sábado, 28 de diciembre de 2013
No hay navidad tan horrible...
...que no pueda subsanarse, como diría yo misma, pasados ya la víspera y el mero día de navidad de este 2013.
Por diferentes motivos, mi hijo y yo nos encargamos cada uno de amargarnos y amargarle al otro las celebraciones en cuestión. Si se miran bien, quizá las razones no hayan sido tan distintas: fantasmas cargados de pasado.
A mí se me presentaron en forma de un sueño con "la familia": El "rancho" de la tía Marisa, que a la vez no era el rancho, mis abuelos Román y María Luisa, a quienes abrazaba sabiendo que en la vigilia no lo puedo hacer, la sensación cierta de que algo horrible había pasado, la lluvia, mucha lluvia, las caras de familiares intentando disimular el miedo con medias sonrisas y la expectativa de la llegada de unos tíos y primos de Barcelona. Extraño.
A mi hijo también se le manifestaron como un sueño donde se le mezclaban escuelas pasadas y presentes y recibía cartas con informaciones aparentemente esclarecedoras, pero eso ya es harina de su costal.
Tres días después (y uno antes del de los inocentes), mientras planeábamos una liberadora ida el cine, él propuso que la convirtiéramos en nuestra cena de navidad: Una película larga de aventuras en el cine VIP: con asientos que se hacen camas y servicio de restaurante. Así resarciríamos la cena perdida. Y lo hicimos a ritmo de Peter Jackson, cerveza y sushi (para mí) y smoothie y ravioles (para él).
Quede así pues acuñado este nuevo dicho (Según la RAE: 2. m. Palabra o conjunto de palabras con que se expresa oralmente un concepto cabal. Dicho agudo, oportuno, intempestivo, malicioso.), buen recordatorio para muchas situaciones de la vida. Solo hará falta sustituir la palabra "navidad" por cualquier otra que venga al caso (y nos reservamos la reflexión sobre aquello de que lo dicho sea cabal...)
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