con Luis Ma., por esa fascinación compartida
Hace unos días, cuando intentaba describir el estado emocional del protagonista de la novela en la cual estoy trabajando, se me ocurrió decir que se había quedado "como un niño a quien el cielo le robó el papalote", a sabiendas que de que, quizá, de aquel lado del Atlántico, donde viven la mayoría de mis compañeros de escritura y mi profe, la palabra que usamos acá para llamarle a los cometas de papel resonara de manera diferente o simplemente resultara sorprendente. Y así fue.
Luis Ma., a quien lo tocó comentar mi capítulo más reciente, reparó en el vocablo, para él desconocido, y lo llevó a profundizar. Entonces descubrió que, curiosamente, se parece a la palabra con que en valenciano (o catalán o mallorquín) se llama a las mariposas: “papallona”. Yo me acordé entonces del francés y su "papillon" y me puse a investigar más. (He ahí la fascinación compartida.) Descubrí que los vocablos catalán y francés, como el italiano "farfalla", provienen del latín "papilionem", acusativo de "papilio" (mariposa).
En cambio, la palabra gallega para nombrar al insecto alado es "bolboreta" y la portuguesa, "borboleta". Ambas vienen del latín "belbellita", diminutivo formado a partir de "bellus" (bueno o bonito).
Y ahora volviendo a nuestro papalote, culpable de toda esta digresión, resulta que la palabra viene del náhuatl "papalotl", que significa, claro, mariposa. Porque a nosotros los cometas nos parecen mariposas. (El porqué de la similitud fónica con el latín queda, por lo menos de momento, pendiente. Quizá sea una mera coincidencia). Y platicando virtualmente sobre todo esto, le contaba yo a Luis Ma. que en México tenemos una hierba llamada papaloquelite (pápalo, familiarmente), cuyo nombre deriva del mismo "papalotl" y de "quilitl" (hierba comestible, que ha pasado al español como el genérico quelite), o sea, algo así como una hierba alas de mariposa (por la forma de sus hojas). Aquí puedes averiguar más sobre ella y de ahí mismo tomé prestada la imagen que aparece más abajo.
Lo que no le conté a Luis Ma. es que esta hierba me recuerda mucho a mi papá y hace mucho que no la pruebo. A él le encantaba comerla cruda, a mordidas, acompañando unos tacos. Tiene una sabor muy fuerte, de esos que, como me sucede con el apio, al mismo tiempo me gustan y no me gustan.
Así pues el viaje al que nos puede llevar una palabra.
Y, por cierto y para cerrar, el nombre de mariposa en castellano, no viene ni del latín ni del náhuatl, sino del apócope de María, Mari, y el imperativo del verbo posar, posa, porque, se dice en canciones antiguas y dichos infantiles, que a estos lepidótperos se les invitaba a posarse, en versos como “María pósate, descansa en el suelo”, según se afirma acá.
¿Quién dijo que las lenguas no unen a las personas? Una maravilla compartida, querida amiga.
ResponderBorrarUy, que si nos unen... Un abrazo fuerte desde mi lado del Atlántico hasta el tuyo, amigo querido.
BorrarLlegué aquí buscando algún comentario acerca de la similitud entre papalotl y papilio, es realmente curioso
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