Ayer fui al teatro. Una amiga me convenció de ver una obra, dirigida por otra amiga común. (Además, entre que llegamos a comprar los boletos, nos formamos para entrar al recinto y comenzó la obra, nos fuimos encontrando a más amigas y amigas de amigas. Así es la cosa en Cuernavaca.)
Desde que había visto el cartel en Facebook, me había sonado el nombre de uno de los participantes (actor y bailarín) en la obra y luego lo olvidé. Cuando nos dieron el programa de mano, me lo volví a encontrar y volví a recordar lo que ya había recordado. Con esa persona me había yo acostado una noche en una fiesta hace más de treinta años, en la época de la facultad.
Lo sabía por el nombre, nada común. Había sido un encuentro lindo que no llegó a nada más. (Creo que esperé su llamada durante un rato y luego pasó al cajón de los olvidos.) Y ahora estaba a punto de verlo en persona, otra vez. Qué raro, ¿no?
Salió a escena y, por más que lo intenté, no lo reconocí. Quizá, haciendo un esfuerzo, hubiera algún dejo familiar en su sonrisa. (Recuerdo la ternura de su trato y poco más.) Pero en realidad, como comentaba con mi amiga, si no fuera por el nombre, no tendría yo idea de lo que había sucedido con el susodicho en el pasado. Qué raro, ¿no?
Terminó la obra. Saludamos a la directora. Platicamos con otra de las actrices. Pero al actor no me le acerqué. ¿No lo vas a saludar?, preguntó mi amiga. Nooo, le respondí.
Ya en la calle, él nos pasó de largo e hizo una seña con la cabeza. Por supuesto que no tenía la menor idea de quién era yo. Quizá si me lo encontrara, qué sé yo, en otra fiesta o en un bar (ambas situaciones poco probables), me acercaría y le contaría "nuestra" historia. Claro que para ello tendría que recurrir a detalles como que aquella fiesta había sido en casa de una chica que usaba bastón, que tenía el pelo largo, que iba a la misma terapeuta que yo, que era la amante del esposo de una compañera extranjera en uno de mis primeros trabajos, y cuyo nombre he olvidado por completo.
Qué raro, volví a pensar, recordar esos detalles tan nimios y traerlos a la mente al encontrarme con alguien que hoy es (y siempre lo fue, casi) un perfecto extraño.
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