lunes, 23 de diciembre de 2013

Panchito y el bacalao


Su jefe lo llama desde el autobús: "Cómprate eso que le echan a los tacos. ¿Cilantro o perejil? (pausa) ¿Seguro? (pausa) Bueno, ese". Panchito no duda; su jefe, sí. Está así desde que murió la señora. Esta es la primera navidad sin ella y el señor quiere hacer todo lo que ella hacía.

"Consíguete unos 20 manojos. Sacas el bacalao de la bolsa y lo pones a remojar con el... bueno, eso, en una olla. Que lo cubra bien el agua y lo dejas sobre la estufa o donde quieras. Bien tapado. Se tiene que quedar así 24 horas y ya mañana lo preparamos." Panchito nunca ha cocinado nada. El señor tampoco. "Ojalá que la navidad sepa algo al bacalao de la señora", piensa Panchito tristeando.* "Yo te vuelvo a llamar más al rato a ver cómo va todo." "Cómo va a ir", contesta Panchito para sí.

Cuando el señor se baja del autobús su mirada se engancha un instante con la pasajera de blusa guinda del otro lado del pasillo. No dice nada. Cuando se da cuenta, retira los ojos, como apenado. Ella piensa que podría escribir algo sobre él. Quizá.



*A mí, como a Ángeles Mastretta, la computadora me subrayó el verbo tristear.
Comprobé que la RAE no lo tiene registrado y al guglearlo me encontré con
este texto de la escritora, a quien no soy especialmente aficionada,
pero que aquí me conmovió, además de poner en palabras
lo que el mentado verbo me evoca.

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