jueves, 30 de junio de 2016
miércoles, 29 de junio de 2016
Preguntas 2
¿Cuánto tardan las sombras en desvanecerse?
¿Cuánto tardan los reflejos en evaporarse?
¿Cuánto tardan los fantasmas en esfumarse?
¿Cuánto más tardarás tú en dejar de rondarme?
¿Cuánto más necesito yo para acabar de soltarte?
lunes, 27 de junio de 2016
De vuelta a "El amor en los tiempos del cólera"
García Márquez publicó El amor en los tiempos del cólera en 1985 y yo lo debo haber leído recién salidito del horno, en esa edición amarillo canario, bastante fea por cierto, de Editorial Diana, ejemplar que aún conservo y al que he vuelto más de 30 años después.
Me sorprendí cuando me encontré (hallazgo que había hecho antes mi hijo al leer la novela por primera vez) con las líneas que subrayé, en un color naranja pálido, hace más de tres décadas: "Así se sentía ella sin él, sintiéndolo estar donde ya no estaba". Y aunque no sé de cierto qué relación o qué pérdida me llevó a dejar marcada esa oración, sí me reconozco en la manera en cómo me siguen resonando hoy esas palabras. (O sea, sigo siendo igual de azotada...)
La primera vez que leí la novela, pasaba apenas de los veinte años y me acababa de pasar algo similar, muy similar (me di cuenta en esta relectura) a lo que le sucede a Fermina Daza cuando se reencuentra con Florentino Ariza después de la separación impuesta por el padre de ella: "No sintió la conmoción del amor sino el abismo del desencanto" (este subrayado corresponde a la lectura reciente, con más de 50 años encima).
Y empecé a entender el porqué de mi fascinación de hace treinta y pico de años, pues en realidad, me acordaba poco, muy poco, de la historia en sí. Tenía presente el final (el amor eterno resguardado por la bandera del cólera) y la emoción que la lectura me había dejado, incluso en la piel, pero los detalles se los había llevado el viento del tiempo.
Me vuelvo a encontrar con palabras como estas: "Tenía que enseñarle a pensar en el amor como un estado de gracia que no era un medio para nada, sino un origen y un fin en sí mismo": Florentino Ariza en todo su esplendor, fiel, paciente, resuelto a no rendirse. Recuerdo aún más por qué me había encantado la obra, por qué me vuelve a encantar. Y reconozco que en algún momento pensé que había yo encontrado a mi Florentino, ese que me había esperado a pesar de todo, toda la vida. Pero ni él ni yo éramos protagonistas del amor en los tiempos del cólera.
Pero Fermina Daza y Florentino Ariza sí que se seguirán amándose para siempre, aun si no los vemos. Y es quizá esto lo que enganchó, con mucha fuerza también, a Abril, una de mis muy jóvenes alumnas (15 años), al leer la historia de estos amantes tardíos de río. De hecho, la había empezado a leer desde antes de yo se la asignara y siguió con mucho entusiasmo. Yo comencé mi relectura cuando el grupo ya había terminado y, por supuesto, me regalaron más de un spoiler, pero su visión de la historia acabó por enriquecer la mía propia.
Abril llegó a entender incluso por qué me entusiasmaba tanto leer un libro que ya había leído tiempo atrás y me dijo que igual ella lo haría en unos años. Yo constato nuevamente el encanto que tiene volver a una lectura tantos años después: me vuelvo a ver a mí misma como veinteañera y esa joven que fui acompaña a la cincuentona que soy hoy, que recupera partes que creyó perdidas y reconoce otras que no había sido capaz de ver.
Así, de la mano de la literatura, como desde hace tantos años, me sigo entendiendo un poco cada día.
domingo, 26 de junio de 2016
viernes, 24 de junio de 2016
¡Feliz cumpleaños Dzogchen Ponlop Rinpoché!
Que tu sabiduría y tu compasión me permitan enfocarme en
lo verdaderamente importante .
*
Que tus enseñanzas me acompañen en el camino .
*
Que nunca me separe del maestro perfecto.
*
Que vivas una larga vida.
