or samsara strikes again
Nació en mi casa, casi seguro, porque mi hijo y yo convivimos muy en paz con las arañas patonas, que se reproducen en los rincones de nuestro departamento -como consta en otro lugar. A esta arácnida en particular, la encontré un día, moribunda, sobre los rieles de las puertas de la regadera de mi baño. La saqué y la puse en el piso y pareció marcharse. Se veía madura: de cuerpo grande y con patas faltantes, pero viva. Algunos días después, mientras me bañaba de nuevo, la volví a ver: esta vez luchando por su vida en un charco de agua. Me agaché y la tomé de una pata, con tanta delicadeza como pude, y la volví a sacar al piso seco. Cuando terminé mi ducha, pensé que había muerto: estaba como adherida al piso y con las patas inmóviles. La volví a tomar y la puse en mi altar, junto a mi maestro para que tuviera buena compañía. En la tarde, cuando mi hijo y yo encendíamos la vela y el incienso antes de meditar, descubrí que había revivido. Quizá no había muerto realmente y el descanso le devolvió algo de sus fuerzas. Me dio mucho gusto verla así junto a Ponlop Rinpoché.
Y, luego, ayer en la noche, mientras veíamos tele, nuestra gata, Ñaña, se lanzó sobre un ser y antes de que Santiago o yo pudiéramos impedirlo, atrapó y se tragó una araña. Quizás la misma que había estado en el altar, quizás alguna pariente...
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