martes, 14 de marzo de 2017
Hoy, hace un rato, salía hacia el trabajo y me encontré con que algunas flores de bugambilia habían aterrizado cerca de mi edificio. No eran color bugambilia, sino más bien rosa. Eso sí, un rosa encendido. Descansaban sobre un trozo mínimo de césped.
Seguí andando y siguieron apareciendo bugambilias. Entonces pensé que no podía ser una simple coincidencia. Que alguien las había dejado, en lugar de migajas, para no perder el rastro.
Y a mí, el viento me trajo de vuelta mucho antes de lo previsto. Quizá fue el conjuro de las bugambilias.
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