*
Que tus bendiciones alcancen todos los rincones del planeta.
jueves, 23 de junio de 2016
miércoles, 22 de junio de 2016
rojo y amarillo
Increíble lo que a una puede ocurrírsele yendo al súper cuando participa en un grupo de fotografía: Ver los pimientos todos acomodaditos por colores, sacar la cámara porque parece una imagen interesante, acordarse de un próximo tema para el grupo, asegurarse de que no está el encargado de las verduras, desacomodar los pimientos para hacer la composición adecuada, y hacer un solo disparo, casi subrepticio, esperando que quede una buena imagen.
¡Divertidísimo!
domingo, 19 de junio de 2016
A mi papá
le dejo hoy este trozo de su volcán, medio cubierto de nubes, tomado muy cerca de su "castillo":
Que te acompañen siempre su fuerza y su ecuanimidad, pa...
sábado, 18 de junio de 2016
s/o/m/b/r/a/s
El tema de hoy en el grupo de fotografía era "barrio" y (¿por qué no?) se me apareció de nueva cuenta el barrio gótico barcelonés. Uno de los compañeros del grupo comentó (sin tener mayor conocimiento de causa): "Buenas sombras". Eso, pensé yo, sombras del pasado que no acaban de irse.
Así explica la RAE, entre otras acepciones, el término sombra: 3. f. Aparición fantasmagórica de la imagen de una persona ausente o difunta.
Y así se quedan las sombras y los fantasmas
merodeando en las esquinas oscuras de la memoria
subiendo a por luz y aire de vez en cuando
sumergiéndose nuevamente en el inframundo de los recuerdos
esperando una nueva oportunidad para atacar
acechando constantes, si los dejamos
y si no, también, a veces
atardece un día de mayo de 2014 |
viernes, 17 de junio de 2016
jueves, 16 de junio de 2016
Reto al caos
caos
Pues una de estas tres acepciones, o quizá una combinación de todas, define el estado en que me pongo cuando me enfermo. Enfermarme, las más de las veces (si no todas) implica algún tipo de cuadro físico aparejado a una "crisis emocional", como las describe mi hijo, que me atacan entre 3 y 4 veces al año, más o menos. Entonces, la confusión y el desorden se desbordan de mi mente y se van comiendo mi entorno, un poco cada día: La ropa usada se va acumulando en una silla en mi alcoba, luego en dos, luego encima de la mesa que vive ahí también. La cama se queda sin hacer varios días y las cobijas se confunden con las sábanas y estas con las almohadas. Al librero del cuarto le salen botellas (vacías, llenas, semillenas, casi vacías) de agua, o de refresco medicinal (léase Sidral), cajas vacías de pastillas para la cabeza, billetes o monedas de algún cambio y los aretes de los últimos días van quedando unos sobre otros, con los ganchos confundidos o enredados.
El patrón del resto de la casa adquiere un tono parecido al del cuarto, pero bastante menos extremo (o no, según los días de crisis). Los trocitos de cartón que la Khandro le desprende a su rascador empiezan a desparramarse por las losetas, hay más trastes de lo común en el fregadero, se vacía la olla con agua hervida, o alguna pieza de ropa ya limpia y seca opta por quedarse a dormitar en el sofá de la sala. O sea, el caos repta apoderándose del espacio.
Y mientras tanto, yo voy encontrando alguna pieza, mínima o no tanto, que empieza a cuadrarme y los pedazos de mí misma comienzan, poco a poco, a encontrar un acomodo, ligera aun imperceptiblemente diferente, y de nuevo transitorio, eso que ni qué. Y entonces alcanzo a llevarme un vaso usado a la cocina, a aparejar calcetines y meterlos en su cajón y ya, en pleno esplendor, a barrer los cartoncitos del piso.
Del lat. chaos, y este del gr. χάος cháos; propiamente 'abertura', 'agujero'.
1. m. Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos.
2. m. Confusión, desorden.
3. m. Fís. y Mat. Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos deterministas con gran sensibilidad a las condiciones iniciales.
