viernes, 30 de diciembre de 2016

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Es víspera de Nochevieja y el año se acaba. Y empezará uno nuevo (casi seguro). Y así se cierran y se abren ciclos y, a veces, nos da, me da por hacer recuentos de lo vivido (otras, no). Esta vez tocó que sí.

Dos mil dieciséis fue un año intenso, en muchos niveles, personales y mundiales. Quizá porque coincidió (en gran parte) con el Año del Mono de Fuego de calendario tibetano (o chino), que ya decían que se venía con mucho movimiento. Hubo enfermedades, pérdidas, sufrimientos a gran escala. Y hubo también solidaridad, sabiduría, compañía a gran escala.

Para mí fue un año de contrastes. En un extremo el enormísimo susto por el accidente de Santiago (clavícula rota, operación de emergencia, cuidados, recuperación), que me brindó el apoyo de un montón de personas, alguna cercanas y otra más distantes, que se aparecieron en nuestras vidas, convocadas o no por nosotros, cuando más las necesitábamos. También me ayudó a reconocer la fuerza que tengo (de la cual tantas veces he dudado): para actuar cuando hay que hacerlo sin mucha cancha para pensar, sino resolviendo y punto (con los recursos que haya o buscando los necesarios).

Y en el otro extremo, pero quizás por obra de esa fuerza recobrada (como en los autos híbridos, me decía Evelyn, que generan su propia energía a partir de la gasolina), la decisión, aparentemente intempestiva, de cruzarme el Atlántico para asistir a la presentación de Incómodos, la antología publicada por RELEE que recoge 24 reltados (de entre una selección de 50), incluyendo mi "Fecha de caducidad". Y así, me pasé una semana en Madrid, con amigas de hace unos años, como Berna, o de toda una vida, como Ana. Me reencontré con mis compañeros de los talleres virtuales de escritura creativa, como Joana y Jaime y con mi profe y editora, Isa. En la presentación, leí mis frases incómodas, junto a mis coautores, y firmé algunos libros. Y descubrí la sensación de gozo que surge de ver cristalizada mi pasión por las letras, de compartirla con amigos, de atreverme a ir más allá de lo que creía posible. Y luego dos o tres cañas para brindar, ¡claro!

Hoy, a punto de iniciar el 2017, me quedo con las hermosas palabras que la propia Isa me regalaba hace unos días en la conversación que, por Navidades, sostuvimos en el foro del grupo de Proyectos Narrativos: Espero de corazón que en el 2017 tu novela llegue a buen puerto, aunque creo que con tu actitud, la verdad, no hay mal puerto que valga, porque eres capaz de hacer de las tormentas tu estandarte, como los mejores piratas.

Ojalá que en 2017 podamos trascender, personal y globalmente, los obstáculos que parecen oscurecer el camino y encontrar que tenemos dentro de nosotros la luz para ir construyendo un mundo más amoroso y compasivo. Yo espero seguir siendo como el mejor de los piratas y lanzarme al mar una y otra vez.


Aquí, el Colón madrileño hace unas cuantas noches, cuando un autobús se hizo luz,
como hace la vida
(y la aspiración de volver a verlo pronto):


c u soon madrid

jueves, 29 de diciembre de 2016

c . o . l . a . c . i . ó . n


En la octava acepción de la RAE para este término, consta que en Argentina, Colombia, Ecuador, El Salvador, Honduras y México, es una golosina hecha de masa moldeada en diferentes formas y recubierta de azúcar

No tengo idea de qué estará hecha la dichosa masa, pero para mí "colación" es sinónimo total de DECEPCIÓN, así con mayúsculas. Y como este año me encontré compartiendo la anécdota detrás de este hecho varias veces, creo que ya toca escribirla y soltarla.

