española, la latinoamericana, por la ortografía y la redacción precisas y quizá entonces se empezó a gestar en mí la vocación de maestra que, a veces a regañadientes y a veces con entusiasmo, ejerzo desde hace tiempo. Si pudiera dejar en alguno de mis alumnos algo similar a lo que Ángeles sembró en mí, me daría por satisfecha. Por lo pronto -y con más ánimo que el previsto- han memorizado ya un par de romances y empiezan a poner acentos cuando escriben como si en realidad les importara...)
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