Pues una de estas tres acepciones, o quizá una combinación de todas, define el estado en que me pongo cuando me enfermo. Enfermarme, las más de las veces (si no todas) implica algún tipo de cuadro físico aparejado a una "crisis emocional", como las describe mi hijo, que me atacan entre 3 y 4 veces al año, más o menos. Entonces, la confusión y el desorden se desbordan de mi mente y se van comiendo mi entorno, un poco cada día: La ropa usada se va acumulando en una silla en mi alcoba, luego en dos, luego encima de la mesa que vive ahí también. La cama se queda sin hacer varios días y las cobijas se confunden con las sábanas y estas con las almohadas. Al librero del cuarto le salen botellas (vacías, llenas, semillenas, casi vacías) de agua, o de refresco medicinal (léase Sidral), cajas vacías de pastillas para la cabeza, billetes o monedas de algún cambio y los aretes de los últimos días van quedando unos sobre otros, con los ganchos confundidos o enredados.
El patrón del resto de la casa adquiere un tono parecido al del cuarto, pero bastante menos extremo (o no, según los días de crisis). Los trocitos de cartón que la Khandro le desprende a su rascador empiezan a desparramarse por las losetas, hay más trastes de lo común en el fregadero, se vacía la olla con agua hervida, o alguna pieza de ropa ya limpia y seca opta por quedarse a dormitar en el sofá de la sala. O sea, el caos repta apoderándose del espacio.
Y mientras tanto, yo voy encontrando alguna pieza, mínima o no tanto, que empieza a cuadrarme y los pedazos de mí misma comienzan, poco a poco, a encontrar un acomodo, ligera aun imperceptiblemente diferente, y de nuevo transitorio, eso que ni qué. Y entonces alcanzo a llevarme un vaso usado a la cocina, a aparejar calcetines y meterlos en su cajón y ya, en pleno esplendor, a barrer los cartoncitos del piso.
Y entonces el caos se cuela por otro sitio y va y se acurruca debajo de la colcha de mi cama, recién hecha esta mañana:
miércoles, 15 de junio de 2016
Invitado: Dzongsar Jamyang Khyentse Rinpoché
El budismo no es un tratamiento
Traducción al español mía.
martes, 14 de junio de 2016
Anochecer
Anochece suave
Dulce parece, también
Quizá sea dulce anhelo del alma
Esa que no existe
Y sin embargo anhelando dulce
Se encuentra suave
Con un anochecer
viernes, 10 de junio de 2016
jueves, 9 de junio de 2016
Invitado: Dzigar Kongtrul Rinpoché
Saber que eres ignorante es comenzar a trabajar con esa ignorancia. Saber que estás confundido es comenzar a trabajar con esa confusión. Saber que estás sujeto a la habituación es comenzar a desmantelar esa habituación. En ausencia de estos reconocimientos, ¿cómo puede haber un camino hacia delante?
Original en inglés, aquí.
Versión al español e imagen, mías.
miércoles, 8 de junio de 2016
martes, 7 de junio de 2016
Invitado: Traleg Kyabgon Rinpoché
Descontento que todo lo permea
Normalmente pensamos que nuestra felicidad depende de circunstancias y situaciones extrnas, más que de nuestra propia actitud interna hacia las cosas o hacia la vida en general. El Buda dijo que ese descontento (o insatisfacción) es parte de la vida, inlcuso si estamos busando la felicidad e incluso si logramos encontrar una felicidad transitoria. El mero hecho de que sea transitoria significa que tarde o temprano la felicidad va a pasar. Así que el Buda dijo que a menos que entendamos esto y veamos cómo es el descontento que todo lo permea, o dukha, es imposible que empecemos a buscar la felicidad real.
Original en inglés y fuente, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.
jueves, 2 de junio de 2016
miércoles, 1 de junio de 2016
Invitado: Jonathan Carroll
Memorias alacrán
Sé que deberíamos olvidar ciertos recuerdos porque no son buenos para nosotros —como demasiado dulce o alcohol o incluso anhelo—. Pero todos sabemos que la memoria puede ser tan tenaz y obstinada como el acero. O tan furtiva como los alacranes que se meten en nuestros zapatos vacíos en la noche mientras dormimos, esperándonos alegremente hasta la mañana o hasta un momento durante el día cuando de pronto nos hacen recordar a alguien...
Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.
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