Pues resulta que en los casi siete años de vida de este blog, varios zanates han pasado volando por aquí (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8), aunque fue hasta hace un par de días que pude capturar uno con el lente de mi cámara:
Durante toda mi infancia los llamé "urracas". Así les decían mi abuela Rosa y mis papás cuando paseábamos por el jardín de la casa situada en la calle Jalisco 222 antes 800 en Cuernavaca. Mi abuela nos enseñó a mi hermano y a mí a distinguir, además, a los machos, de color negro azulado, de las hembras, de tono más bien pardo (sin comentarios sobre el trasfondo sexista de la enseñanza).
Luego me casé y, de visita en Cuernavaca, Adrián me dijo que no eran urracas, que eran "zanates" y entonces los empecé a llamar así y así le enseñé a mi hijo que se llamaban. Cuando busqué el término en el diccionario descubrí que el nombre viene del náhuatl zanatl y que se refiere a un "pájaro ictérido, de plumaje negro con visos pavonados el macho y de color café la hembra" y que el nombre se usa (o el pájaro es propio de): Costa Rica, Guatemala, Honduras, México y Nicaragua.
Más adelante, Cuernavaca se volvió mi lugar de residencia y los zanates, una presencia constante, en las buenas y en las malas: desde las despedidas del amor hasta las mañanas de meditación.
Como curiosidad, de las urracas la Real Academia dice que son aves similares a los cuervos, aunque en la segunda acepción, señala que en las Antillas, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay y Venezuela, el término nombra a un ave semejante al arrendajo. Entre cuervos y arrendajos sigue la enumeración de semejanzas y diferencias con otros pájaros y la posibilidad de una larga reflexión sobre los nombres y las etiquetas (que dejaremos para otra ocasión).
Para cerrar, dejo a mi zanate vespertino despidiéndose del día:
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