Después de nadar, caminé por el mínimo trozo de pasto donde termina el terreno ocupado por los edificios. No llevaba mis lentes de contacto.
Del otro lado de los ficus y de la reja de metal, aparecía y desaparecía un destello blanco. Mi abuela Rosa decía que las mariposas de este color presagiaban la llegada de una carta de amor.
Hoy opté por dejar de esperar tales mensajes y ver esos resplandores albos solo como mariposas que pasan volando y cuyo camino a veces se cruza con el mío.
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