El contexto fue un intercambio de regalos en la escuela. Quizá no fuera navideño. Pudo haber sido para el día del niño. El caso es que yo tendría 7 u 8 años y cursaba la primaria. La indicación de la maestra fue que lleváramos un regalo "unisex". Y mi mamá compró unos lápices, Fantasy me parece, aunque también podían haber sido Prismacolor. Venían en una caja de plástico transparente, acostados uno al lado del otro y su principal gracia es que eran bicolores: En doce lápices, había 24 colores: ¡2 en cada uno! A mí me encantaron y supongo que di por hecho que aquel regalo me aseguraba a mí uno igual de lindo.

Y entonces llegó el momento. Yo entregué los lápices (no recuerdo a quién) y a mí me entregaron (sí recuerdo bien quién —no lo he olvidado nunca— pero lo mantendré en el anonimato, pues como me señalaron sabiamente mis alumnas de 3o: "Podría estar en Facebook, miss" y está) un bolsa de pan arrugada y con colación, sí, con esos asquerosos dulces de masa, duros, pintados dios sabrá con qué.

Aún recuerdo la mezcla de incredulidad y decepción. ¡Cómo así si yo había regalado unos lápices divinos! Y entonces decidí, instintivamente, que tenía que cambiar esa abyecta bolsa por lo que fuera. Por cualquier cosa que me salvara de la ignominia.

Lo más que logré fue a convencer a alguien (tampoco recuerdo a quién) para que aceptara mi "colación" y me diera a cambio unos jabones marca Avón, uno verde y otro amarillo, en forma de autos de carreras. ¡Horrendos! Pero cualquier cosa era mejor que la bolsa de papel de estraza arrugada y con unos cuantos dulces en el fondo.

La verdad es que después de aquello, he participado en varios intercambios donde me ha ido bastante bien, pero siempre con cierto miedo de que algo similar pudiera repetirse. Este año, compartí la anécdota con mis colegas y con mis alumnos y pude ver cómo quedan restos aún de mis sentimientos de entonces (quizá sería buen material para terapia).

Afortunadamente en el intercambio navideño de hace unos días, el alumno a quien le tocaba regalarme me dio un chal hermoso (de mi color favorito) y, además, un perfume. 


¡Gracias, Manuel, por ayudarme a dejar ir un poco más mi vieja frustración infantil!

martes, 27 de diciembre de 2016

Invitado: Chagdud Tulku Rinpoché


No agobies a los demás con tus expectativas. Entender sus limitaciones puede inspirar compasión en lugar de desencanto, asegurando relaciones beneficiosas y trabajables. Recuerda que el tiempo juntos es corto. Agradece cada día que compartan.


Santiago y yo





















Original en inglés, aquí.
Traducción al español e imagen, mías.

lunes, 26 de diciembre de 2016

Invitado: Dilgo Khyentse Rinpoché


No hay emoción de la cual no puedas deshacerte, porque las emociones son simplemente pensamientos, y los pensamientos son solo como el viento moviéndose a través del espacio vacío. No son nada en realidad.


despidiéndome de madrid


Original en inglés, aquí.
Traduccion al español e imagen, mías.

domingo, 25 de diciembre de 2016

Día de Navidad


Amanece silencioso. Muy silencioso. Encima es domingo. Así que el silencio es doble. Y a mí me amanece silenciosa el alma. Claro. Siempre me pasa en estas fechas. Aunque este año la tristeza ha sido ligera ligera. El viaje a Madrid y la publicación y presentación de Incómodos (de todo eso tengo pendiente una entrada larga) indudablemente han contribuido al buen ánimo durante "las fiestas". De hecho me preparé estando allá para tener algo de antídoto antigrinch. Aquí un arbolote de Navidad tomado desde el autobús una noche volviendo a casa con Ana por la Castellana:



















Pero igual de pronto se cuelan las ausencias y las nostalgias y las fantasías de lo que pudo haber sido y no fue. La verdad es que también yo anduve conjurando fantasmas y alguno respondió, aun indirectamente. Y eso es como patear un avispero. Ahora solo queda esperar a que los recuerdos avispa, las ansias avispa, la soledad avispa se vuelvan a asentar. Que lo harán. Sin duda. Y seguramente se seguirán transformando en novela.

