Ya en otras dos ocasiones (aquí y acá) había empezado a compartir reflexiones, propias y ajenas, sobre el proceso de escritura, en particular el de escritura de mi novela. Hoy por hoy va avanzando a buen ritmo, me parece. A veces más fluido, a veces menos. Como la vida.
Y sigo comprobando, con cada paso, cómo el camino de escribir no está separado del de vivir. (Así como el de vivir no está separado del de meditar.) Claro, si estamos dispuestos a prestar atención a lo que hacemos, a cómo lo hacemos, a lo que nos gusta de nosotros mismos en el proceso de hacerlo y a lo que no nos gusta.
Yo, por fortuna, cuento con la compañía constante y comprometida de Isa, mi profe y editora, que puede ver a través de mis escritos con una claridad impresionante. Entonces me señala los patrones habituales en que caigo (no solo en la escritura sino en la vida) a través de lo que escribo. (¡Fascinante!)
Y así he descubierto cómo soy transparente. Cómo me dejo ver a través de las palabras que elijo y las que no, de lo que cuento y de lo que me reservo, de la prisa con que me escabullo de lo que estoy contando, para dejar de sentir que me quemo. (Porque así sucede, aún me quemo al contar la historia.)
Ahora ya he aprendido a manejar mucho mejor las escenas (con sus coordenadas de tiempo, lugar y acción). Y lo que toca es quedarme en ellas, recrearlas más, profundizar, pringarme, aunque a veces siga teniendo ganas de salir corriendo.
El señalamiento más importante que me hacía Isa a propósito de la primera versión del capítulo 8 es cómo, al utilizar las perspectivas de los dos personajes (él y ella, Fernando y Andrea), en lugar de mantenerme solo en la de él, el protagonista, me estoy evadiendo también, de otra manera. En sus palabras:
No sé si puede ser que cambiar a la perspectiva de Andrea a ti te sirva para evadirte de la tensión de permanecer en el punto de vista de Fernando. Da la impresión de que a veces te «escurres» hacia los ojos de Andrea, de que te fuese más fácil ponerte en ese lugar y que permanecer en el otro te enfrentase a cosas que no quieres ver, y también te llevase a hacer reaccionar al personaje en algún sentido que prefieres reprimir.
Ufff. Pillada por completo.
Y continúa así Isa dando en el clavo con esa precisión tan suya:
O sea, ¿no pueden quedar aquí algunos restos de tu dificultad para empatizar con Fernando? Esto que te digo ya no tiene tanto que ver con mis percepciones como lectora, como con lo que sé sobre el proceso de construcción de la novela a partir de algo real. Simplemente es una mera hipótesis que te invito a contemplar, por si coincide con tus propias impresiones. Si fuera así, ahí estaría la clave de por qué no funcionan bien las dos perspectivas mezcladas; no sería porque no puedan funcionar bien, sino porque una de ellas la uses para evadirte de la otra.
Y que si coincide con mis propias impresiones. Al 100%, ahora que lo veo yo también con claridad. Y contemplar y ver son el mejor aliciente para seguir escribiendo y descubriéndome. Gracias, Isa, muchas gracias.
Y para cerrar me traigo una imagen de transparencia y calcetines de un aparador que se me cruzó en Madrid en diciembre pasado de camino a la presentación de Incómodos, junto con la aspiración de poder seguir viendo con claridad:
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