Cuando yo era chica, en mi casa siempre se celebró el Día del maestro. Mis padres lo fueron ambos, siguiendo los pasos de mi abuelo Óscar.
Y en la escuela donde estudié desde el kinder hasta la preparatoria, el 15 de mayo era un día especial, sobre todo en la primaria. Todos los papás se esmeraban en mandar regalos, a cual más bonito, para los maestros de sus hijos. Aunque a veces caíamos en competir para ver quién había hecho el mejor regalo, supongo que la tradición nos ayudó a desarrollar aprecio por quienes nos enseñaban.
Yo misma me convertí en maestra muy joven, recién salida del bachillerato. Desde entonces no he dejado de enseñar, por necesidad y por vocación. En estos tiempos, no parece haber el respeto que antes se tenía a los maestros y ejercer como tal no deja de tener una buena dosis de frustración, por múltiples motivos.
Pero cuando un buen día llegas a tu clase con adolescentes de 15 años en promedio y te dicen que te quieren, que los inspiras y te hacen un regalo de cumpleaños como el que aparece aquí fotografiado, te das cuenta que ha valido la pena sembrar semillas. Y empezar a ver los brotes es una alegría enorme.
Este día me recuerda, además, a mi tía Olga, que nunca dejaba de llamar por teléfono para felicitarme.
Y con el paso de los años, he ido aprendiendo que maestros hay en todos lados y que aparecen en una infinidad de formas, si prestamos atención. Así que mi cariño y mi agradecimiento a quienes me han enseñado y a quienes han recibido lo que yo he podido enseñar.
Gracias por lo que me has enseñado tuuu!!!! Abrazos
ResponderBorrarReclamo: no fuiste al desayuno y te extrañé
Y gracias a ti de vuelta por lo mismo. Y nás abrazos. (Ah y el departamento de reclamos se cambió de sede...)
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