1. m. Col. y Nic. Rapidez con que se hace algo.
2. m. Col. y Nic. Alteración que sufre una persona por el efecto de las drogas, especialmente por la mariguana.
Ahora, eso de que se use solo en Colombia y Nicaragua me parece algo limitado. Tampoco considero que estas dos propuestas cubran todo lo que el vocablo implica. Yo incluiría una tercera que ilustraré con una experiencia:
Lunes 4 de noviembre: Me dispongo a ver una película con mi hijo y nos quedamos de ver en el centro comercial donde se encuentran los cines. Nos encontramos en el estacionamiento y subimos juntos las escaleras eléctricas, recién decoradas con hojas transparentes y luces blancas entretejidas. "No se posible. Los muertos aún no han tenido chance de irse y ya está decorado para navidad", comento. Más adelante vemos árboles, esferas, renos y demás cuando faltan casi dos meses para las fiestas decembrinas. Claro, se trata de empezar a alimentarnos el espíritu navideño, es decir, prepararnos para las ventas más importantes de todo el año.
Acelere me parece, pues, este ritmo artificial, rápido en extremo, que se nos ha hecho creer es el ritmo al cual debemos vivir nuestras vidas: corriendo, comprando, casi sin respirar, comprando, entregando trabajos hechos al vapor (siempre para ayer), angustiados por cualquier fecha de vencimiento o empeñados en llegar antes que cualquiera adonde sea que vayamos. Y todo ello está -nada más- en nuestras mentes y en las de quienes nos rodean, como si estuviéramos, en efecto, bajo el efecto de quién sabe qué droga estrambótica, etiquetada como "normalidad".
Podríamos recibir a los muertos, estar con ellos, despedirlos y aún tendríamos varias semanas antes de preocuparnos por el fin de año.
Afortunadamente, la película que entramos a ver no podía haber sido más lenta (en el mejor sentido del término): Camille Claudel 1915 que narra la reclusión de la escultora en un manicomio cerca de Avignon, donde pasó los últimos 29 años de su vida. Así se nos bajó el acelere...
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