(Del lat. nubes).
1. f. Masa de vapor acuoso suspendida en la atmósfera.
Habrase visto definición más sosa. Bueno, ese me pasa por seguir recurriendo al diccionario. Pero descubrí también que el artículo aparecerá enmendado en la vigésima tercera edición:
nube.
(Del lat. nubes).
1. f. Agregado visible de minúsculas gotitas de agua, de cristales de hielo o de ambos, suspendido en la atmósfera y producido por la condensación de vapor de agua.
El caso es que veníamos de regreso a la Ciudad de México, mis papás, mi hermano y yo. Me parece que fue la ocasión en que un derrumbe bloqueó el tránsito y tuvimos que esperar varias horas dentro del coche a que se abriera el paso de nuevo. Yo estaba sentada en el asiento de atrás y me dio por mirar hacia afuera a través del parabrisas. Cuál no sería mi sorpresa cuando descubrí que las nubes se movían. No estaban fijas en el cielo, sino que iban cambiando de forma, transformándose, hasta desaparecer algunas, mientras otras seguían su viaje. Jamás había caído en cuenta de tal fenómeno. (Tendría a la sazón seis o siete años, supongo).
Lo primero que vino a mi mente en el instante del descubrimiento fue: "Se lo tengo que contar a Óscar mañana en la escuela. Se lo tengo que contar". Óscar era mi compañero, quizás mi amigo. Su nombre, además, era el mismo de mi abuelo, lo cual lo volvía cercano como por arte de magia. Tampoco recuerdo si efectivamente le comuniqué mi hallazgo meteorológico, pero el asombro y la urgencia por compartirlo los llevo en la piel hoy como entonces. Quizás haya sido el tal Óscar mi primer amor...
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