Cuernavaca, agosto 2015
Va a empezar el año escolar y decido ir a comprar tortillas para congelarlas y no preocuparme durante un buen rato. Doña Mago tiene un local cerca de mi casa, donde prepara quesadillas y gorditas para los hambrientos estudiantes de la universidad cercana. Ellos empezaron clases antes, así que cuando llego el local está a reventar. La venta de tortillas no es la parte central del negocio, pero doña Mago me dice que me las hace una vez que saque su pedido. Los jóvenes se van y solo queda una maestra que come quesadillas conectada a su celular. Yo me cambio de lugar para quedar frente al enorme comal de doña Mago y ver cómo se inflan las tortillas cuando empiezan a cocerse. Le pido permiso para sacar unas fotos y me dice que sí mientras que solo salgan las tortillas y no ella. (Hice un pelín de trampa.) Me pregunta por mi hijo, el encargado de comprar tortillas cuando anda por acá, y le digo que está de viaje. Me pregunta dónde. Cuando le digo que en Europa, me dice que ella no aguantaría que sus hijos estuvieran tan lejos. Le pregunto cuántos tiene. Me dice que tres. Yo sigo haciendo fotos. Y ella sigue haciendo tortillas.
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