Y acá otro árbol navideño en Madrid, muy cerca de Colón:



Y para cerrar (y por si las dudas), unas uñas festivas, por si a algún fantasma
le da por ponerse necio:



















viernes, 23 de diciembre de 2016

Andrea


para ti que dicen que te pasas por aquí

a.z.o.t.e.a


1. f. Cubierta más o menos llana de un edificiodispuesta para distintos fines.

Y también:
2. f. coloq. Cabeza humana.

Tanto que:
estar alguien mal de la azotea
1. loc. verb. coloq. Estar chiflado.

Pero lo que realmente me fascinó cuando busqué esta palabra en el diccionario, fue su origen. Resulta que "azotea" viene del árabe hispánico *assuṭáyḥa, diminutivo de sáṭḥ, y este del árabe clásico saṭḥ 'terraza'. ¿A que es una linda historia?

Ayer, en el grupo de fotografía, nos pusieron a buscar azoteas y yo me encontré esta foto, que hice en esta época hará unos cuatro años a unos cuantos pasos de mi casa. Y, sí, también acá la luz invernal es más brillante. Dorada. Y la azotea, un mexicanísimo espacio, como comentó una compañera del grupo, con el poste y los cables y el cilindro de gas y la ropa tendida. Y una belleza muy suya:




jueves, 22 de diciembre de 2016

Árbol Silueta


Por supuesto que "árbol" no es una palabra que normalmente buscaríamos en el diccionario, por obvias razones. Pero a mí me resulta divertido ver cómo define la Academia algo tan común y corriente. Lo primero que me llama la atención es que "árbol" consta de nueve acepciones, la mayoría de las cuales tiene que ver con instrumentos mecánicos. Además, el diccionario consigna 29 frases que la incluyen, muchas de ellas para formar el nombre común de árboles diversos. 

La definición que hoy nos ocupa es la primera: 1. m. Planta perennede tronco leñoso y elevadoque se ramifica a cierta altura del suelo.
Y es interesante saber que "perenne", que en general significa "continuo, incesante, que no tiene intermisión", en términos botánicos se refiere a una planta que vive más de dos años.

Una de las cosas que más me enamoraron en mi reciente viaje a Madrid fueron los árboles. Porque son de los que cambian de hojas, hasta ahora desconocidos para mí, y porque son, simplemente, tan diferentes a los que tengo en casa. La combinación de su forma con la penetrante luz del invierno madrileño, me regaló imágenes alucinantes como esta:



Y nomás por ese gusto mío por las definiciones, una silueta, como la que aquí se ve, es la: 2. f. Forma que presenta a la vista la masa de un objeto más oscuro que el fondo sobre el cual se proyecta.

Aunque soy apasionada total de las palabras, esta imagen dice mucho más que cualquier definición. Sin duda...

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Invitada: Berna Wang


Solsticio de invierno

Salía el sol por el oeste
—pero no era así:
se reflejaba en un cristal
que a su vez volcaba la luz
en la cocina—.
Desayunábamos
café con leche con frío con sueño
y anunciaste solemne:
—Hoy es el día más corto del año,
así que si tenéis cosas que hacer
más vale que las hagáis deprisa.
Con frío, con sueño, con risas
salimos de casa esa mañana.

Tomado de Pequeños accidentes caseros
AdamaRamada ediciones, Madrid, 2004

martes, 20 de diciembre de 2016

Invitado: Chatral Rinpoché





No importa en dónde estés, en un lugar concurrido o en un retiro solitario, las únicas cosas que tienes que conquistar son los cinco venenos de tu mente* y las ocho preocupaciones mundanas,** tus verdaderos enemigos. Nada más. 








*Cinco venenos de la mente: Ignorancia, apego, aversión, orgullo, envidia.
**Ocho preocupaciones mundanas: Esperanza de felicidad y miedo al sufrimiento. Esperanza de fama y miedo a la insignificancia. Esperanza de alabanza y miedo a la culpa. Esperanza de ganancia y miedo a la pérdida.


