Cuando mi hijo era chico, tendría cuatro o cinco años, le gustaba ver La bella durmiente, entre otras películas más o menos infantiles. Como hacen los niños, pedía que se la pusiéramos en la videocasetera (sí, aún no teníamos DVDs) una y otra vez, mientras desayunaba o se tomaba algún refrigerio. Entonces se parapetaba detrás de un burocito morado que teníamos en la sala, preparándose para la aparición de Maléfica (de quien averiguaríamos años más tarde que no era tan malvada como la pintaban o que, por lo menos tenía razones para ser como era).
El hada caída, con su llamativo despliegue de luces, sombras y colores y su inigualable voz profunda —seductora y amenazante a la vez— le aterraba. En varias ocasiones, su padre o yo nos acercamos para preguntarle si quería que apagáramos la televisión o adelantáramos la cinta. Sin quitar los ojos de la pantalla, decía que no (en un murmullo o moviendo la cabeza) y no perdía detalle de la actuación del hada negra, eso sí, sin soltarse del mueble morado.
Adrián y yo concluimos que era su estrategia para enfrentar aquello a lo que temía, encarnado en Maléfica, y poder superarlo. Para mí, la parte más aterradora era la maldición que el hada despechada lanzaba sobre la pequeña Aurora, condenándola a la muerte al cumplir los dieciséis. (Menos mal que Primavera, el hadita azul, logró transmutar la sentencia.)
Y, así, pasó el tiempo y Santiago dejó de enfrentarse a Maléfica en la pantalla, para empezar a lidiar con los monstruos de la vida real. Y a mí, en estos días, intentando lidiar con los míos, me vino a la cabeza mi propia Maléfica pronunciando su maldición. Y, claro, lo primero, buscar lo que significa la palabrita, para empezar a aclararme.
Del lat. maledictio, -ōnis 'injuria'.
1. f. Imprecación que se dirige contra alguien o contra algo, manifestando enojo y aversión hacia él o hacia ello, y muy particularmente deseo de que le venga algún daño.
Y puesto así, suena aun peor, y más añadiendo el sentido de imprecar (1. Proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño) a la fórmula. El caso es que yo recuerdo claramente un día en que mi madre, a propósito de no tengo idea qué, me soltó una imprecación que iba más o menos así: "A poco de veras crees que alguien te va a querer". Sí, ahora que la escribo, me doy cuenta que tenía forma de pregunta, pero la condena y el enojo estaban muy presentes. A veces, he dudado si la escena no habrá sido un sueño. Pero en cualquier caso, el efecto que tuvo en mi vida ha sido contundente. Y no siempre estoy consciente de ello, sino que la mentada imprecación se cuela en los momentos menos esperados (con todo y que ha sido material de más de una sesión de terapia a lo largo de mi vida.)
Lo peor sucede cuando pierdo por completo los estribos y me dedico a hacerla realidad, negando o rechazando a quien de verdad me quiere (a pesar de lo que haya dicho mi mamá quien, en realidad, estaba hablando más de sí misma que de nadie más). Y recuerdo cómo alguien me dijo alguna vez que esta era también una manera de traer a mi madre de visita. Lo bueno es que cada vez me toma menos tiempo desmontar la maldición, o sea, ver las cosas más como son que como las imagino, no confundir el desamor con la independencia, por ejemplo, y recordar a mi mamá, con lo bueno y con lo malo, pero sin dejar que ande acechando silenciosamente por allí en mi conciencia desprevenida.
Así, pues, el camino para seguir aprendiendo a aceptar el amor que, de hecho, está presente en mi vida, aunque a veces me siga empeñando en negarlo, por el miedo —tenue y profundo— a que la maldición aquella pudiera aún hacerse realidad.
Sólo me pregunto ¿de dónde se es una mujer tan amorosa si no hay en ella tanto amor? Lo veo mucho.
ResponderBorrarAhora sí no entendí lo que querías decir, amiga, aunque, claro, siempre me alegra mucho que te pases por aquí :)
BorrarQue interesante palabra es imprecar, anotada en la lista! Muy bonito leer tu relato Adela :)
ResponderBorrarMe alegro que te gustara leer y que te anotaras "imprecar". También me encantaría saber quién eres...
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