domingo, 21 de abril de 2013

Alcaravea


Siempre se sintió extraña con su nombre. “Me recuerda el sabor de mi boca cuando vivías dentro mío”, le explicó alguna vez su madre. Sabor a alcaravea. Parte un trozo de queso con semillas de la planta cuyo nombre es también el suyo y lo coloca sobre una rebanada del pan recién hecho. Cierra los ojos para ver si se le abre el gusto, para ver si alcanza a escuchar su nombre en otros labios. Luego lo repite en voz baja, despacito: al-ca-ra-ve-a, al-ca-ra-ve-a, al-ca-ra-ve-a, hasta que pierde todo sentido. Inhala profundo y sigue sin saber quién es. Su madre murió llevándose el secreto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario