Es víspera de Nochevieja y el año se acaba. Y empezará uno nuevo (casi seguro). Y así se cierran y se abren ciclos y, a veces, nos da, me da por hacer recuentos de lo vivido (otras, no). Esta vez tocó que sí.
Dos mil dieciséis fue un año intenso, en muchos niveles, personales y mundiales. Quizá porque coincidió (en gran parte) con el Año del Mono de Fuego de calendario tibetano (o chino), que ya decían que se venía con mucho movimiento. Hubo enfermedades, pérdidas, sufrimientos a gran escala. Y hubo también solidaridad, sabiduría, compañía a gran escala.
Para mí fue un año de contrastes. En un extremo el enormísimo susto por el accidente de Santiago (clavícula rota, operación de emergencia, cuidados, recuperación), que me brindó el apoyo de un montón de personas, alguna cercanas y otra más distantes, que se aparecieron en nuestras vidas, convocadas o no por nosotros, cuando más las necesitábamos. También me ayudó a reconocer la fuerza que tengo (de la cual tantas veces he dudado): para actuar cuando hay que hacerlo sin mucha cancha para pensar, sino resolviendo y punto (con los recursos que haya o buscando los necesarios).
Y en el otro extremo, pero quizás por obra de esa fuerza recobrada (como en los autos híbridos, me decía Evelyn, que generan su propia energía a partir de la gasolina), la decisión, aparentemente intempestiva, de cruzarme el Atlántico para asistir a la presentación de Incómodos, la antología publicada por RELEE que recoge 24 reltados (de entre una selección de 50), incluyendo mi "Fecha de caducidad". Y así, me pasé una semana en Madrid, con amigas de hace unos años, como Berna, o de toda una vida, como Ana. Me reencontré con mis compañeros de los talleres virtuales de escritura creativa, como Joana y Jaime y con mi profe y editora, Isa. En la presentación, leí mis frases incómodas, junto a mis coautores, y firmé algunos libros. Y descubrí la sensación de gozo que surge de ver cristalizada mi pasión por las letras, de compartirla con amigos, de atreverme a ir más allá de lo que creía posible. Y luego dos o tres cañas para brindar, ¡claro!
Hoy, a punto de iniciar el 2017, me quedo con las hermosas palabras que la propia Isa me regalaba hace unos días en la conversación que, por Navidades, sostuvimos en el foro del grupo de Proyectos Narrativos: Espero de corazón que en el 2017 tu novela llegue a buen puerto, aunque creo que con tu actitud, la verdad, no hay mal puerto que valga, porque eres capaz de hacer de las tormentas tu estandarte, como los mejores piratas.
Ojalá que en 2017 podamos trascender, personal y globalmente, los obstáculos que parecen oscurecer el camino y encontrar que tenemos dentro de nosotros la luz para ir construyendo un mundo más amoroso y compasivo. Yo espero seguir siendo como el mejor de los piratas y lanzarme al mar una y otra vez.
Aquí, el Colón madrileño hace unas cuantas noches, cuando un autobús se hizo luz,
como hace la vida
como hace la vida
(y la aspiración de volver a verlo pronto):
c u soon madrid |