De amores y lluvias
por Javier Roselló Iglesias
(Nota mía: Hace 30 años, también, se inició una carta en Barcelona con destino a la Ciudad de México. En esa ocasión, la misiva no alcanzó su meta. Se quedó guardada en una caja de madera, acompañada por otras que provenían de aquel destino no alcanzado. Había también tristezas y amores. Esa carta salió a la luz hace unos días y en la voz del remitente llegó a la destinataria por vía telefónica. Ella le pidió a él que le mandara un pedacito, que ahora sí llegó a buen puerto, acompañado de palabras nuevas.)
*
Tuve una compañera de trabajo a quien hace tiempo que no veo -Marisa,
en el muy improbable caso de que leas esto, recibe un gran abrazo- que los días grises, húmedos y fríos los definía con
mi nombre. Porque cuando las calles estaban mojadas, la llovizna caía
mansamente, olía a tierra mojada y una
incipiente luz lechosa lo bañaba todo, yo
era el único de todos los compañeros que esos días llegaba al trabajo a las 8
de la mañana contento y satisfecho, reconfortado por la climatología.
La
felicidad de reencontrar a la persona jamás olvidada ha permitido por fin afrontar
la relectura de cartas, unas recibidas y otras no enviadas, que habían
permanecido ocultas en el baúl de los recuerdos. Y precisamente allí, en una tristísima
y larguísima carta jamás enviada, que fue recopilando sensaciones y
sentimientos a lo largo de los meses, se
habla de esa sensación positiva de los días lluviosos... “esta tarde al venir
para casa, lloviendo, pensaba en que tú y yo nunca hemos caminado juntos un día
lluvioso”…
Y en la computadora suena la imponente voz de Lila Downs:
Yo envidio la lluvia,
que cae en tu cara,
que unge tus pestañas,
humedece tu piel,
que toca tu lengua,
tu camisa la moja,
gotea en tu espalda,
yo envidio la lluvia…
Sería bonito que lloviznara un poco el día de nuestro reencuentro en
persona… ¿verdad?
*
(Y aquí Lila cantando "Yo envidio el viento"):
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