miércoles, 29 de abril de 2015

hallazgo (otro)


La palabra me gusta, pero la uso con mesura. Aunque este es el segundo título de entrada en el que aparece, pude rastrearla hasta en seis textos anteriores en los cinco años y pico de este blog (123456), o sea, en ocasiones bastante puntuales, cuando lo descubierto era algo importante. Y así es esta vez.

Hoy me encontré cara a cara, otra vez pero ahora con mucha claridad, con uno de mis patrones fundamentales de relación: Mi tendencia a engancharme con lo que el diccionario de la RAE describe como lo imposible de toda imposibilidad1. expr. coloq. U. para ponderar la imposibilidad absoluta de algo.

Y sí, tengo la enorme capacidad de detectar lo que no es posible (quizá como dice mi amiga Sylvia, lo que no ofrece las causas y condiciones factibles para su realización) y quedarme allí esperando o peleando por que cambie, cuando el esfuerzo resultará inútil y yo terminaré —como me ha pasado en incontables ocasiones a lo largo de mi vida— hecha añicos en el intento.

El amor que fue imposible hace 30 años volvió a ser imposible ayer y mañana lo seguirá siendo.

Curiosamente, esta toma de conciencia aun siendo muy dolorosa, representa también un alivio: la oportunidad de dejar de luchar pero no dándome por vencida, sino reconociendo que no hay posibilidad de cambiar la situación y, entonces, poder poco a poco soltarla. Y en ese dejar ir alcanzo a vislumbrar la posibilidad de rescatar lo bueno que hubo, asumirlo como parte de mi bagaje emocional y seguir mi camino. (Además, la mera verdad es que no parece haber otras opciones más sanas...)

1 comentario:

  1. Por supuesto....Hay opciones más sanas...Y si no sueltas, no las ves aunque las tengas en frente....

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