Or the Beauty of the Wild
A mí este año, el otoño me agarró de sopetón, sin aviso. Cuando me di cuenta, ya se había instalado, con su aire fresco, a veces casi frío, y sus mediodías ardientes. Se me coló mientras me encargaba de una clavícula fracturada. Y así los días se pasaron de la Cruz Roja, a un hospital, luego a otro, luego de vuelta a casa. Aprendí a quitar y poner una playera sin mover un brazo doblado (menos mal que pude ensayar en el brazo sano de mi amiga Berna, que si no...) y a colocar un cabestrillo y un inmovilizador de hombro del mismo modo. Bueno, hasta me las ingenié para poner una gasa sobre una herida casi como profesional (claro, si no contamos la pedacería de micropore que hice el primer día).
Y entonces, de improviso, las flores silvestres tomaron el mundo: el estacionamiento de la escuela, las grietas de la banqueta, los lados de la carretera a Tepoztlán. Y así me di cuenta que el otoño se estaba instalando, que las lluvias se habían acabado, así también, de sopetón, y que la belleza silvestre se había apoderado del paisaje.
Y con esta explosión de color, también salieron volando por el aire viejos rencores que hace mucho que habían dejado de tener razón de ser (si es que alguna vez la tuvieron) y me arriesgué a ir más allá de mis respuestas preconcebidas, enfrentando miedos y estableciendo contactos nuevos y viejos. Las respuestas que encontré abarcaron toda la gama, desde la solidaridad más profunda hasta la franca agresión (solo un caso, por fortuna), pasando por la casi indiferencia. Y yo intentando día a día no tomarme nada personal y agradeciendo que una amiga de toda la vida prefiriera pasar por los nervios de entrarle a su colchón de seguridad antes de que yo quedara atrapada por los intereses de la tarjeta de crédito o que otra me acompañara en mi afán de fotografiar un mirasol al borde del camino:
Así llegó, pues, este año el otoño. Con sorpresas, incertidumbres, miedos, regalos, soluciones, tristezas y alegrías, como es la vida cuando nos damos la oportunidad de tomar cada momento, ya sea de dolor o de gozo, tal y como se presenta.
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