(Apenas la segunda mano del juego de cartas que se prometieron jugar juntos antes de que ella se fuera a acostar. Jugarlo en silencio le resultaba un descanso enorme. Concentrarse solo en la baraja, en formar tercias y corridas, y no pensar en nada más. Él lo sabía.)
-Porque no me sirve, contestó él.
Él tiró otro rey y entonces ella supo:
-Pero si no estás jugando...
-Te lo dije: Si es sin música, no juego.
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