Original en inglés, aquí.
Traducción al español, mía.

domingo, 18 de diciembre de 2016

Desde el aire


Yo odio volar. Desde siempre. Sobre todo desde que una vez, a los 11 más o menos, venía de regreso de los Estados Unidos con mis padres y mi hermano y el avión atravesó una turbulencia intensa. Me asusté muchísimo y hasta la azafata intervino, pero nadie me explicó que era normal al volar. Ahora, aun sabiéndolo, mi reacción de miedo es inmediata.

Lo bueno es que no vuelo mucho. Y desde hace unos años decidí que la mejor manera de enfrentar el miedo, era pidiendo el asiento junto a la ventanilla y viendo hacia afuera. (Esto tiene, además, la ventaja de reducir la claustrofobia que un vehículo cerrado a miles de metros sobre la tierra me provoca.) Todo un reto en un vuelo trasatlántico, pero bien vale la pena tener que escalar al individuo que pidió el pasillo para ir al baño.

De ida a Madrid, me tocó prácticamente sobre el ala y pude ver el atardecer (gran parte del vuelo fue de noche): 















Y las luces en la pista de Barajas:


De vuelta, me tocó bastante más atrás y las vistas fueron espectaculares (de día todo el trayecto). Aquí un río y unas montañas nevadas al fondo, en algún lugar de la península.


Y más adelante, después de alguna distracción en la pantalla, me encontré con la costa Atlántica en pleno. Fue una visión emocionante. Recordé por qué en algún momento quise ser geógrafa y recordé también los trozos de mi corazón que se me quedaron en Portugal (algún día he de ir a por ellos).




















Y gracias a mi prima Carmela, de Avilés, supe que por la latitud (más o menos la de Madrid) y la forma, podría ser la desembocadura del río Mondego, en Figueira de Foz, cerca de Coimbra. Y quedan apuntadísimas en mi lista-de-cosas-para-hacer-antes-de-morir, Coimbra y Oporto, que seguro me encantarán...


De pilón, unas nubes y sus sombras sobre el Atlántico encendido por el sol (en the great expanse, que diría Khenpo Tsultrim Gyamtso Rinpoché):



sábado, 17 de diciembre de 2016

c.o.n.f.e.t.i

o crónica de una imagen

Pues hoy el tema de mi grupo de fotografía era "confeti". Sí, como dice la RAE, ese conjunto de pedacitos de papel de varios colores recortados en varias formas, que se arrojan las personas unas a otras en los días de carnaval y, en general, en cualquier celebración festiva (o cada uno de los pedacitos de papel que lo forman).

Y de dónde voy a sacar yo el confeti, me pregunté. Entonces recordé que en un frasquito de vidrio había yo guardado los trocitos de papel, blancos y redondos, que quedaban después de perforar las hojas para acomodarlas en algún fólder (o algo así). Bueno, pensé, seguro algo me puedo inventar con esto.

Primero hice una foto de mi mano sosteniendo el frasco frente a la ventana, para intentar jugar con la luz de sol, pero no resultó. No alcanzaban a distinguirse los pedacitos de papel. Entonces descubrí el juego de luces y sombras que el sol de la mañana estaba haciendo sobre el sofá de mi sala. Genial, podría abrir el frasco, vaciar algunos confetis blancos sobre el cojín azul y aprovechar la luz solar.

Cuando estaba haciendo algunas tomas desde diferentes perspectivas, se apareció mi gata Khandro y, por supuesto, se mostró interesadísima en lo que ocurría (además, de que el sofá es uno de sus sitos favoritos, para rascar y para echarse). Mi primer impulso fue instarla a que se fuera y dejara en paz mi composición. Pero por fortuna, mi intuición fotográfica descubrió en su intervención la posibilidad de una mucho mejor imagen.

Y así quedó esta "gata descubre confeti", inesperada y divertida: